J.Arteaga. “Jipy” ( Grupo de trabajo Amnistía Social-Valencia)
Hace ahora tres años que el espacio de coordinación Baladre decidimos, junto a C.G.T y Ecologistas en Acción, impulsar una respuesta colectiva contra la represión; la Amnistía Social. Poco después otros colectivos sociales también hicieron suya la propuesta; la PAH, feministas, culturales, municipalistas, etc), organizaciones sindicales (CNT) y un buen numero de iniciativas locales de Andalucia, País Valencià, Galiza, Islas Canarias, Castilla-León, Castilla la Mancha, Extremadúra, Euskadi y Catalunya .
Es pues, una propuesta que surge de los mismos colectivos sociales y personas que padecen de manera directa la deriva autoritaria y la actitud represiva de las estructuras nacidas para ejercer la dosificación del miedo; los poderes legislativos y judiciales y las fuerzas de seguridad del estado por una parte, y por otra, las que cumplen su papel de dominación y alienación ideológica; valores patriarcales, medios de incomunicación, adoctrinamiento del pensamiento, etc.
Esa deriva violenta del sistema se concreta en tantos y tantos casos que no nos caben en esta pequeña reflexión. (Os remito a la pagina web de Amnistía Social donde os podéis formaros una somera idea de la intensidad de la represión en estos momentos).
En un contexto de intimidación permanente, resistimos como podemos cada varapalo que nos arrean. Pero los estamos soportando con una dispersión que nos resta fuerzas y nos dificulta tener una visión en su conjunto de la aplicación de la represión. Mientras, los ejecutores del dolor, el ejercito del terror social, los planificadores del miedo, elaboran con visión de futuro y con un ilimitado caudal de recursos, los pasos y estrategias para someternos.
Comprobamos que la represión en sus distintos niveles (baja, media y alta intensidad) se incrementa contra cada vez mas capas de la población, que se resisten al expolio de sus necesidades, derechos y dignidad. Sectores amplios de la sociedad, que se ven denunciados, perseguidos, apaleados y encerrados por defenderse de los saqueadores, hemos podido comprobar como el sistema afilaba sus armas con la Ley Mordaz y la reforma del código penal.
Conscientes de esto, varios grupos tomamos una iniciativa como la Amnistía Social para:
Señalar los hilos conductores de la represión en cada una de sus variantes, sacar fotografías de cada uno de sus rostros infames, y enfrentarnos a cada uno de los tentáculos que maneja un “aparato” oscuro y obsceno que disimula su intención real; instaurar el miedo entre la población y dividir y seccionar nuestra capacidad de reaccionar de manera unitaria a las continuas agresiones.
Una iniciativa que se ha desarrollado en los siete Encuentros por la Amnistía Social que hemos llevado a cabo, donde hemos ejercitado la solidaridad con casos concretos de represión y donde también hemos puesto en común nuestras valoraciones y alternativas sobre el momento que estamos viviendo.
Así, hemos elaborado distintos documentos en torno a la represión en nuestros barrios, sobre la violencia machista, sobre la represión en las zonas rurales, a l@s personas que hacen música o escriben letras incomodas para el poder, la represión patronal en los centros de trabajo, o contra las personas jóvenes. Un proceso para encontrar puntos en común y responder colectivamente más allá de las peculiaridades y características de cada uno de los casos de represión en particular.
Podríamos decir que durante estos últimos años la Amnistía Social ha sido un instrumento para intentar salir de la atomización intencionada a la que nos fuerzan. Nos ha servido para sentir que cada episodio represivo nos incumbe aunque no seamos las personas afectadas, para mostrar una actitud activa de solidaridad, en la medida de nuestras fuerzas y utilizando los recursos de los que disponemos por pequeños que parezcan. Se trata de que ninguna agresión se quede sin respuesta y que los ejecutores de la represión sepan que, pese a todo lo que intenten, no les será fácil doblegarnos y convertirnos en esclav@s.
En este periodo de extensión del debate, no hemos organizado ninguna campaña a nivel del Estado Español, sin embargo cada encuentro ha sido efectivo dando apoyo implícito al colectivo o personas organizadoras, como ASDECOBA en Salamanca o Carcaboso en Cáceres, o en la solidaridad conseguida ante casos concretos, como lo de “los borbones a los tiburones” en Canarias o la playa de Arraijanal en Málaga.
Se podría decir que hemos estado en proceso de maduración y de puesta en común de la propuesta desde colectivos de base, al tiempo que poniendo en marcha respuestas solidarias, tanto en las redes como en las calles.. En eso sí ha sido útil la Amnistía Social; en ampliar las perspectivas de respuesta global partiendo de casos puntuales, sectoriales o locales. No ha sido fácil pero algo de camino en positivo hemos recorrido. Eso sin contar los contactos y lazos que hemos establecido tanto entre realidades diferentes como con las personas luchadoras que las sostienen.
