La Veranda de Rafa Rius
En demasiadas ocasiones nos expresamos con meras vaguedades inanes o terribles que hemos ido escuchando aquí y allá. Y como ya nos llegan precocinadas y listas para usar, no hay apenas necesidad de que pasen por nuestro cerebro: tan solo rozan levemente nuestras neuronas; a pesar de lo cual, las repetimos cual loros bien adiestrados allá donde haga falta –o donde no proceda, tanto da- e intentamos que pasen por ser nuestra más esencial opinión sobre lo que sea. Como en nuestro contexto social la mayor parte de entes supuestamente pensantes, actúan de la misma manera, apenas se nos nota.
Por si fuera poco, en algunas ocasiones, somos capaces de defender frente a quien sea esas ideas prestadas, como si fueran dogmas de fe asumidos personalmente en persona. Dogmas de fe en lo que han dicho otros individuos, claro, basándonos en el principio de autoridad (cómo no va a ser cierto si lo ha dicho fulanita o menganito…) y sin haberlo digerido en ningún caso ni haberlo hecho pasar por el tamiz de nuestro sentido crítico.
En un mundo agobiado por un flujo hipertrofiado de información, resulta difícil cruzar ese puente sobre aguas turbulentas, preñadas de feiknius, posverdades y majaderías múltiples, hasta llegar a la otra orilla para intentar discernir el grano de la paja; aquello de lo que podemos obtener una siempre relativa certeza de lo que es simple manipulación, en unos casos producto de oscuros intereses y en otros pura y simple estupidez.
En cualquier caso, en nuestro ajetreado presente se impone la presunción de culpabilidad comunicativa, el uso sistemático de la duda, para trazar un cordón sanitario preventivo ante todo el confuso maremágnum informativo que nos agrede a diario. En este contexto, siempre es preferible una actitud tendente a la paranoia a otra proclive a la ingenuidad.
Pongamos un ejemplo. En medio del galimatías y la incoherencia tenaz de la política institucional en el Estado español de estos ajetreados días, sería harto aventurado otorgar credibilidad a lo que dicen unos y otras, teniendo en cuenta el auge imparable del dondedijedigodigodieguismo, la velocidad a la que se desdicen de aquello dicho de manera supuestamente incontrovertible y el carácter efímero de los principios más fundamentales.
En este estado de cosas, apoyándose en un control exhaustivo de los medios de comunicación manipulada en su poder, al servicio de los intereses de los grupos propietarios, sería difícil conjeturar el valor de verdad de una determinada información sin conocer a fondo el subtexto que oculta, generalmente mucho más determinante que aquello que nos cuentan.
En principio, podemos establecer que nada es lo que parece a primera vista, cuando, encima, tenemos que soportar que nos lo presenten con el cinismo descarado (perdón Diógenes) de una “operación transparencia”. Dime de lo que presumes…
Frente a todo ello, la única respuesta posible es un examen en profundidad de todo el caudal informativo que nos interese, para que cuando hablemos, lo hagamos, equivocados o no, pero con nuestro propio criterio.
Un ácrata en camiseta
Si bien es cierto lo que dice Rafa Rius en su comentario sobre el criterio personal e intransferible, sea este acertado o no, ahí hay muchísima tela que cortar. Es cosa cierta, aunque pasa inadvertida para los más de los mortales y «mortalas» que visten y calzan en este solar que hollamos. Todos, absolutamente todos los grupos que ejercen en tribunas publicas defienden muchísmo más sus intereses de grupo o gremio que lo que dicen defender o a quienes supuestamente defienden. ¡Todo falso, todo retórica de la más baja estofa! ni los grupos de mujeres parlamentarias, que a día de hoy son mayoría, defienden los intereses de las mujeres ni nada que se le parezca. Para cruzar puentes hay que tener meridianamente claro que es lo que se quiere facer en la otra orilla a donde se quiere ir y no es este el caso. Y otra cuestión Rafa Rius; las ideas prestadas fueron siempre la mejor artillería para defender el interés del grupo o gremio, nunca el interés general. El grave problema que tiene la agricultura, el mundo laboral, enseñanza, pensiones o la mujer en general no se defienden desde los gremios, encasillados y estereotipados en partidos, sindicatos, feminismos, por una sencillisima razón; ¡se venden! y como bien dices, sus parloteos son como loros, pues no repiten otra cosa que lo que le dicta la voz de su amo. Pero hay que reconocer que como grupo lo hacen muy bien utilizando siempre la táctica del victimismo más rancio. Si lo hiciesen a título personal, quedarían fuera del grupo estuviesen acertados o no. En cuanto al Vulgo qué podemos decir… este es adiestrado por el Estado a través de sus instituciones, donde se le dicta como tiene que hablar, como tiene que no pensar y como tiene que defecar. Hoy decir lo que se piensa públicamente puede costar una querella por odio o por ofensa. Y en estos menesteres la Puta izquierda se ha vuelto mucho más puritana e intransigente que la derecha. Y nada, absolutamente nada puede ser transparente cuando toda esta gentuza (izquierdas y derechas) son más turbios que la orina de un cirrótico. El tener criterio propio requiere de un ejercicio que se llama «Pensar» pero, pensar para qué…
Emili Justicia
Pensar, para qué? Sapere aude…amigatxo. Fins i tot Radio Klara en la seua informació diaria no fa més que criticar la informació que vomiten els mass media. Repensar la informació i repensar la contrainformació és un exercici de higiene mental. Remoure el vomit sols fa que la pudor siga insuportable, Salutacions cordials.
