100 días de gobierno del PSOE: ¿el tercer desencanto?
Artículos Perecederos. Antonio Pérez Collado
Lo tradicional es (o era) dar tres meses de cortesía a los nuevos gobernantes para que empiecen a trabajar sin la presión de las críticas prematuras y esbocen sus planes de actuación en los distintos ministerios. En el caso del ejecutivo de Pedro Sánchez no ha sido necesario esperar a que transcurrieran esos cien días de expectación y paciencia, porque a la semana de formarse el gobierno socialista han sido ellos mismos los que se han encargado de despertar a los sectores que soñaban con un cambio a mejor que, lógicamente, iba a iniciarse con la derogación de todas las reformas y privatizaciones perpetradas por el gobierno saliente. Porque pedirles que anularan sus propios recortes hubiera sido pecar de optimismo y de ingenuidad.
Salvo algunos gestos, que siempre quedan bien ante los incondicionales y descolocan temporalmente a los críticos, lo cierto es que en los asuntos más complejos los flamantes ministros y ministras (la mayoría femenina podría ser el mejor ejemplo de esos gestos simbólicos dirigidos a la grada, aunque también los hay puramente anecdóticos, como la visita de Sánchez al festival de Benicàssim) ya han dejado bien claro que sobre legislación laboral, Ley de Extranjería, pensiones y demás fechorías de gobiernos anteriores (también hubo más de una del PSOE) no tienen la intención de efectuar cambios significativos; si acaso algún retoque para lavar la cara a los mayores recortes de nuestra historia reciente. No es que se nieguen a derogar la herencia de Rodríguez Zapatero; es que tampoco se atreven con la de Mariano Rajoy. Los socialistas siempre tienen una excusa para no aplicar cambios profundos; González se justificó en la debilidad de la nueva democracia frente a los poderes fácticos que seguían activos, Zapatero dijo que la crisis económica de 2008 le impedía implantar las mejoras que el cuerpo y el pueblo le pedían, y ahora Sánchez alega la fragilidad de su posición en el Congreso con sólo 80 escaños propios y apoyos poco firmes de otros grupos. El caso es que -habiendo gobernado más años que el Partido Popular- el PSOE aún no ha realizado la Transición que se podía esperar de la socialdemocracia española… y eso que ha tenido mayorías absolutas en el Parlamento.
La acogida (parece que temporal) de los 629 refugiados del Acuarius, la decisión de subir el IPC a las pensiones, el anuncio de reformas en memoria histórica o contratación temporal, así como una ley que regule el derecho a una muerte digna o la reinstauración de la sanidad universal son gestos positivos, pero están muy lejos de las necesidades de una sociedad, sobre todo la clase trabajadora, tan maltratada y esquilmada como la española, a la que siguen sin llegar las supuestas ventajas de llevar ya 32 años en Europa y de tener (eso nos dicen) una de las economías más pujantes del continente.
Que los socialistas lo van a hacer mejor que el Partido Popular es algo que parece evidente y sencillo; hacerlo peor es imposible. Pero también es cierto que para amplios sectores de nuestra sociedad no basta con que el nuevo gobierno realice pequeños retoques a las políticas antisociales que se vienen aplicando en nuestro país durante esto que llaman crisis económica. Una crisis financiara que tan buenos resultados ha proporcionado a las grandes empresas y a la banca. Para esa gran mayoría que está sufriendo en propia carne los recortes en libertades y derechos, si Pedro Sánchez hace lo mismo que González o Zapatero, será una gran decepción que –nos tememos- puede ser utilizada por opciones políticas neoliberales o claramente reaccionarias, como ya estamos viendo en otros países europeos, donde partidos racistas y neonazis han entrado en sus parlamentos.
Lamentablemente el pueblo suele ser bastante olvidadizo y han bastado estos tres meses de cambio de imagen y discurso tan huero como falso para que el PSOE ya esté a la cabeza de las encuestas sobre intención de voto, robando apoyos tanto al centro-derecha como a esa izquierda que venía a asaltar los cielos y ha acabado (de momento) propiciando el retorno de la otrora vilipendiada socialdemocracia. Pues eso: que todo cambie, para que todo siga igual.
Antonio Pérez Collado
Más de lo mismo. O como decia mi abuela:Los mismos perros con distintos collares.
SL2. 😉