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Opinió

La clase obrera va al paraíso

La Veranda de Rafa Rius

Al parecer, la clase obrera ha desaparecido del planeta, pero en cambio ¡Oh paradoja!, lo que sigue existiendo y cada vez en mayor medida es la explotación laboral.

El término “obrero” ha devenido casi un insulto. En esta sociedad dominada por valores propios de emprendedores y tahúres, se ha ido cargando de sentido peyorativo (¿Obrero yo?… ¡A que te doy!) Ha desaparecido del mapa aquello que los marxistas denominaban “conciencia de clase”. Los antiguos proletarios han sido sustituidos por unidades personales de consumo sumisas y resignadas.

En un contexto tal que así, el recuerdo de los mártires de Chicago todavía sale a pasear todas las mañanas de todos los primeros de mayo, aunque su reivindicación de la jornada de ocho horas haya vuelto a ser olvidada. Sindicatos autocalificados “de clase” que se han pasado muchos años firmando todo aquello que sus amos empresarios les ponían por delante y calentando con sus culos indignos los sillones de los consejos de administración de las cajas de ahorros para disfrutar de sus prebendas y callar ante el saqueo, al llegar el 1 de Mayo y convocan a sus huestes a una procesión cívico-religiosa que llena (poquito) nuestras calles de banderitas de plástico rojas y consignas prefabricadas con olor a naftalina. Para que no se diga.

Mecanismos de control cada vez más sutiles y sofisticados han conseguido desmontar en buena parte los tradicionales instrumentos de lucha de los trabajadores pero a cambio se han abierto nuevos caminos de transformación social mucho mejor contextualizados y arraigados en la realidad presente. Nuevos tiempos requieren nuevas herramientas; lo que fue útil en el siglo XIX no tiene por qué serlo en el XXI. La mayor parte de fundamentos básicos – horizontalidad, autogestión, ayuda mutua, consenso, antiautoritarismo- siguen siendo perfectamente válidos y necesarios, pero las tácticas y estrategias difícilmente pueden ser las mismas en una sociedad que cambia a una velocidad de vértigo.

En una situación en la que los derechos laborales han sufrido una regresión de décadas, con el chantaje del paro como amenaza permanente que obligue a aceptar condiciones indignas y unos “agentes sociales” supuestamente mayoritarios, dispuestos a transigir con las mayores ignominias a cambio de un plato de lentejas, solo con imaginación y audacia podremos transitar nuevos territorios de lucha en la defensa de nuestra dignidad. ¡A la mierda el trabajo asalariado! Yo lo que quiero es una vida digna y plena, porque no hay otra.

La coyuntura ha llegado a un punto en el que no se trataría tanto de pactar mejores condiciones laborales en un convenio que se queda en papel mojado si no hay detrás una fuerza social que lo defienda, sino de replantear de raíz todo un sistema de explotación.

No tiene mucho sentido prolongar el 1 de Mayo los desfiles procesionales de semana santa, con banderitas en lugar de velones, sino de participar activamente, día a día, en los cientos de experiencias concretas, de actuaciones transformadoras que en estos momentos pelean por mejorar en profundidad nuestras condiciones de vida. Dejémonos de teatrillos fuleros del 1 de Mayo y vayamos al tajo que, aunque la clase obrera esté en el paraíso, la explotación del hombre por el hombre (y hasta de la mujer por la mujer) cada día que pasa es más salvaje.

1 COMENTARIO

  1. En la jungla imperan o gobiernan las propias leyes de la jungla. Digamos que el actual sistema es la jungla o algo que es muy similar.

    ¿Qué es de esperar? ¡Sí, premio! LEYES DE LA JUNGLA.

    Los «sindicatos» (huelga mencionar otros organismos u organizaciones pues ya directa y clarísimamente fueron creados por y para el sistema actual) en su gran mayoría son pura y dura corrupción, podredumbre, estómagos agradecidos, miserables servidores del sistema, etc., etc.; lo que se diga es y será cierto. Esto no es hacer leña del árbol caído porque ellos quieren ser corruptos, traidores, gentuza sin ética sindical, vividores, etc., etc.; pero sin llegar a ser hacer leña del árbol caído (pues será árbol corrupto, traidor, mierdero, etc., pero no caído) sí que se trata del fácil y estéril recurso de señalar a individuos u organizaciones a las que se la traen absolutamente floja el sufrimiento, torturas laborales-sociales-económicas, etc. de la clase trabajadora. De nada vale ni valdrá seguir con la canción de señalar a los corruptos.

    Cada día hay más corruptos en algo que está podrido, hasta que de puro podrido se va al cuerno y, en ese punto, la peste y hediondez putrefacta al 100% trae algo distinto; como decía el propio Marx, «la podredumbre es el motor-laboratorio de la Historia»; pero esto es otra historia. Tal vez sí quepa acelerar, todo cuanto se pueda, el derrumbe absoluto de esas rémoras al servicio del sistema, etc., con el objetivo de conseguir esos fundamentos como horizontalidad, autogestión, apoyo mutuo, etc., precisamente usando de estos fundamentos para mandar al peo a los corruptos, traidores, etc.

    SALUD.

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