
El novísimo PP: chistes viejos con caras viejas
La Veranda de Rafa Rius
Dudaba entre otros titulares, por ejemplo: “El mito del cambio y el eterno retorno o lo que es lo mismo: el gatopardo llegado de tierras gallegas”. Por cierto (una divagación que viene a cuento) al final de Il Gattopardo, -una novela de los años 50, tan citada como poco leída- su autor Giuseppe Tomasi di Lampedusa, hace que Concetta, la hija y heredera del príncipe de Salina, coja al gatopardo disecado (una lince la muchacha) y, en un acto simbólico, arroje al emblema de la familia por la ventana. Así es como finalmente consigue deshacerse de símbolos y ataduras familiares.
Aquí en cambio, no se ha defenestrado a casi nadie. El PP, al único que ha arrojado por la ventana en Sevilla, ha sido al desdichado Casado que ya estaba más que amortizado, así que: Sras., Sres, todo preparado para que llegara de Galicia la gran esperanza blanca que va a conseguir hacer renacer la esperanza en las filas conservadoras. No más corrupción, no más navajeo interno por la espalda, no más espionajes a los colegas, no más intrigas genovesas, no más mirar de reojo a VOX.
Ahora están ¡Por el cambio! (perdón, no, que eso era un lema socialista; es que como los tópicos y las consignas se repiten tanto, al final uno se confunde)
Pues nada, ahí tenemos a Nuñez Feijóo, dispuesto a refundar el PP sin refundarlo. ¿Qué tiene de diferente a lo que había?, al parecer, poca cosa. Después del congreso de Sevilla, las aguas parecen –digo parecen- haber vuelto a su cauce. Hasta el propio Casado ha estado elegante, ha dejado su escaño en el Congreso, ha sonreído de medio lado y ha guardado sus rencores para mejor ocasión. Núñez Feijóo por su parte, ha pronunciado en su congreso un discurso rajoiano, es decir, ni sí ni no, sino todo lo contrario y lo único que –repito, parece- que va a cambiar es el tono de insultos zafios que sólo conseguían desmerecer al que los pronunciaba. Como en cualquier caso, los escándalos de corrupción y trapicheo siguen creciéndole como setas tras la lluvia, porque, como diría el escorpión, es su naturaleza, pues ya veremos como les va.
En cualquier caso, es de prever un acercamiento a los estándares de los partidos conservadores europeos en su intento de no dejarse arrastrar por la ola neonazi; en España en cambio, de no conseguir mayorías absolutas, poco previsibles, el PP está condenado -gustosamente por lo que parece- a contar con VOX, tanto en los parlamentos como en los posibles gobiernos. Podemos predecir que intentará subirse al carro de aquello tan viejo y etéreo del centro-derecha que ni ellos mismos saben muy bien lo que es… y poca cosa más.
El problema de la llamada derecha es que a la hora de proponer políticas, tienen pocos argumentos confesables que no sean la mentira y el disimulo, porque las razones reales de defensa de los intereses de su clase y de su Iglesia, esos no los van a divulgar, así que se entretienen navegando entre tópicos y retóricas vacías, apoyados en sus símbolos eternos –Dios, Patria, Rey- y , ya digo, poco más, porque en su lonja hay poco pescado de ideas para vender. Y, además, buena parte de ese discurso, ya se lo han robado, por una parte VOX y por otra el PSOE.
Así que, para no acabar como la derecha gaullista francesa, sumida en la inanidad, sólo cuentan con una considerable masa de votantes fieles, -buena parte de ellos conservadores con poco o nada que conservar- inasequibles al desaliento y a los que por lo que parece, no les importa que en sus gobiernos, reiteradamente, parte de los recursos públicos se desvíen a concesiones fraudulentas para sus amigos y familiares (el otro día escuchaba a una señora: -qué pasa si le dan contratas de sanidad a la hermana de Feijóo o al hermano de Ayuso, alguien lo tendrá que hacer, ¿no?; yo haría lo mismo) … y así nos va.