
Tren
La Veranda de Rafa Rius
Desde que mediado el siglo XIX, los primeros raíles y las primeras traviesas comenzaron a dibujar caminos de hierro a través de los campos de una España entonces no tan vaciada, el tren se instaló en la cotidianeidad de los paisajes y los paisanajes con total naturalidad. Fue uno de los pocos elementos –si no el único- que, procedente de cartier replica watches la inicial industrialización, se integró con total naturalidad y desde el primer momento en la vida de las gentes.
Casi todos los pueblos tenían su estación que constituía uno de los centros de socialización más señalados. Allí se iba a esperar a los que venían o a despedir a los que se iban, a recoger el correo, a vender o a comprar. En los cruces de líneas más importantes, la estación estaba situada en el centro con un andén a cada lado y una fonda en medio donde se podían degustar potajes de legumbres o bocadillos regados con chatos de vino a cañas de cerveza, y con tranquilidad, porque entonces los trenes hacían “parada y fonda” y las esperas podían llegar fácilmente a la media hora.
No importaba, nadie parecía tener prisa, los trenes llegaban cuando llegaban y partían cuando partían. Eso sí, además de los “correos” que paraban en todas las estaciones para repartir la correspondencia, estaban los “expresos” de largo recorrido que a veces alcanzaban terroríficas velocidades de 80Km/hora y sólo paraban en las estaciones más importantes. Sus vagones estaban divididos en departamentos en los que las personas que los ocupaban panerai replica watches durante el largo trayecto (Barcelona – Coruña: 24 horas) hacían vida social y compartían comida y experiencias.
Todo eso, hace tiempo que acabó y ahora nos ha invadido la “alta velocidad”, trenes bala que cruzan como una exhalación ante la perplejidad de los paisanos. 300Km/h que no llevan a ninguna parte y sólo unen ciudades importantes. A las pequeñas ciudades y a los pueblos… que les den. Esa función fundamental del ferrocarril que era vertebrar territorios y comunicar diferentes núcleos demográficos se ha acabado porque, al parecer, no es rentable. Claro, no es rentable en términos estrictamente económicos que es la única rentabilidad que conocen nuestros políticos de los diferentes partidos que durante el último medio siglo se han dedicado con un denuedo digno de mejor causa, a desmontar toda la red ferroviaria que no fuera el AVE. Un AVE que, además, sólo es negocio para las grandes constructoras durante su construcción, porque su explotación comercial, ya es otro cantar y las pérdidas se acumulan imparablemente. Da igual: el negocio ya está hecho durante su construcción y las correspondientes comisiones y mordidas, han sido cobradas puntualmente. La rentabilidad social del tren convencional parece que no les importa en absoluto.
Una tras otra se van desmantelando y suprimiendo líneas alegando falta de rentabilidad, ignorando (a sabiendas) que un servicio público no tiene por que ser rentable desde el punto de vista económico, puesto que ya lo sufragamos suficientemente con nuestros impuestos. Todo ello mientras otras partidas prescindibles, como el desmesurado e injustificado gasto militar, va aumentando año tras año.
Numerosos testimonios literarios y cinematográficos han dado cuenta de iwc replica la presencia y la importancia del ferrocarril en la vida de las personas. Desde hace no tantos años, cuando los viajeros debían cerrar las ventanillas para evitar que entrara la carbonilla procedente de la locomotora de vapor hasta ahora mismo cuando prácticamente toda la red ferroviaria está electrificada, el tren convencional ha demostrado ser el transporte público más eficiente, barato y ecológico. Recuperarlo en su auténtica dimensión social, no sólo debería ser una una obligación ética ineludible sino una necesidad prioritaria tanto desde el punto de vista de la sostenibilidad, como desde el punto de vista relacional humano.
Ninguno de los gobiernos que hemos sufrido durante 50 años de supuesta democracia ha sabido ni querido verlo así. Afortunadamente, cada vez más personas están tomando conciencia del problema y optan por salir a la calle a demandar la vuelta del tren como columna vertebral de nuestras comunicaciones para todos los territorios y no sólo como instrumento de negocio para unir las grandes ciudades.
Esperemos que no sea demasiado tarde.