La Veranda de Rafa Rius
El neocolonialismo también tiene sus contradicciones, puede dar marcha atrás a la historia y hasta puede perder el neo. Y es que en ocasiones, los acontecimientos históricos dejan al aire tantas evidencias pretendidamente ocultas que resultan mucho más didácticos que una docena de sesudos tratados de Historia o Economía.
Uno de los casos más recientes y que de manera más patente orea las vergüenzas del colonialismo es sin duda el conflicto que castiga con crueldad a las personas que habitan la región africana del Sahel, situada al Norte del río Níger, dividida artificialmente por las potencias coloniales en los estados de Níger y Malí, implicando también de manera indirecta a Argelia (toma de rehenes en la planta de gas de In Amenas con 37 rehenes extranjeros muertos) y Libia (la mayor parte del armamento de los combatientes islámicos proviene de los arsenales “desaparecidos” de Gadafi) e incluso -Alá no lo permita- puede llegar a salpicar los campamentos saharahuis de Tinduf.
Toda la zona en conflicto pertenece a lo que se conoce como África francófona, es decir, la zona cuya antigua potencia colonial era Francia y cuya lengua vehicular es el francés. Tanto Malí como Níger están sumidas en la misma terrible paradoja común a tantas excolonias: siendo países muy ricos en recursos naturales estratégicos (oro, uranio…) tienen a la mayor parte de su población por debajo del umbral de pobreza y sujeta a constantes periodos de hambruna, situándose ambos entre los países más pobres del mundo.
Como a perro flaco todo son pulgas, a una situación social neocolonial, caótica y con inmensas desigualdades de renta, en continuo aumento, hay que sumar desde hace un tiempo la presencia de grupos armados de narcotraficantes, de diversos contingentes de integristas islámicos salafistas practicando con entusiasmo la sagrada yihad y secesionistas tuaregs que reclaman la independencia de su territorio histórico de nomadeo, lo que ellos denominan Azawad.
A todo esto hay que enfrentarle una evidencia: Francia tiene fuertes intereses económicos en la zona. La retórica habla de defender Europa, la democracia, la integridad territorial, la estabilidad y la seguridad de la población local… y la leche en bote, pero lo cierto es que Francia cuenta con 58 centrales nucleares que le proporcionan el 80% de su consumo energético y que importa para ellas el 100% del uranio que consumen, la mayor parte del cual procede de las minas de Imouaren y Arlet, ubicadas en una remota región del Norte de Níger (tercer productor mundial de uranio), en la que los islamistas mantienen secuestrados a 5 mineros y otros 3 rehenes, todos ellos franceses. Si a todo ello unimos los variados intereses que mantiene la antigua metrópoli en otros países de la zona como Senegal, Costa de Marfil o Mauritania y los rumores de que en la enorme zona desértica del Sahel se están realizando prospecciones en busca de gas, petróleo y otros minerales, se comprende el interés de Hollande por frenar el avance yihadista en el Norte de Malí (2º productor africano de oro)
Que las relaciones internacionales entre los Estados están regidas por la hipocresía y la desfachatez es algo que ya sabíamos desde hace mucho tiempo, por eso no se entiende que el presidente francés se escandalice con aparente ingenuidad por la poca colaboración que está encontrando en otros paises. Do ut des,o lo que es lo mismo sin tanto latinajo, te doy para que me des. Dicho de otra manera, los países cuya solidaridad demanda Monsieur Hollande, es de imaginar que le habrán dicho: “¿Y qué saco yo de todo esto, colega?” Si toda la zona está controlada y esquilmada por Francia, mucho es de temer que, o reparte la tarta con los otros depredadores o va a tener que continuar su cruzada sola, con su Legión Étrangère, como en las películas, en plan Beau Geste.
Haciendo un poco de política-ficción, no sería de extrañar que llevados de la necesidad de combustible para sus centrales, tuvieran que olvidar las bondades del neocolonialismo y volver al colonialismo puro y duro, manteniendo un ejército de ocupación y una pléyade de funcionarios para la cosa de la burocracia, como en los viejos tiempos.
Y es que, socialistas o gaullistas, Hollande o Sarkozy, da igual que da lo mismo: con los minerales estratégicos no se juega.