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Opinió

El mito de la nación Estado

La Veranda de Rafa Rius

“No existe un arte nacional ni una ciencia nacional. Como todos los sublimes bienes del espíritu, pertenecen al mundo entero, y sólo pueden prosperar con el libre influjo mutuo de todos los contemporáneos, respetando siempre todo aquello que el pasado nos legó.

Goethe

Goethe, el intelectual paradigma de la cultura germánica (El Instituto Cervantes alemán se llama Goethe-Institut) abominaba de lo nacional, como hemos visto en la cita. Sin embargo toda cultura, por reducida en el ámbito geográfico y demográfico que resulte, tiene un valor incalculable, forma parte del acervo acumulado por la humanidad a través de su largo devenir y debería ser defendida y reivindicada frente a la tendencia uniformizadora y empobrecedora del mercado global contemporáneo. No obstante, eso no tiene por qué significar necesariamente que una determinada lengua, una determinada cultura, sea utilizada para, con la supuesta justificación de su defensa, extrapolarla al terreno mítico de lo nacional e intentar convertirla-pervertirla con la formación de un Estado.

Por otra parte, la identificación de los factores materiales pertinentes en los acontecimientos humanos, que determinan una cultura y sirven de viga maestra para la construcción de una identidad nacional, es siempre una tarea difícil. La vida cotidiana utiliza numerosos disfraces. Cada idiosincrasia diferenciadora, se halla envuelta en mitos y leyendas que prestan atención a condiciones metafísicas y poco conectadas en general a los problemas de cada día. Estos imaginarios fabulosos, confieren a sus seguidores una identidad social y un sentido de finalidad social, pero ocultan las verdades desnudas de la vida social. Las ensoñaciones sobre los orígenes legendarios de una determinada cultura pesan como plomo sobre la conciencia ordinaria. Nunca es tarea fácil penetrar o levantar esa carga que nos oprime.
España, como unidad cultural indisoluble y eterna, no existe. El Glorioso Estado Español es una construcción mítica, una falacia cuya dura realidad histórica está basada en la opresión y la tiranía de diferentes sátrapas. La península Ibérica, ha sido y es un mosaico de elementos lingüísticos y culturales diversos que se han ido conformando a través del tiempo. El territorio más occidental de Europa, en gran parte debido a su condición geográfica, por su apertura al mar, su situación como finis terrae y su cercanía al continente africano, ha sido a lo largo de la historia, un patio de vecinos por el que han pasado y en muchos casos permanecido, una enorme variedad de factores culturales desde que en el Paleolítico, hace 30 000 años, neandertales y cromañones andaban pintando por cuevas y abrigos, hasta nuestros días. La condición de mestizos de todos los nacidos en este territorio, incluso desde el punto de vista físico, es incuestionable. Pretender algún tipo de pureza racial o cultural es tan deleznable como ilusorio.

Catalunya, tampoco existe como unidad cultural y política. Su notoria riqueza la obtiene de su diversidad. Desde el Románico a Tàpies, desde los obreros textiles del XIX a los “Xarnegos” llegados de todas partes, desde la Tarraco romana hasta las Ramblas cosmopolitas, desde el Raval al Carmelo. Fosilizar toda esa diversidad con la creación de un Estado ultraliberal, por muy republicano que sea, no lleva a ninguna parte. El problema surge cuando el bucle se cierra y comienza a girar sobre si mismo, cuando aparece la pretensión política de identificar la futura nación soñada con una suerte de Arcadia feliz por el simple hecho de ser única y diferente, obviando tanto las experiencias de la historia más reciente de Governs Convergents – PdeCat, como las perspectivas de un futuro inmediato necesariamente incierto. Y obviando asimismo que dentro de un contexto capitalista y de la UE, guiado por intereses estatales diversos y por las leyes amorales e inexorables del Mercado, todo está atado y bien atado y ninguna liberación es posible sin previamente acabar con ese maldito contexto.
Ignorar todo ello, sólo conduce a la frustración y la melancolía.

1 COMENTARIO

  1. Me parece magnifica la definición que hace Rafa Rius de todos los Nacionalismos en general y del catalán en particular. Pero olvida un detalle importante. El Vulgo, la ciudadanía siempre sigue a quienes les susurra a la oreja el dictado que tiene que seguir. Unas veces al paso marcado de la tradición, otras al acelerado paso de la Revolución. Es curioso y desalentador el ver que siempre son unos pocos, poquisimos los que ordenan y los más obedecen a pies juntillas, como si en la obediencia estuviera la ganancia del Paraíso. El miedo y la ignorancia junto a la superstición encadena a la especie Humana a la atávica querecia de la religión, la pátria o la ideología emancipadora,(alienación) cedida esta última en calidad de préstamo a un interés imposible, como imposibles fueron todas las Revoluciones pretéritas por muy buenas intenciones que abrigaran en aquellos que a ellas se entregaron. Un autentico cambio Social Nunca deberá ser dirigido, toda dirección anula al sujeto, por tanto aniquila al individuo y lo transforma en esclavo.

    Emili Juisticia

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