La Veranda de Rafa Rius
¿Quién no recuerda aquellos felices tiempos en los que el amado líder de PODEMOS acudía a los mítines triunfales de Shiriza y subía al escenario a felicitar y felicitarse por sus victorias? ¿Quién ha podido olvidar esos calurosos abrazos entre Iglesias y Txipras con sabor a triunfo electoral incontestable? ¿Quién ha podido desterrar de su memoria aquellos momentos mágicos en los que parecía al alcance de la mano tomar por asalto electoral el paraíso parlamentario soñado? ¿Dónde quedaron? Lo que parecía el comienzo de una gran amistad, pronto devino en momentos efímeros de plenitud y melancolía, pronto se marchitaron el esplendor en la hierba y la gloria en las flores. En Grecia, tras el triunfo electoral, comenzó una larga serie de sometimientos a los dictados de los bancos alemanes y franceses a través de los mandatos de la Unión Europea; en España no hizo falta porque no alcanzaron el poder y, donde lo hicieron como en el caso de Cádiz, la autoproclamada izquierda anticapitalista de PODEMOS se dedicó a conceder medallas a la virgen y apoyar la industria bélica con destino a las masacres de Arabia Saudí.
Pues bien, pasados los instantes de epifanía y de disculpable euforia, quizás sería pertinente analizar, con la distancia que proporciona el paso del tiempo, donde está la gloria en las flores de antaño, por donde andan aquellos partidos y sus respectivos líderes, aunque sólo sea para renovar la vieja mentira acerca de las enseñanzas que se extraen de los errores pasados para no vernos condenados a repetirlos.
Por lo que se refiere a Shiriza, desde su triunfo electoral y su acceso al Gobierno de Grecia, ha venido representando el poco lucido papel de jugador de póker novato. Una de las reglas básicas cuando vas de farol en el póker, es aguantar el envite hasta el final de la jugada y no enseñar las cartas. Si vas con todo y pierdes, te vas. Así de simple. Si aflojas y te retiras en mitad de la apuesta, no sólo demuestras tu debilidad sino que, a partir de ese momento, has descubierto tu juego y conviertes así tu partida en un largo suplicio sin futuro.
En las entrañas financieras de la Comisión Europea, el FMI y el Banco Mundial, hay tahúres de reconocido prestigio y a su lado, el presidente griego Txipras no pasa de ser un jugador novato. Como ya le advirtió Varoufakis, a la sazón su ministro de Economía, había que aguantar el envite hasta el final. Si juegas fuerte de farol y convocas un referéndum para ganarlo y así forzar a tus adversarios a aceptar tus condiciones en la negociación, no puedes ceder y arrojar las cartas en mitad de la partida. Por muy mal que las veas venir, no puedes aflojar aunque ello suponga en último extremo dejar el Euro e incluso la Unión Europea, porque ello significa no sólo transigir con las denigrantes condiciones impuestas por la Troika y agravar así la miseria del pueblo griego sino sentar un precedente de debilidad frente a los tiburones de las finanzas que va a hipotecar sin remedio la vida de las futuras generaciones helenas.
Cuando a la hora de arbitrar una solución, la opción es elegir entre una mala y otra peor, el asunto se presenta difícil. Aquí debería entrar en la decisión final un elemento de juicio que no suele estar presente en este tipo de deliberaciones: el factor ético. Bien al contrario, siempre se suele presentar el dilema bajo el prisma macroeconómico. Se hacen números y se calculan en miles de millones de euros los “rescates” (por cierto, ¿Por qué se le llama rescate cuando en realidad es un nuevo secuestro?), los plazos de devolución de la deuda, los intereses devengados… ¿Y cuándo se habla en estos doctos foros de las personas? ¿Cuándo de la pobreza energética y la desnutrición infantil? ¿Cuándo de las múltiples precariedades que asolan a los griegos de a pie? Parece claro que el factor humano no forma parte de la ecuación que se discute y mientras esto siga siendo así, la idea de Europa, tal como está planteada, seguirá siendo sólo una gran patraña para encandilar a los pocos ingenuos que van quedando. Si Shíriza pretende seguir siendo un referente moral respecto a unas nuevas formas de entender la política parlamentaria, debería tomar esto en consideración y no dejarse arrastrar sólo por el lado financiero de la cuestión.
En lo tocante a España, el partido “hermano” PODEMOS presenta algunas semejanzas y notables diferencias. En cuanto a las semejanzas en su proceso evolutivo, probablemente la más importante sea el abandono de una cierta radicalidad para abrazar de manera decidida la real politik, en su caso, las posturas más tibias y pactistas de una socialdemocracia como las de siempre. Si a ello le unimos en el caso de PODEMOS una creciente burocratización piramidal, un abandono de las primitivas formas horizontales de funcionamiento como los Círculos y un constante navajeo interno por asumir mayores cotas de poder personal junto con una defenestración inmediata de cualquier disidencia, entenderemos también su principal diferencia: Shiriza aún se mantiene en el poder, PODEMOS, en estos momentos, tras su última debacle electoral, ni en sus sueños más húmedos confía en alcanzarlo, limitándose a mendigar algún que otro ministerio a cambio de su apoyo parlamentario.
Así las cosas, ha acabado en distanciamiento y desamor lo que pudo haber sido el principio de una gran amistad. Una demostración incontestable de que dentro del ámbito parlamentario aún quedan muchas cosas por decir de cara a mejorar las condiciones de vida de las personas más en precario, se ha convertido en el caso de PODEMOS en un fracaso sin paliativos; la enésima demostración de que, en estos momentos, lo que se conoce como democracia parlamentaria no es sino una trampa para incautos preparada por los de siempre para lo de siempre y en la que los papeles principales ya están repartidos y donde los grupos políticos de toda la vida, -véase PP-PSOE- que ya han demostrado, tanto su capacidad de engañar como de gestionar adecuadamente los intereses de los amos del cortijo, tienen siempre las de ganar.
¡Se ha acabado el bipartidismo! Pues no: Cánovas y Sagasta siguen aquí.
Un ácrata en camiseta
No es nada inusual que a quienes no pican en la carnaza del electoralismo, o se muestren recelosos y un tanto escépticos de todos estos tejemanejes sean tachados, señalados y estereotipados de egoístas, malos ciudadanos, pésimos españoles o traidores si se reniega de algún nacionalismo periférico, y qué. Acaso el no pasar por el aro, o el negarse a comulgar con ruedas de molino nos hace peores personas que el resto de los mortales. El que Cánovas y Sagasta sigan vivitos y coleando en espíritu dice muy a las claras que clase de gentes habitan este solar, por que motivaciones se movilizan y que falsos mitos son los que agradan a sus oídos. Con estas perspectivas hay que entender y al mismo tiempo comprender a los amos del cortijo mal que pese, pues pesa como una losa de granito que en este corral haya tanto cenutrio que juegue a estos juegos peligrosos y luego se queje. Sólo resta decir una frase; ¿acaso mereces algo mejor, miserable…? No eres más que un número, eres un cerillo, pues no llegas ni a cero. Fin del comentario.
Emili Justicia