Malditas Fronteras

La Veranda de Rafa Rius

En el ancestral mundo de la Prehistoria paleolítica, en tierras de cazadores recolectores con sus grupos en continuo movimiento, yendo siempre de aquí para allá en busca de alimento, a nadie se le ocurría establecer otras fronteras que las condicionadas por la caza o la recolección. Desde entonces, a partir del Neolítico, con el desarrollo de la agricultura y la ganadería y el consiguiente establecimiento de residencias fijas, empezaron a demarcarse los respectivos territorios y aparecieron los límites y las fronteras. Y así hasta ahora, donde sólo queda un puñado de pueblos originarios que ignoran las líneas divisorias de su espacio vital.

Hemos retrocedido progresivamente en el proceso de humanización. A todo lo largo de la historia, desde la Antigüedad hasta nuestros días, las fronteras han configurado cada vez más, un relato de violencia y de muerte. La novedad desde no hace tanto tiempo es que las causas de la brutalidad fronteriza han pasado, de ser el deseo imperialista de poseer nuevos territorios, (ahora estamos en la mismas, pero se hace por otros medios económicos y tecnológicos) a estar motivadas por la represión de las migraciones de miles de personas inocentes que huyen de la guerra o el hambre; una represión despiadada que en muchos casos oculta oscuros intereses y en la que los migrantes ejercen de chivos expiatorios y moneda de cambio.

Si no hace mucho era el rey de Marruecos quien amenazaba desde el Sur la frontera española y europea, trasladando hasta ella a centenares de migrantes como chantaje, con la burda e increíble excusa de la ayuda sanitaria prestada a un miembro del Frente Polisario, ahora el chantaje proviene del Este, colapsando la frontera de Bielorrusia con Polonia y Lituania con una avalancha de miles de emigrantes procedentes en su mayoría de Oriente Medio, la región más masacrada del planeta.
En estos momentos, en la frontera de Bielorrusia con Polonia y Lituania, mas de 4000 personas acampan, intentando atravesar las alambradas que los separan de la mitificada Unión Europea, una UE que los buitres de costumbre , negociantes de precariedades y miedos, les han vendido como un paraíso de leche y miel donde atan los perros con longanizas. Además de tras la frontera, según los residentes de Minsk, la capital, cientos de personas acampan en centros comerciales, pasajes subterráneos y entradas de edificios residenciales de toda la ciudad en espera de poder llegar a la UE.

Para mayor ironía, la zona es conocida como “Wrota Lasu”: la Puerta del Bosque, porque da acceso a uno de los últimos bosques primordiales del continente que alberga la mayor población de bisontes europeos del mundo y es Patrimonio Mundial de la Unesco. Allí, eso sí, para los migrantes, una botella de agua cuesta diez veces su valor y hasta la recarga de móviles hay que pagarla. Entretanto, el primer ministro polaco Mateusz Morawiecki declaraba: «Este ataque que está llevando a cabo (el presidente de Bielorrusia) Lukashenko tiene su cerebro en Moscú. El autor intelectual es el presidente Putin». Aguda observación que ya presuponíamos.

Y, lo único que subyace como evidente en el fondo de la cuestión, es que todo este despropósito criminal que tanto sufrimiento está causando a esas personas abandonadas en medio del frío paisaje de un hermoso bosque centroeuropeo, resulta cualquier cosa menos casual e inocente. Oscuros y poderosos intereses los han llevado hasta ese infierno y son los responsables de lo que se prevé como una auténtica tragedia humanitaria. Entretanto, esos responsables, calentitos en su sillón, mueven ficha en el miserable tablero geopolítico.

Y como todo lo que va mal, puede empeorar, ahora mismo, los dos complejos turísticos polacos más grandes de la zona, Zubrowka y Bialowieski, casi parecen campamentos militares: solo alojan miembros de las fuerzas de seguridad y tienen aparcados en el exterior numerosos camiones de tropas. Por su parte, al otro lado de las alambradas, Putin y Lukashenko realizan maniobras militares en la región y cuantiosos aviones de guerra sobrevuelan el idílico paisaje.

Que no les pase nada a los refugiados, convertidos en simple moneda de cambio, porque como se desate el conflicto latente, ya sabemos quien va a salir perdiendo.

Ya digo, ¡Malditas sean las fronteras!

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