Un ácrata en camiseta
Pensar siempre fue,es será un acto audaz y un esfuerzo mental incluso cuando se incurre en error, pero cómo condicionamos el pensamiento con la acción y la operatividad. Si el pensar sólo se limita a desenmascarar las trampas y acertijos que nos tiende los medios, mal vamos. No habrá mejor higiene mental que el ponerse a construir vías que nos den autonomía respecto al sistema. Lo haga un solo individuo o lo hagan siete, pues descubrir el misterio del laberinto y no facer nada por salir de él es seguir siendo victima doblemente miserable de el Mino-tauro capitalista, porque descubriendo su discurso tramposo no se hace nada. De ello se colige que la higiene mental sin alternativa, o cuanto menos un mínimo de rebeldía es exactamente lo mismo que que presumir de tener conciencia de «algo» que perjudica y no hacer nada. Eso se llama fatalismo y fatalistas son todas las religiones, incluidas las religiones laicas o supuestamente ateas que a día de hoy tienen un predicamento incuestionable. Qué hacen los sindicatos anarcosindicalistas para potenciar la construcción, (que no creación, odioso vocablo utilizado a troche y moche con mala intención, alevosía y mala uva) de cooperativas o colectividades de auto gestión que den soluciones no dependientes económicamente de ese capitalismo que tanto se critica.
Cuando se es pesimista y se tiene los razonamientos suficientes (que no argumentos, estos caen la más de las veces en la retórica y el engaño) cómo para ver lo que hay al rededor de quienes si son capaces de mirar y ver sin caer en estados alucinatorios, pues bien; no ha lugar para el optimismo viendo como está el personal, no queda otra que el ser calificado con el estereotipo de egoísta, derrotista, individualista, pues es la mar de fácil señalar con el dedo a quien piensa, vive y fabla a contracorriente. ¡Así es la vida! y ese es el peaje que hay que pagar y se paga gustoso cuando uno o una dice, hace y habla a placer. ¿Hay alguien que pueda dar más?
Emili Justicia
Fe de erratas
Pensar siempre fue, es y será un acto audaz…
Emili justicia
Un ácrata en camiseta
Parece ser que hoy en día si no estas en las redes, o no tienes un hueco en un espacio radiofónico no eres nadie. Así mismo las redes facebook – Twitter y demás zarandajas como Youtube no son otra cosa que canales exclusivos para descerebrados, impotentes y polemistas precox de toda ralea. Un mundo todo él virtual, en donde los bobos lanzan sus discursos y debaten como cotorras a instancias de un universo cibernetico y etéreo, en donde la inteligencia brilla por su ausencia, pues se les disipa en el éter del medio que manejan. Jamás se puso de manifiesto tanta tontería verbal, desde el presidente de los Estados Unidos de América hasta el último mindundi. La RED de redes los iguala a todos por igual, las ideas o los discursos más disparatados toman carta de naturaleza con pasión desenfrenada, estulticia desvergonzada y sobre todo incomunicación de lenguaje, (los tontos y bobos no comunican, solo quieren ser como el aceite, estar por encima del agua y sobre todo tener la última palabra) Toda esta ola de posmodernidad más parecida a un concierto de grillos cebolleros, maquillan a las redes como un espacio de libertad, cuando en realidad no son otra cosa que un corral de ovejos, donde no se ponen cortapisas al balar o el rebuzno de esos pretendidos «genios» del discurso y la palabra.
Emili Justicia