¡Fuera la religión de las escuelas!
Hay ocasiones en que lo que debería ser considerado un pleonasmo, una redundancia –escuela laica- ha de ser una y mil veces defendido y razonado frente a la sinrazón de los de siempre. Siente uno demasiadas veces el ridículo y la impotencia de andar explicando algo obvio cuando se sabe que no hay peor sordo que el que no quiere oír. Pese a ello, intentaré dilucidar y matizar algunos aspectos de la cuestión que vuelven a estar de actualidad a cuenta de la supresión de la asignatura de Educación para la Ciudadanía por una cosa llamada Educación Cívica y Constitucional. Dejando aparte una nueva redundancia como el adjetivo constitucional (ya que es de suponer que la educación cívica incluye el conocimiento de su prostitución, digo… constitución) la denominación no ha cambiado mucho -Cívica en lugar de para la Ciudadanía, que viene a ser lo mismo: más ciudadanismo fulero. ¿A qué vienen pues esas prisas en cambiar la dichosa asignatura? Más allá de la obligación de complacer a un electorado tan ultra como fiel, la operación parece responder al deseo de reforzar el papel de la religión en las escuelas estatales. Religión que, junto a un ideologizado currículum de la nueva asignatura, formará parte del adoctrinamiento escolar que la Conferencia Episcopal les exige para darles su apoyo.
Religión y mitología
En los ya lejanos tiempos de mi educación franquista, recuerdo que había clase de religión –católica, apostólica y romana- y aparte, como máxima muestra de aperturismo y “modelnidad” nos deleitaban con las historietas mitológicas de Zeus, Odín o Shiva.