De nada demasiado

La Veranda de Rafa Rius

Una de las máximas inscritas en el frontón del templo de Delfos dedicado a Apolo, decía: “De nada demasiado” y ha quedado como una de las sentencias que definía en la Grecia antigua, el clasicismo, el equilibrio, la belleza, no sólo en el arte sino en todos los ordenes de la vida.

Frente al horror al vacío que agobia un retablo churrigueresco o un cuadro de expresionismo abstracto de Jackson Pollock, se sitúa la concepción clásica que privilegia la no exageración, el equilibrio y la contención de las formas y que interpreta la armonía en la estructura como aquello que puede poner barreras al caos.

No obstante, no habría que olvidar que frente a Apolo y las musas, se sitúan Dionisos y las bacantes, dos caras de la misma moneda, dos concepciones de la vida opuestas y complementarias. La contención apolínea frente a la orgía dionisíaca. La estética pura de las musas protectoras de las artes y el libertinaje de las bacantes, partidarias de entrar en contacto con lo divino a través del ceremonial de las orgías.

Este concepto dual -que, por lo general, suele aplicarse al arte- extrapolando que es gerundio, también podría aplicarse a otros aspectos de la vida humana. Si consideramos que la Grecia Clásica ha influido en la contemporaneidad mucho más de lo que sospechamos, cabría conjeturar que sus percepciones podrían aplicarse a otros elementos rituales.

Estaba pensando en los comicios ceremoniales de la llamada democracia –un concepto descubierto al parecer en el Siglo V Antes de nuestra Era, en una Atenas esclavista en la que para votar tenías que ser ateniense hijo de atenienses- y que en nuestros días pasa por ser la forma menos mala de gobierno, aunque de demo – cracia, en estricto sentido etimológico, tenga más bien poco.

En estas y otras cuestiones semejantes andaba yo meditando cuando me vino a la cabeza uno de los ejemplos actuales más evidentes de falta de medida, de sobresaturación, en este caso de situaciones electorales; el año 2023 en eso que llaman España: Municipales, autonómicas, generales… elecciones de lo más variadas para tos los gustos (o para ninguno)

Esta vez sí que “de todas, demasiado”; un barroquismo de campañas electorales repetitivas y cansinas, sobrecargadas de lugares comunes y promesas vacías de las que luego nadie se acuerda y, como no pasan factura de obligado cumplimiento, pues aquí no ha pasado nada.

Si a todo ello le añadimos el hecho más que previsible de su resultado incierto en el marco de un bipartidismo que no cesa y que en ambos casos posibles no se sale ni un ápice de las exigencias del sistema capitalista reinante, no parece que para los intereses de una mayoría de personas en situación de precariedad, ofrezcan mayor interés.

Son ya demasiados años de engaños recurrentes por parte de unos y otros, mientras los grandes capitales financieros siguen haciendo su agosto los doce meses del año.

Ya es suficiente, seamos clásicos: “de nada demasiado”

Menos saturación de falsa democracia y más demoacracia.

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