Vidas ejemplares: comisario Villarejo

La Veranda de Rafa Rius

Recientemente ha sido abierta una nueva causa a su nombre y aún le quedan unas cuantas. Villarejo (sinónimo de aldehuela) ha sido –y muy probablemente aún lo sea- un personaje clave y paradigmático dentro de la abigarrada fauna de depredadores que ha pululado durante 40 años y sigue pululando, a todo lo largo y ancho de esa España de nuestras transiciones – traiciones y nuestros Gobiernos de bipartidismos rampantes y turnantes en sus lenocinios.

Parafraseando a Groucho, diríamos que Villarejo fue capaz de ascender desde la inanidad y la sordidez de una comisaría hasta las más altas cimas de la miseria de una corrupción institucionalizada y sistemática.

Su caso no es la excepción sino la regla general; multitud de compañeros suyos han sido pillados haciendo lo mismo, sin embargo él ha demostrado ser el más listo de todos y su único problema ha sido pasarse de frenada confiado en su evidente y sempiterna impunidad. De cualquier manera, su trayectoria es ejemplar porque puede servir de ejemplo para todas aquellas personas que quieran medrar desde los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado (vulgo: pasma o bofia) y hacerse con un capitalito en algún paraíso. La trayectoria profesional de Villarejo debería ser estudiada como asignatura troncal en las academias de policía.

En cualquier caso, su hábitat natural han sido las cloacas y es por ellas por donde fluye toda la mierda que los distintos estamentos del poder y la sociedad en general producen. A partir de ahí, tan sólo se trata de saber utilizar convenientemente (cámaras de botón, micros ultrasensibles, ordenadores hackeados…) todo el arsenal tecnológico a su disposición. Y lo que resulta evidente es que el ex comisario ha sabido moverse entre la mierda como nadie. El ingente volumen de información comprometida y comprometedora que ha ido acumulando durante sus muchos años de hozar en las alcantarillas y dosificar el destape – “hoy filtro esto, aquello me lo guardo para mejor ocasión” – le va a permitir navegar por los procelosos mares judiciales contando con la connivencia de unos jueces venales, proclives a mostrarse comprensivos con unos asuntos suficientemente turbios como para que puedan salpicar territorios y personas que, según ellos, deberían estar más allá del bien y del mal.

Por otra parte, en el currículum de tres páginas en el que detalla su trayectoria en el Cuerpo Nacional de Policía, aparte de las numerosas operaciones en las que intervino durante 30 años de abnegado servicio y los reconocimientos a su trabajo, hace constar su formación académica: miente. Dice estar en posesión de dos licenciaturas universitarias y de un doctorado. En realidad, según un portavoz de la Universidad Complutense, posee una licenciatura en Derecho, obtenida siendo ya policía, y un inicio de Doctorado que nunca acabó. En Valladolid obtuvo el título de Estudios Policiales, lo que en otras universidades se conoce como Criminología. El resto de su currículum académico es pura imaginación.

En 1992, año de grandes cosechas y eventos, se inauguró en Madrid una sociedad que bajo el nombre de Stuart & Mckencie Spain SL, tuvo como primer administrador único a José Manuel Villarejo y según consta se dedicaba a: “intermediación en la prestación de servicios jurídicos y legales de asesoramiento y gestión en materia legal, contable, tributario y financiero, de relaciones sociales, laborales, administrativos y urbanísticos” ; un amplísimo campo de actividades que podríamos resumir en meter la cuchara en cualquier cosa que diera dinero.

Ahora, Stuart & Mckencie Spain SL, es una de las empresas investigadas en el marco del caso Tándem por facturar servicios a clientes valiéndose presuntamente de información a la que tenía acceso por su condición de funcionario de policía.

En 1993 José Manuel Villarejo acabó la excedencia que había iniciado en 1983 y se reincorporó como agente encubierto adscrito a la Secretaría de Estado de Interior. Con todo, se mantuvo como administrador único de dicha sociedad hasta el 18 de septiembre de 1996, según la información del Registro Mercantil.

Al fin había encontrado su lugar en el mundo. Bajo el paraguas de “agente encubierto” podía llevar a cabo todos los trapicheos y espionajes para sus clientes con total impunidad y, eso sí, todo convenientemente grabado por lo que pudiera pasar. Sin embargo, al final, era todo tan descarado que sus superiores no tuvieron más remedio que levantar las alfombras y hacer ver que lo habían pillado con el carrito del helado para que sus trapicheos no salpicaran más altas y sensibles instancias.

Actualmente, Villarejo está en la cárcel de Estremera (Madrid) desde el 5 de noviembre de 2017, días después de su detención por la posible comisión de delitos de blanqueo de capitales, organización criminal y cohecho. El juez Diego de Egea rechazó el pasado 4 de octubre por última vez la excarcelación de Villarejo, al seguir apreciando que sigue existiendo riesgo de fuga por la gravedad de los delitos que se le imputan y la elevada pena de prisión a la que podría enfrentarse en el futuro. El instructor también considera que podría obstruir nuevas líneas de investigación que se pongan en marcha con la información que arrojen las comisiones rogatorias cursadas a siete países.

Aún le queda un largo trayecto judicial por recorrer, porque como chivo expiatorio no tiene precio. Si la información que aún guarda no lo remedia, pagará por las culpas de toda la tribu de corruptos y ladrones y su cabeza de turco quedará expuesta a la vergüenza pública, mientras otros como él aprovechan para seguir su inestimable y necesaria labor porque la sombra de Estado es muy alargada y las cloacas deben seguir funcionando a pleno rendimiento para evitar que la mierda se desborde y acabe afectando a quien no debe.

José Manuel Villarejo, dechado de virtudes policiales, ¡que otros compañeros sigan tu camino y acaben donde tú!

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