La Veranda de Rafa Rius
¿En tiempos de desolación no hacer mudanza? Muy al contrario. Parafraseando y rebatiendo al fundador de los jesuitas, cabría objetar que es en tiempos de desolación, precisamente en tiempos de desolación, cuando hay que hacer mudanza.
Frente a la opción jesuítica del inmovilismo conservador cuando las aguas bajan revueltas, no fuera a ser que zozobre la embarcación de los poderosos – postura perfectamente comprensible desde su óptica de defensa inquebrantable del statu quo- habría que objetar que, para toda aquella mayoría social de personas que soportamos unas condiciones de vida indignas, es en los momentos convulsos de alteración de los modelos sociales al uso y de las inicuas normalidades nuevas y viejas, insoportables y enervantes, cuando deberíamos explorar y explotar las contradicciones inherentes a un sistema – que se antoja eterno pero que es efímero como todo lo que viaja instalado en el tiempo- justamente en los momentos en que trastabilla y muestra de manera palpable sus debilidades.
De la misma manera que los especuladores, traficantes y usureros de toda ralea, desprovistos de cualquier barrera ética, ladinos carroñeros pertinaces, aprovechan las crisis de todo tipo y la desolación que de ellas se deriva, para hacer caja y mejorar sus cuentas de resultados con el sufrimiento de la mayoría, también podríamos conjeturar que es precisamente entonces cuando habría que aprovechar que están entretenidos con sus rapiñas para instrumentar nuevas formas de boicot y lucha, imaginativas y diferentes, que fueran minando las estructuras de un capitalismo al borde de su autodestrucción, arrastrado por su propia desmesurada codicia.
El crecimiento de la producción industrial y los beneficios financieros, es de pura lógica eco-lógica que no puede ser permanente ni ilimitado. Por otra parte, los mecanismos de defensa del actual sistema ultraliberal de mercado no son infalibles y presentan numerosos puntos débiles como estamos pudiendo experimentar en los momentos actuales. Es por tanto en situaciones así cuando es factible investigar cuales son esas brechas abiertas en su aparentemente monolítica estructura y actuar en consecuencia.
Como hemos podido comprobar hasta la saciedad tras muchos años de experiencias y evidencias de todo tipo, poco podemos esperar de esos cantos de sirena de ilusorias democracias parlamentarias que no son sino teatrillos fuleros repletos de palabras huecas, mala leche y quiméricas declaraciones de intenciones que solo sirven para perpetuar la ignominia. También los fascismos y los comunismos autoritarios han hecho patente su fracaso durante el siglo XX.
Frente a todo ello, bueno seria aprovechar la que esta cayendo para desarrollar una visión crítica de la realidad que nos permita descubrir que sólo depende de nosotros el que cualquier cambio a mejor sea posible y descubrir que la fortaleza ominosa del poder dista mucho de ser inexpugnable. Todo lo que ha aparecido a lo largo del tiempo también puede desaparecer sin dejar apenas huella. Eso sí, para que eso suceda sería indispensable que creyéramos en nuestras posibilidades, nos organizáramos como mejor creyéramos oportuno y pasáramos a la acción. Los chalecos amarillos en Francia están transitando un posible camino. A río revuelto, ganancia de perdedores. Frente a la pandemia, “pansolidaridad”.
Recordemos siempre que torres más altas han caído.