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Opinió

El avispero del Magreb y el Gobierno de España

La Veranda de Rafa Rius

Corrían los años 80 del pasado siglo y la región del Magreb disfrutaba de una calma relativa. El islamismo yihadista aún no se había internacionalizado. La Libia de Gadafi seguía exportando gas y petróleo, Argelia también; Túnez no tenía combustibles fósiles pero tenía turismo y el Rey de Marruecos poseía los fosfatos de Fos Bucráa y el banco de pesca de Aioun , robados a los saharauis que seguían sobreviviendo a duras penas en el desierto de Tinduf. La situación podría definirse como de una calma tensa.

Se desperezaba el mes de julio y yo me encontraba a la sazón, por razones que no vienen al caso, en la frontera de Zoudj Baghel entre Marruecos y Argelia. Llevaba todo el día esperando en la oficina de los gendarmes argelinos junto a un francés loco que pretendía cruzar el desierto en un ciclomotor; más de 12 horas sin que los aduaneros se dignaran sellarnos el pasaporte: “Monsieur, vous savez? C’est le Ramadan: on mange pas, on peut pas travailler”

Caía la tarde interminable y tórrida de julio y yo me había amodorrado sobre un banco de madera, cuando una confusa algarabía me espabiló. Los funcionarios corrían enloquecidos en todas direcciones, al parecer había entrado en la sala un murciélago con el radar averiado que no encontraba la salida. Los gendarmes lo perseguían arriba y abajo mientras el bicho iba dándose golpes contra las paredes.

Después de la larga y ardiente espera, yo observaba la escena poseído por una sensación entre onírica y surreal mientras pensaba que lo que llamamos realidad no es sino un caleidoscopio con múltiples facetas que jamás lograremos comprender.

Me vino ahora esta escena a la memoria mientras me encontraba reflexionando sobre las complicadas relaciones internacionales entre países cuyas acciones y decisiones se asemejan en demasiadas ocasiones a murciélagos con el radar averiado y cuyas consecuencias las pagan siempre sus ciudadanos más en precario; todo ello a propósito del lío a cuatro bandas que se ha montado entre Argelia, Marruecos, España y un pueblo saharaui del que al parecer nadie se acuerda. Y además, convendría no olvidarlo, con muchos otros actores interesados, observando la acción entre bastidores para hacer valer sus intereses cuando la ocasión lo requiera y unas víctimas, por supuesto africanas, que siguen muriendo a diario y que a nadie parecen interesarles lo más mínimo.

Demos un breve repaso a la situación en la zona del Magreb:

Libia es un país totalmente desestructurado. Lo peor que le puede pasar a una dictadura es que lo que venga después sea aún peor. Es lo ocurrido en Libia. Con la ayuda interesada de las potencias encuadradas en la OTAN – la misma OTAN que ahora se pone de perfil en Ucrania- y con la habitual excusa de lucha contra el terrorismo, bombardearon y masacraron –literalmente- el régimen de Gadaffi y acto seguido, se lavaron las manos dejando sobre el terreno un caos poblado de mafias tribales de todo tipo con dos centros de negocio bien diferenciados y enfrentados: Bengasi al Este, dedicado a la explotación de los recursos de combustibles fósiles y Trípoli al Oeste, donde se ha establecido el negocio de la venta de las armas procedentes de los bien surtidos arsenales de Gadaffi.

En total, para un país de menos de ocho millones de habitantes, con más de 1/3 de ellos por debajo del umbral de pobreza, se calcula que hay unas 600.000 personas migrantes en él, la gran mayoría procedentes de Oriente Medio y el África subsahariana, víctimas de detenciones arbitrarias, tortura y violencia, incluida la violencia sexual. En Libia, las diversas y numerosas autoridades y los no menos numerosos miembros de milicias y grupos armados responsables de crímenes de derecho internacional, gozan de una impunidad casi total. Las elecciones prometidas se han aplazado varias veces sine die.

Túnez es probablemente el país más estable de la zona. Aunque no tiene recursos petrolíferos, tiene un potente sector terciario con un turismo consolidado por el atractivo de los numerosos vestigios cartagineses y romanos. Aún así, en los últimos días, miles de manifestantes han vuelto a salir a las calles de Túnez para protestar contra el referéndum constitucional convocado por el presidente Kais Saied, con vistas a consolidar su dominio casi absoluto de la política nacional.

Por lo que se refiere a Argelia, un país con ingentes recursos de gas y petróleo, la economía sigue estando dominada por el estado, un legado del modelo de desarrollo socialista posterior a la independencia del país. Tiene una población trabajadora formada fundamentalmente por funcionarios y en lo que se refiere a los derechos humanos, está muy lejos del aprobado.
Miles de solicitantes de asilo y migrantes fueron expulsados a Níger sin el debido proceso. Continua la discriminación de las mujeres en la ley y en la práctica, y las relaciones homosexuales siguen estando penalizadas. Tras las elecciones legislativas de junio del 2021, en las que se registró la participación más baja en 20 años, en agosto, Argelia rompía relaciones diplomáticas con Marruecos. Las protestas iniciadas en 2019 inicialmente contra la candidatura de un moribundo Abdelaziz Bouteflika a un quinto mandato y reclamando la salida del régimen y un cambio en el sistema político, conocidas como el Hirak argelino, continúan en estos momentos frente a los intentos del Gobierno de consolidar un poder autocrático.

En Marruecos, muchas familias viven bajo unas condiciones de vida deplorables, y en situaciones de extrema pobreza, por lo que los niños se ven obligados a abandonar la escuela para buscar trabajo. En la actualidad la explotación infantil afecta a muchos niños entre 5 y 14 años de edad, que tienen que trabajar para sobrevivir.
En cambio, el Rey Mohamed VI es el dueño del Estado: nombra el gobierno, es la máxima autoridad religiosa y militar y controla la economía con una fortuna estimada de 6000 millones de $; posee 12 palacios y 600 coches de lujo así como uno de los yates privados más grandes del mundo; eso sí, todos sus gastos son sufragados por el Estado. Ese es el amigo de España que tiene la solución para el Sáhara.

Así las cosas, en el marco de un equilibrio regional magrebí de tan alta inestabilidad, a nuestro inefable presidente Sánchez, no se le ha ocurrido otra cosa –presionado por quien él sabe- que meter un palito para agitar el avispero e introducir un peligroso factor de desestabilización, con la aceptación del plan del rey de Marruecos para apoderarse definitivamente del Sáhara Occidental.

Por si todo lo dicho fuera poco, se ha producido (coincidiendo en el tiempo, su repercusión social y política con la celebración en Madrid de una cumbre de la OTAN, qué casualidad) una nueva masacre en la valla fronteriza de Melilla, en la que los gendarmes marroquíes, en connivencia y colaboración con los cuerpos represivos españoles, han asesinado a varias decenas de migrantes africanos. Tras lo cual, el compañero presidente Sánchez ha felicitado calurosamente a los agentes implicados de ambos países por su brillante desempeño. Dejando a un lado la desvergüenza inhumana de nuestro amado presidente, las últimas muertes en la frontera, ponen de manifiesto por si falta hiciera, de un lado, la inutilidad de ceder al chantaje del rey de Marruecos y sus aliados acerca del Sáhara y de otro, las dimensiones de una tragedia inacabable para la que las potencias neocolonialistas y expoliadoras de las riquezas africanas, son incapaces de encontrar una solución.

No importa: en las próximas elecciones seguiremos votando a los/las incapaces delincuentes que nos gobiernan. ¡Que no nos pase nada!

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