La Veranda de Rafa Rius
El papelamen ante todo y a costa de lo que sea en el gran bazar de las titulaciones. Entre las personas demandantes de empleo en este sacrosanto Estado Español existe la convicción, notablemente ajustada a la realidad, de que cuantos más papeles se adjunten al currículum: títulos de grado, másteres, seminarios, talleres, cursillos diversos, o asistencia a juntas de vecinos, más probabilidades habrá de conseguir el ansiado contrato laboral o el ascenso dentro del partido. El resto de cualificaciones profesionales o la manera de conseguir los documentos en el gran bazar, importa menos. A los mortales de a pie, si queremos lograr el ansiado bagaje documental, no nos queda otra que apechugar con las horas lectivas que corresponda, generalmente de manera presencial, pero si tienes la suerte de pertenecer a la élite política que controla el tinglao, incluido el educativo, puedes poner en juego tus influencias, tus “me debes una” y tus “hoy por ti, mañana por mí” para conseguir hacer más llevadero el enojoso proceso de engordar tu carpeta curricular.
No obstante, teniendo en cuenta la sensación de total impunidad con la que operan con sus trapicheos burocráticos en las secretarías de ciertas facultades, estas benditas y escogidas élites no toman en consideración que el currículum vitae (- de la vida) puede devenir, a poco que se descuiden, en “currículum mortis” [- de la muerte (política)] Tal vez no deberían olvidar ni por un momento que la jungla de dirigentes al supuesto servicio del Estado, está repleta de peligrosos predadores –frecuentemente de su misma camada- que están siempre a la que salta para vengar pasados agravios y practicar el despiadado y divertido juego del “quítate tú que me pongo yo”. Si a ello le sumamos unos grupos empresariales propietarios de medios de incomunicación, dispuestos a lo que sea para intentar influir en la opinión pública, a costa de llenar páginas de estupideces y de paso vender publicidad a buen precio, sacando exhaustivo y cansino partido hasta de lo mas inane, ya tenemos el mercadillo montao.
Y, entretanto, nosotras a verlas venir y a participar en su juego de trileros, totalmente ajeno a nuestros intereses y necesidades. Un ejemplo: sabedores de la indignidad que supone la pervivencia de la anacrónica monarquía borbónica, ¿Qué nos importan los desplantes entre reinas a la puerta de la catedral?
Sobradamente conocedores de la facilidad con la que ciertos políticos adornan su currículum con la connivencia de determinados estamentos universitarios corruptos, podemos conjeturar que tras el asunto del maldito Máster tramposo de Cifuentes previsiblemente nada va a cambiar y se perderá en el olvido junto a tantos otros trapicheos.
La muerte política de la Presidenta de la Comunidad de Madrid, arrastrada por su “currículum mortis”, sólo será irremediable para sus intereses personales y su dimisión sólo traería consigo otro clon tan nefasto como ella, como su compañero Casado y su máster virtual –qué casualidad- de la misma universidad.
Por otra parte, todo este tenderete, tiene un importante efecto colateral que pretenden que pase desapercibido: mientras nos tienen entretenidos con toda una serie de “bibelots” supuestamente informativos, pretenden conseguir dis-traernos de aquellos temas que realmente nos deberían preocupar porque afectan de manera determinante a nuestras vidas.
Lo otro -nada que nos sorprenda- no es sino pura crónica rosa de la política.
No Es un problema de monarquías anacrónicas, el problema está en todos los actores que participan en la dirección de nuestras vidas, sea de derecha o «izquierda». Si saben lo que hacen y tienen conciencia plena de sus beneficios. El problema reside en que el conjunto de la sociedad está completamente colgado a la sin-razón o al «pensamiento Alicia» de la peor Especie. dificilmente la humanidad ha estado tan zumbada, hasta el punto de ser equiparada a los programas televisivos de los Teleñecos.
Emili Justicia