¿Réquiem por la comunicación interpersonal?

La Veranda de Rafa Rius

Ahora ya no se escriben y por tanto no se reciben cartas por correo al estilo del XIX o incluso del XX. De hecho, las personas menores de 40 años, posiblemente jamás hayan escrito una. Eso sí, nuestros buzones están rebosantes de comunicaciones bancarias, reclamos publicitarios y en época electoral, comunicados de los distintos partidos, vendiendo cada cual su burra en forma de papeleta. Como nuestros buzones físicos no disponen de tecla spam, se lo tragan todo. Consumimos montañas de papel inservible y después nos quejamos de que cada vez sobrevivan menos bosques.

El caso es que nos estamos quedando sin interlocutores, sin espacios interpersonales para la reflexión escrita y comunicada. En la sociedad cibernética los mensajes escritos son necesariamente breves y por lo general, tan banales como prescindibles, con los emoticonos como paradigma y elemento casi inexcusable del discurso. En este contexto, Tuiter o Guasap, pongamos por caso, con su número obligatoriamente limitado de caracteres, imponen su ley de manera casi absoluta y crean un hábito de expresión que dentro de muy poco, resultará difícilmente prescindible, si no lo es ya. Si a ello le unimos unos mal llamados medios de comunicación, en los que esa espuria comunicación, adecuadamente manipulada por las empresas propietarias, siempre circula en una sola dirección, sin posibilidad alguna de intercambio entre el emisor y el receptor, el círculo de confinamiento, queda por fin cerrado.

Por si esto fuera poco, obviamos demasiadas veces  las comunicaciones directas y cara a cara entre personas, que frecuentemente quedan reducidas en la práctica a un teléfono móvil omnipresente, en manos de legiones de zombis movildependientes que utilizamos exhaustiva y compulsivamente nuestro telefonillo aunque tengamos al interlocutor frente a nuestras narices.

Estamos ahítos de recibir a diario toneladas de información aparentemente banal pero en ningún caso inocente frente a la que nuestra única defensa es seleccionar nuestros propios datos y a partir de ellos, elaborar nuestra visión personal y crítica del tema que nos ocupe.

Así las cosas, sólo nos queda el recurso a esta especie de cartas abiertas, dirigidas específicamente a cada uno de sus lectores y que demandan algún tipo de respuesta transitiva porque la comunicación nunca debería ser unidireccional sino continuo intercambio de pareceres.

¿Dónde quedaron esas tertulias inacabables en las que se arreglaba el mundo frente a una cerveza o un vaso de ron?. ¿Dónde esos sabotajes cotidianos contra la notoria injusticia? La posible solución parece sencilla: debatamos y escribamos más y sobre todo, practiquemos más la acción directa y comprometida sobre la realidad.

La carta postal ha muerto. ¡Vivan las mil formas de comunicación no mediatizada entre las personas!

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