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Opinió

El problema social del narcisismo hipertrofiado

La Veranda de Rafa Rius

Hasta ahora siempre se había pensado desde Freud, que el narcisismo pertenecía al ámbito de la psicología y cuando alcanzaba un nivel excesivo que pudiera resultar traumático, incluso al de la psiquiatría, pero jamás llegamos a pensar que se colaría de manera decidida en el campo de la sociología y la política como elemento psicopatológico de referencia.

Casi todos los líderes políticos han tenido siempre un punto de adoración por si mismos y un nivel de autoestima muy elevado, pero en la actualidad, la situación se ha salido de madre y los autócratas con un ego hipertrofiado abundan por doquier. Trump, Putin, Erdogan o El Assad, por no hablar de chistes macabros como Kim Jong-un, entre otros, entrarían claramente en la categoría del trastorno narcisista de la personalidad. Si la cosa acabara aquí no habría mayor problema: se lo harían mirar si ese era su deseo y punto. La cuestión se complica cuando las decisiones emanadas de su patología afectan a las vidas de muchos millones de personas. Y sobre todo cuando en bastantes casos, esas mismas personas gravemente afectadas les han votado de manera entusiasta.

Dentro de las características del narcisismo patológico, encontramos el hecho de que el narcisista suele exhibir una aparente considerable autoestima, y se presenta como una persona muy segura, resuelta y que siempre parece saber lo que quiere. Aunque con ello el narcisista no esté haciendo otra cosa que enmascarar su vacío interno, su falta real de autoestima. En la infancia de estos individuos suele encontrarse a menudo una grave carencia emocional, una actitud indiferente o de falta de valoración por parte de sus padres, lo cual les deja un poso de inseguridad que tratan de compensar por medio de una autoevaluación excesivamente complaciente y totalmente irreal, desarrollando como compensación a sus carencias una autoimagen -incluyendo aspectos tan aparentemente superficiales como la calvicie disimulada de Putin o el absurdo flequillo de Trump- artificialmente sobrevalorada hasta lo patológico y convirtiendo a todos aquellos que considera superiores en algún sentido o que simplemente no ven las cosas como él, en sus enemigos. Por otra parte son enormemente vulnerables, siendo hipersensibles a la crítica y soportando muy mal la menor frustración de sus deseos, sintiendo una constante necesidad de sentirse admirados. Las demás personas sólo cuentan para ellos como espejos que le devuelvan una autoimagen suficientemente gratificante dentro de una necesidad insaciable de admiración ajena; cosa lógica por otra parte puesto que suelen ser envidiosos, carecen por completo de empatía y siempre están en posesión de la verdad absoluta.

Insisto, si todo ello permaneciera en el ámbito de lo privado, no trascendería la anécdota, pero lo grave es que esa patología se dé en personas con capacidad para transmitirla al ámbito social y político donde las consecuencias pueden ser catastróficas.

Para acabar, dos detalles significativos: Según diversas estimaciones, la incidencia de los trastornos narcisistas sobre la población general no supera el 1%. De ellos, hasta el 75% son hombres.

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