La Veranda de Rafa Rius
En el solar de la vieja Iberia pastan las ratas.
Entre la maleza ajada asoman los detritus. Estrujados botes de cerveza, compresas grandes y pequeñas, con alas y sin ellas. Jirones de calcetines viejos y trapos sin nombre. Envases de plástico de todas las formas y colores, aceite de coche quemado y latas que alguna vez lo contuvieron. Bolsas de plástico rotas con los logos de lo que en cierta ocasión fueron primeras marcas famosas. Amarillentas páginas de periódico contando noticias olvidadas mucho tiempo atrás… Deshechos de una sociedad que un día ya lejano se creyó rica y feliz comprando hasta la extenuación.
Pequeñas fieras hambrientas de pieles tiñosas cubiertas de llagas devoran escuálidas ratas que pululan atónitas entre la basura. Al fondo del encuadre, cortan el horizonte los esqueletos de cemento carcomido de orgullosos bloques que un día quisieron ser viviendas con hipoteca a cincuenta años. En primer plano, un niño cubierto de harapos husmea entre la escoria en busca de su cofre del tesoro bajo la mirada de cíclope deshabitado de un vetusto monitor que ya nunca reflejará ningún espacio virtual ni nos mostrará los cientos de mensajes “amigos”.
Los residuos de lo que pudo haber sido y no fue colman el paisaje. Las personas que lo habitan, deambulan con la boca abierta entre las ruinas de sus ciudades, entre las ruinas de sus vidas. Sus ojos observan entre incrédulos y asombrados como se esfuma en la distancia la agostada ruta de la desolación. Zombis aún vivos, pasean entre los restos de fastuosos centros comerciales abandonados a su negra suerte mientras un sol frío alumbra el panorama con su luz mortecina.
Bandadas de gaviotas hambrientas sobrevuelan el basural y picotean los desperdicios de lo que fue una civilización incomprensiblemente orgullosa de su destino mientras algunos cuervos impávidos les hacen compañía.
Es primavera. Brotes nuevos luchan por asomar entre los detritus. No pueden. Hay demasiada mierda. Los escasos retoños y capullos que logran aflorar su cabeza entre la escoria son aplastados por las botas de los que con paso firme se dirigen hacia el colegio electoral
En el solar de la vieja Iberia pastan las ratas.