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Opinió

Yo zoi ejpañó, ejpañó, ejpañó…

La Veranda de Rafa Rius

“Sin ciudad, sin casa, sin patria,
Un mendigo, un vagabundo
Con pan para un solo día.”
Diógenes Laercio

Desde los lejanos tiempos helenísticos de Antístenes y Diógenes en los que los filósofos cínicos observaron que el mundo es un pañuelo y se declararon ciudadanos del cosmos, el patriotismo ha venido siendo de manera consecuente para muchas personas, una pasión de idiotas que sólo acarrea violencia, dolor y frustración.

Teniendo esto en cuenta, si además, por avatares de los tiempos históricos y de la insoslayable estupidez humana, dos patriotismos colisionan, entonces: los conflictos, las limpiezas étnicas, las masacres, las guerras, los campamentos de refugiados…

En ese territorio al que llaman España, desde hace algún tiempo se han venido dando los enfrentamientos entre el Estado central y algunas de sus periferias. Primero fue en Euskadi, con su fracasado intento de guerrilla etarra y después, desde hace una década se viene desencadenando en Catalunya ante la insensatez y los despropósitos de todos los políticos implicados en uno y otro bando.

Desde los medios de manipulación informativa del sistema, se clama sin piedad contra los independentistas. Pues bien, más allá del derecho inalienable a decidir su futuro y teniendo en cuenta que los patriotas catalanes se encuentran lejos de buscar nuevas formas de organización social no estatal, como están intentando ahora mismo los kurdos, no seré yo quien defienda la lucha contra un Estado para acabar creando otro Estado similar, pero desde todos los medios y de manera obviamente interesada, se está soslayando el hecho de que el verdadero problema de fondo no es otro patriotismo que el español, verdadero objeto de deseo y disputa de todos los políticos españoles, que así pretenden rentabilizar en votos su pasión patriótica.

Abascal, Casado, Rivera y por supuesto Sánchez, pero también Iglesias y Errejón, proclaman en cualquier ocasión y a los cuatro vientos, su imperecedera españolidad, sobre todo en tiempos de elecciones, que últimamente son casi todos. El patriotismo más desaforado y casposo parece que vuelve a crecer con fuerza nueva en los páramos de España, vuelve a estar de moda, quizás porque nunca ha dejado de estarlo. Y así, el nacimiento de cualquier persona en un determinado contexto histórico y geográfico, que por razones obvias es un hecho puramente aleatorio, se convierte en motivo de injustificado orgullo, cuando, de manera evidente, no se ha hecho nada personal al respecto.

Por otra parte, lo que algunos llaman el franquismo sociológico, esa España de José Antonio Primo de Ribera, “portadora de valores eternos y unidad de destino en lo universal”, junto con el lastre secular de un nacional catolicismo de sotanas pardas y pecados omnipresentes, siempre han estado ahí. Siempre han permanecido junto a nosotras no sólo durante 40 años de franquismo sino también durante esos 40 años de eufemismo tramposo que ellos llamaron Transición y calificaron de ejemplar, cuando no era sino un sórdido viaje de ninguna parte a ningún lugar, un viaje – en palabras de Groucho – de la nada a la más absoluta miseria, para acabar donde solíamos, donde nos querían ver para que todo permaneciera atado y bien atado. Para ello se hacía necesario cargar con todo un aparato simbólico – banderas, himnos, efemérides, desfiles militares, eventos deportivos – que convenientemente ritualizado y manipulado, se convirtiera en un mecanismo de sumisión a lo establecido de incuestionable eficacia.

Lamentablemente, el patriotismo no es una epidemia endémica española – Ya Brassens se mofaba de “los idiotas nacidos en algún lugar”. El ominoso fantasma patriotero se esconde tras el ascenso, a lo largo y ancho de todas las tierras de la vieja Europa, de los partidos más nazionalistas, que tradicionalmente se han situado en la derecha más extrema; quizás la novedad sea que últimamente los miembros de otros partidos pertenecientes a unas supuestas izquierdas que siempre habían proclamado su internacionalismo, les han comprado su discurso rancio y se aprestan con fruición a ser más devotos de la patria que nadie, conscientes del tirón electoral que posee el recurrir a enaltecer la tierra sagrada donde les han nacido.

Si a todo ello le unimos la estupidez inherente a todo grupo social convenientemente manejado y aleccionado, entonces, ya la hemos liao, entonces los tópicos, las simplificaciones, la identificación simbólica acrítica, la xenofobia y el “yo zoy ejpañó, ejpañó, ejpañó…”

En esas estamos.

