El efecto Rashomon o las distintas perspectivas de la verdad
La Veranda de Rafa Rius
En la película Rashomon de Akira Kurosawa, ambientada en el Japón medieval, ocurre un determinado suceso con cuatro participantes: tres protagonistas y un espectador. A lo largo del metraje, cada persona implicada va contando sucesivamente lo sucedido. Sin excesiva sorpresa asistimos al hecho de que aparecen ante nuestros ojos cuatro historias diferentes sobre un mismo episodio.
En física, parece demostrado que la presencia del espectador influye en lo observado. Según el principio de indeterminación de Heisenberg las partículas se superponen en diferentes capas con atributos y valores diferentes, lo cual sugiere que cualquier medición, condicionada por el punto de observación, nos lleva a la incertidumbre. Desde Pitágoras sabemos que en todo triángulo rectángulo, el cuadrado de su hipotenusa es igual a la suma de los cuadrados de sus catetos, pero ¿y si no siempre fuera así?
También en las llamadas ciencias sociales, la posición, el punto de vista del espectador-narrador – y recordemos que los protagonistas son también a su vez espectadores- condiciona lo narrado, de tal manera que, lo que a priori aparece como axioma incuestionable, deriva inevitablemente hacia un mayor o menor grado de relatividad.
A pesar de todo lo cual, vivimos tiempos en los que parecen reinar con absoluta impunidad las verdades absolutas. Abundan las personas que, desde la precariedad mental más evidente, lanzan consignas lapidarias que establecen sus juicios y opiniones en territorios situados más allá de toda duda.
Dada la pobreza crítica con la que tragamos todo aquello que nos llega, las sandeces más bochornosas aparecen en el discurso y permanecen como verdades incuestionables. Nuestras conversaciones están llenas de lugares comunes del tipo: -…es lo que ha dicho fulanito o menganita… – el otro día lo escuché en la tele… o, – debe ser cierto, porque me lo dijo García… De tal manera que repetimos de forma inconsciente y maquinal lo que oímos aquí y allá. Hablamos por boca de cántaro y nuestro espíritu crítico vive en unas perpetuas vacaciones; y así nos va.
Todo lo cual no significa que hayamos de caer en la indeterminación más absoluta y no podamos establecer al menos unos criterios de verosimilitud, aunque ello suponga analizar –como en Rashomon- una determinada realidad desde distintos puntos de vista y a partir de ahí, establezcamos nuestra opinión al respecto, que siempre será cuestionable y efímera.
La realidad es un caleidoscopio; basta un leve giro de muñeca para que sus elementos se configuren de manera diferente y cambie por completo su perspectiva.
Cuando escucho a alguien comenzar una frase con la consabida muletilla: -yo eso lo tengo muy claro…
Echo a correr.