El último servicio de Bin Laden
Como siempre que sucede un acontecimiento que afecta a la razón de Estado, destacan casi más las sombras que las luces. Por eso no es extraño que sobre la eliminación extrajudicial de Bin Laden estén surgiendo conjeturas para todos los gustos, interpretaciones capciosas que la propia jacaranda de quienes festejan su eliminación a la mafiosa manera (enterrado en el fondo del mar con un bloque de cemento), no logra disipar. Porque, junto a esos inevitables prejuicios que se apoyan en un burdo antiyankismo, a medida que se van conociendo las circunstancias de la exitosa acción militar, surgen otros datos que invitan a la reflexión por si las moscas.
Bin Laden: la fórmula del sicario
La muerte de Bin Laden, presunto cerebro de horribles masacres por todo el mundo, desde Nueva York a Madrid, no es tal, es un asesinato con la técnica de los sicarios, matar al asesino para borrar toda posible indagación que pueda llevar a esclarecer los hechos ante un tribunal. Entonces y sólo entonces se podría hablar de algo parecido a justicia, que es la expresión que ha utilizado el declinante presidente Obama para dar la noticia al mundo de haber “vengado” a América. Los ciudadanos que durante estos últimos años han sufrido la embestida de un terrorismo sin rostro, tienen derecho a saber lo que había detrás de esa hermética fachada de Al-Qaeda y de la figura siempre enigmática de un Bin Laden que pasó de ser una eficaz marioneta de la CIA contra los soviéticos en Afganistán a Enemigo Público Número Uno global.
Bin Laden fue abatido en un lujoso complejo junto a uno de sus hijos
Las fuerzas estadounidenses finalmente encontraron al líder de Al Qaeda, Usama bin Laden, no en las montañas de la frontera con Afganistán, sino en un recinto de millón de dólares en un enclave turístico a poco más de una hora en coche de Islamabad, junto con su mujer más joven, según han informado este lunes las autoridades norteamericanas.