4 COMENTARIOS

  1. Un ácrata en camiseta

    Tiene su enjundia el alegato de Rafa Rius, pero, hay un problema gravisimo el cual nadie quiere tocar, no vaya a ser que se abra la caja de Pandorilla y se ponga en evidencia la impotencia de quienes no siendo capaces de orientar sus vidas quieran conducir la de los demás. Tiene razón Rafa Rius poniendo en solfa a Tirios y Troyanos, pero el supuesto movimiento libertario se las trae en sus torpes implicaciones nazionalistas del adoquín y de las banderas. Aquí, salvo el honroso manifiesto de la CNT de Barcelona, que mete el dedo en la llaga de este merder superlativo. En donde tiene la valentía de manifestarse a contra corriente de toda esta farsa que no va a solucionar las necesidades de la clase obrera, de la juventud, pues esta última si tiene futuro, pero es muy negro. Ni los feminismos de cuarta generación ( no tengo nada en contra del feminismo histórico, de igual modo que tampoco lo tengo con el movimiento obrero al margen de sindicatos y demás ralea), ni CGTs. metidas hasta las cachas en todos estos problemas, y en estos menesteres está también la comunidad europea, el modelo de sociedad que quiere construir y si el sistema no tiene soluciones, los anti sistemas la tienen aún muchísimo más desquiziada. Aquí nadie es inocente, ya que el nihilismo nunca construyó ni construirá nada y todos estos tíos saturados de testosterona pasarán como un lapsus negativo en la necesidad de construir una sociedad más justa.
    ¡¡¡Insisto!!! Ni sororidades monjiles, ni patrias, matrias, ni fratichelis cofradías que nos quieran hacer bobos manejables y una cosa Rafa; total admiración y participación de la declaración de la CNT, posicionándose ante este dislate que nada resolverá para las clases trabajadoras, sino todo lo contrario; beneficia plenamente a la burguesía nacionalista catalana, a la que le come el terreno el poder de Bruselas y en donde los nacionalistas son y serán un mojón de mierda siempre, por aquello de donde hay patrón no manda marinero. Olé por la CNT de Barcelona.

    Emili Justicia

  2. Un ácrata en camiseta

    Un detalle; Los jefes están para «mandar siempre», aunque manden mal. Lo que es menester es prescindir de jefes, sicarios, mamones varios y de toda esa fauna parasitaria de la que nada bueno se puede esperar.

    Diógenes Justicia

  3. Un ácrata en camiseta
    con el asesoramiento del erudito Cagallero de la Tenaza.

    Escuchando la tertulia de los viernes (25 – 10 – 2019) me ha impactado enormemente los alegatos que se han esgrimido respecto al respeto ajeno, a las banderas y su legitimidad a ser reconocidas como símbolos legítimos de quienes las defienden y enarbolan. sobre ese respeto debido y supuestamente «legitimo» aquí estoy yo para tirar por tierra nuestro argumento falso y manipulador de semejante discurso. Lo que no decís y habría que saberlo, es que muchos de vosotros, que tanto pontificáis sobre la cuestión, es que muchos de vosotros sois hijos del sistema, cobráis sueldos del sistema y habláis como curas cuando al respeto o las banderas se refiere. En primer lugar; detrás de una bandera siempre hay un hijo de puta (subrayo el adjetivo calificativo) sea esta bandera de VOX, la de Zoï ejpaño, las sindicales, partidistas o feministas y por supuesto la de los nacionalismos periféricos. Una bandera es y siempre será un artefacto cargado de simbolismo y mucha mala uva, que siempre se enarbola contra los que no se arropan con ella. Son las banderas la justificación menos justificadas para el enfrentamiento e incluso el guerracivilismo y ninguna es lo que dicen ser. por tanto, si la lucidez nos empuja a cagarnos en ella, la que sea, tenemos el derecho y el deber a pasárnoslas por la entrepierna e inclusive limpiarnos el culo con ellas.
    Espero Alex Corrons, que por alusiones que me respondieras y me sacaras de error y la fobia que sufro con respecto a vuestras banderas.
    En cuanto al respeto que os voy a contar… si la racionalización de las banderas es pura basura, el respeto habrá que definirlo en cuanto a qué se debe el puto respeto. Respeto a la persona o respeto a lo que esta puede decir… cuando una opinión no se sujeta a razón o lógica alguna, ni merece respeto el discurso, ni tampoco la persona porque eso no es opinión, es otra cosa. El grave problema que tenéis es que habláis sentando cátedra, cuando la más de las veces se os ve el rabo, bien sea hablando de la clase obrera, la puta familia o de vuestra recetas impartidas urbi et orbi desde esos púlpitos montados es profeso para bulderos. La más de las veces respeto y chantaje emocional van cosidos en un mismo paquete para ser digerido como triaca venenosa. Con el marchamo del respeto, las banderas y «evangelios canónicos» amparado este en el puto estereotipo de la «Cultura», la vuestra, pretendéis adjudicaros una representación que nadie os dio. La clase obrera, los jubilados y ancianos que mueren por abandono de los servicios sociales (mil muertes al año) de los hijos de puta de familiares, de los hijos de puta de partidos, sean de color que se quiera y si no os gusta ponle tú el color, cabronazo, de sindicatos que roban y esquilman el erario público a placer. No se necesita de tales «amigos» los que hemos contribuido a construir toda la riqueza que se dispersa por los bolsillos de toda esta gentuza, que vive cobardemente amparados en el puto trapo de una bandera, una organización sindicalera y mafiosa o del feminismo fascista y reaccionario al que se le llena la boca afirmando que los mayores somos unos peseteros. Los obreros, sean activos o pensionistas no necesitan de ropajes prestados, aunque se les tire en cara que sus vestiduras son auténticos andrajos. Fin del relato; ciento cuarenta carácteres no dan para más.

    Emili Justicia

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