Desde la franja de Mieres
Abel Ortiz
Si se convocan elecciones y seguimos en las mismas, o la derecha acaba ganando, a algunos les va a faltar península para correr.
El Empecinado si no recuerdo mal y como decía Umbral no me voy a levantar a mirarlo, en mi caso abrir otra ventana, después de su tenaz lucha contra los franceses acabó ahorcado por Fernando VII.
Si lo que vemos es lo que parece no se entiende absolutamente nada. Puede que los guionistas de la serie sean conscientemente confusos o que no sepamos de la misa la mitad. La cosa parece tan compleja que o no nos la quieren explicar o se han hecho, Pedro y Pablo, Pablo y Pedro, la picha un lío. Nadie quiere ir a la fiesta de la democracia. Casi todos los partidos podrían evitarlo. No va a poder ser. Una fuerza oscura obliga a los parlamentarios a ir donde no quieren.
Puede que ponerlos a régimen de lentejas, pasta y arroz, un salario mínimo, un alquiler impagable, una factura de la luz invernal, una pensión de miseria y una retahíla de multas por protestar sirviera para bajar humos. Se acumula la angustia, la pobreza avanza, los fachas toman posiciones. Los barandas al netflix y las series guays.
Están jugando con las cosas de comer. Están irritando al vecindario. Los hospitales, las escuelas, institutos y geriátricos siguen esperando. Se asesina mujeres, se maltrata ancianos, se persigue emigrantes, se condena a niños a la pobreza, los trabajos de mierda son mayoritarios y el imperio pide más.
Hay que se apear de la burra compañeros. O tiramos el parlamento al mar.
Un ácrata en camiseta
La gente no tiene ni puñetera idea de la que se avecina, remedando una simpática serie televisiva de desquiciados personajes. El país está en estado comatoso, con esta ruina de agricultura intervenida desde Bruselas, con una industria del turismo que todo lo ocupa. Un caso aparte merece el mamotreto de la Hacienda pública, depredadora ella, más que ser un agente recaudador y repartidor de la riqueza con un mínimo de igualdad.
Lo que si hay es un baile de órganos de poder que han proliferado a troche y moche, todos ellos con sus repugnantes banderas, sus ideologías corruptas, que se nutren a placer del presupuesto nacional. Sin embargo, a poco que tiremos del hilo de sus banderas e ideologías, quedan estas en puro cuero, sólo les aflora el interés puro y duro, cuando no un fanatismo desmedido. Pero parece ser que el populacho digiere bien todo este camelo montado, por tanto a joderse cabrones. El no manifestase o opinar es una manera de laconismo cobarde y expectante desde una impotencia vergonzosa. Insisto; Jódanse ustedes, cabrones y serviles.
Emili Justicia