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Opinió

Sahelistán

La Veranda de Rafa Rius

Si hay un lugar en África que haga patentes todas las contradicciones, todas las paradojas, todas las tensiones y todas las miserias de un continente tan rico y devastado, ese lugar es el Sahel. Una franja de más de 5000 Km. en tierra de nadie, perdida entre el desierto del Sáhara y la sabana, que atraviesa África de Occidente a Oriente. Desde Senegal y Mauritania junto al Atlántico, recorre Mali, Níger y Chad, hasta llegar al Mar Rojo en Sudán y Eritrea.

Un lugar paradójico donde se concentra la mayor pobreza, las más terribles hambrunas y los más ricos yacimientos de algunos de los minerales estratégicos más cotizados (oro, uranio, bauxita, hidrocarburos…) Por sólo poner un ejemplo de las paradojas del neocolonialismo: Níger, que se encuentra entre los diez países más pobres del mundo, produce en sus minas el uranio que abastece a las centrales nucleares que proporcionan el 80% de la energía eléctrica que se consume en Francia. La zona del Sahel de Azawad, además de ser la cuna de los legendarios imuhagh, como también se denominan a los tuareg, es una enorme y riquísima cantera de hidrocarburos y recursos minerales como cuarzo, carbonatos, bauxita, mármol, fosfatos, litio, hierro, níquel, estaño y plomo, además de yacimientos de petróleo, gas, uranio y oro. También cuenta con la existencia de “tierras raras” un recurso conformado por diecisiete elementos químicos sumamente estratégicos para industrias como la electrónica, la automotriz y de telecomunicaciones. Y sin olvidar que 200.000 niños son brutalmente explotados en la extracción de toda esa riqueza en minerales para la que su pequeño tamaño resulta especialmente apropiado.

Por si faltase algo, también hay que tener en cuenta que por este territorio cruzan muchas de las rutas del narcotráfico de los grupos salafistas como Boko Haram. Tanto cárteles africanos como europeos reciben la droga en barcos que llegan desde América del Sur a puertos de Guinea y Guinea-Bissau, para después enviarlos por vía terrestre hacia el Mediterráneo.

Por último, pero no en último lugar, uno de los más importantes elementos de preocupación en el Sahel, lo constituye el abandono en la zona por parte de países occidentales, especialmente de Francia de desechos nucleares, peligrosos ya no sólo para la población y el medio ambiente sino porque de hacerse con parte de ese material, los salafistas podrían reconvertirlo en armas mucho más letales que con las que cuentan. Europa hace años que viene deshaciéndose de ese tipo de basura enterrándola en países del tercer mundo o arrojándola sobre sus costas. De caer en manos yihadistas -si todavía no ha sucedido-, la potencia letal de al-Qaeda y Estado Islámico podrían aumentar exponencialmente. Más allá del flagrante atentado medioambiental contra la población y sin olvidar que son los Estados Unidos y sus aliados europeos, junto a Arabia Saudita y Qatar, los que han dotado a estas organizaciones de armamento de última generación.

Por otra parte, aunque el nomadismo se encuentra en franca decadencia, a todo ello hay que añadir que la lucha del pueblo Tuareg por recuperar la soberanía de Azawand, un territorio mayor que Francia, no ha cesado nunca. En los cientos de años que llevan de despojo se han enfrentado a usurpadores árabes, franceses y malíes. Su territorio ocupa una gran franja a caballo entre el Sáhara y el Sahel. La zona tradicional de nomadismo para un pueblo que nunca ha sabido de fronteras, hoy está repartida entre ocho países. Desde el fondo de la historia los hombres de azul continúan manifestando sus reivindicaciones de respeto a su forma de vida. Los Tuareg no solo se deben enfrentar al extremismo salafista y los grandes consorcios occidentales en pos de los grandes recursos energéticos de sus territorios, sino también al temor político que suscitan en las élites de los países del Magreb.
Así las cosas, si nada lo remedia y no parece probable, el Sahel tiene todas las papeletas para convertirse en el nuevo epicentro del conflicto Norte Sur: hambre, población desarticulada, gobiernos corruptos y mucha riqueza en sus subsuelos. Si los salafistas de Boko Haram, Al Qaeda del Magreb y últimamente del Isis -que al parecer intenta crear el embrión de un nuevo califato al Sur del Sáhara- continúan su penetración, el Sahel se convertirá, según algunos analistas en el Sahelistán.

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