
Homo sacer en el Tarajal
La Veranda de Rafa Rius
En Derecho Romano, homo sacer era la tenebrosa figura jurídica que aludía a una persona sin derechos de ninguna clase y que por tanto, podía verlos atropellados con total impunidad para el atropellador. Pero no es necesario retroceder veinte siglos; en la actualidad también existen sobrados ejemplos: hace algo más de 15 años, el filósofo Giorgio Agamben (Homo Sacer. El poder soberano y la nuda vida, Pre-textos – 2004) nos lo recordaba en su muy interesante texto. De entrada, en latín, la palabra sacer, posee una aparente contradicción semántica en sus dos acepciones: sagrado y maldito. Dos acepciones que quizás no sean tan contradictorias como parece y tal vez no haga falta remontarse tanto en el tiempo para comprobarlo.
A lo largo de la Historia y hasta ahora mismo, podemos encontrar numerosos ejemplos en los que algo sagrado -la vida humana, puesto que es única e insustituible- puede ser al mismo tiempo, considerado algo maldito, abominable y por tanto prescindible. Es lo que Agamben denominaba la nuda vida, es decir, una vida que no vale nada en términos de valor de uso o de cambio y por tanto puede ser eliminada sin más problema que deshacerse de los restos.
En los últimos tiempos, tenemos numerosísimos ejemplos en los que se pone de manifiesto la consideración de homo sacer por parte de los distintos estamentos del poder, para aquellas personas más desprotegidas, que pueden ser sacrificadas al margen de cualquier Ley y sin mayores consecuencias:
Guantánamo, Abu Graib, rohinyas en Birmania, prisioneros palestinos en Israel, saharauis en las prisiones de Marruecos, víctimas de paramilitares de Bolsonaro en las favelas de Río… tantos y tantos otros no-lugares de indignidad, tortura y muerte… y ahora mismo, El Tarajal.
El Tarajal, donde –dejando aparte la actuación de la monarquía alauita que siempre ha dado más que sobrados ejemplos de su desprecio por la vida humana y la consideración de las personas como objetos- el ministerio del Interior y el de Defensa del Gobierno español, contraviniendo todos los acuerdos internacionales al respecto, empezando por la Declaración Universal de Derechos Humanos firmada en su día por España, han manejado a las personas migrantes de manera denigrante y totalmente inaceptable para un Estado que dice ser “de Derecho”. No se puede tratar a las personas como bestias, al margen de cualquier normativa jurídica aceptable. No se pueden devolver a palos y en manada, a medida que van entrando y sin hacer la preceptiva identificación individual y el adecuado examen médico para verificar las condiciones en que se encuentran.
Durante la dictadura argentina, se llamaban de manera muy gráfica “chupaderos”, esos lugares sin nombre donde los asesinos del poder hacían desvanecerse en la nada miles de vidas humanas, ahora se llaman Guantánamo, Lesbos, Lampedusa, Libia, Tarajal… el moderno homo sacer desaparece al margen de cualquier precepto legal –y si las leyes vigentes no se adaptan a sus necesidades, se retuercen esas leyes hasta donde haga falta- y queda eliminado ante nuestra mirada desafecta sin que aparentemente nunca pase nada.
En Derecho Romano, adquirían la condición de homo sacer aquellas personas acusadas de cometer supuestamente un delito. Ahora no es necesario, sólo con una falta administrativa como el no poseer pasaporte, es suficiente para ser un homo sacer y desaparecer en cualquier inicua frontera tragado por la crueldad y la vileza de los que se creen poderosos.
En el Código Penal actual, ya no existe la figura del homo sacer. No existe en la teoría de las leyes, pero en los hechos cotidianos de la vida real siguen existiendo numerosos homines sacer : de ahí los carceleros, los militares, las diversas policías… Si no existieran, habría que crearlos. Estado los “necesita” para controlar y justificar la existencia de unas políticas represivas que le permitan sostener un statu quo que le conviene para mantener los privilegios de sus privilegiados.