La Amnistía social mirada desde otro ángulo.
Muchas veces lo hemos debatido; la Amnistía Social es una justa aspiración que no se concretará nunca sí no hay una amplia exigencia social para que se aplique.
¿Y cómo sería esa aplicación? ¿A través de una Ley de Amnistía? Pero la pregunta central sería; ¿Cómo vamos a generar un movimiento lo suficientemente amplio para que esa exigencia social sea real y efectiva?.
La cuestión es que para conseguir algo parecido a la promulgación, desde el poder político (legislativo y ejecutivo) y el poder judicial (jueces y tribunales), de una Ley de Amnistía Social habría que cambiar la correlación de fuerzas actual. Y no sólo en las instituciones sino en la presión que se ejerce desde los propios movimientos sociales. En el ámbito institucional las cosas no cambiarán si no rugen las calles en pro de la justicia social y en demanda de la Amnistía para nuestros delitos y de las sanciones y represalias padecidas. Por lo tanto, es necesario que sepamos encontrar formas unitarias de autoorganización, de coordinación y de movilización, que sean respetuosas con la autonomía de cada grupo, colectivo o movimiento pero que compartan la respuesta a la represión debe ser colectiva.
Pero puede pasar -mejor, está pasando- qué aun así, los gestores del poder, se resistan a tener la sensibilidad -o prioridad política- que les haga apreciar lo justo de la demanda, y por lo tanto hagan oídos sordos por muy extendida que esté esa reclamación. Y esto pueden ser años tras años esperando reblandecer la conciencia de quién no la tiene; el poder.
¿Qué podemos hacer entonces ante una situación que se eternizará?
Pues deberá ser el pueblo y los sectores sociales quienes apliquemos, a nuestra manera, la Amnistía Social a las personas y colectivos sociales víctimas de la represión.
¿Qué cómo se come eso? Por supuesto no a través de una Ley sino a través del reconocimiento social público de las víctimas y de la movilización en todos los frentes posibles; amistades y familias, en el trabajo y en los barrios, en los medios de comunicación, en las concentraciones y manifestaciones pero también en la solidaridad en lo cotidiano.
Esto supone que es el pueblo/los pueblos, quién establece con su actitud a quién amnistía…y de rebote también a quién condena. El pueblo/los pueblos no pueden decidir ni aplicar legalmente, excepto por los cauces establecidos, sentencias ni distribuir justicia, tal y como dictas las leyes y los tribunales actuales. Pero saben mucho de injusticias, y sobre quienes y cómo se padecen.
No podemos dejar sólo en manos de élites y castas cuales son las causas justas, o cómo se aplican las leyes, máxime cuando para conseguir las escasas cuotas de justicia social que tenemos, han sido los pueblos quienes lo han pagado con su sangre y sus vidas.
Los pueblos tenemos mucho que decir y también que hacer sobre la justicia en su sentido total. No podremos evitar un coste en ese intento para hacernos oír; se nos multará y golpeará, se nos encerrará y torturará, y nos robarán la vida o asesinarán.
Ironizando un poco; “nada nuevo bajo el Sol, ya lo sabemos desde hace mucho…superaremos nuestros miedos”.
La justicia, aplicando sus leyes, pudo reprimir a quienes el 15-M tomaron las calles y las plazas, pero el pueblo/pueblos les apoyó…y respondió. No sólo no vio delito sino que se sumo a él.
Un juez puede dictar tirar de su casa a quién no puede pagarla, pero el pueblo hadado su Amnistía a la personas desahuciadas y condenó a los bancos al odio social para su función usurpadora.
El pueblo se solidarizó con la gente minera de León, Asturias o Teruel, con la gente campesina de Andalucía (que ocupa tierras) en las Marchas de la Dignidad, con l@s estudiantes de la Primavera Valenciana, con l@s vecinos de Gamonal (Burgos), de Murcia contra el muro del AVE, de Can Vies y el Banc Expropiat de Barcelona. Fue el pueblo trabajador quién respondió con huelgas a las reformas laborales de los gobiernos de turno, el que no olvida porque sufre en su propia carne la explotación y la represión en las empresas. Y eso pasó con las huelgas de la sanidad en Madrid, la de la enseñanza en Mallorca y las de l@s estudiantes en prácticamente todo el Estado Español.
En todas estas movilizaciones se aplicaron diferentes formas de represión para intimidar a quienes participaban en ellas, con un coste intangible en lo referente al sufrimiento y la angustia humana. Lo cierto es que el pueblo/pueblos afrontó, sorteó y superó los miedos de la acción represiva. No contemplaba el delito en sus acciones contra las consecuencias del saqueo que padecía.
Pero el ejemplo mas claro de esta otra visión de Amnistía Social se ha dado con la lucha de las mujeres contra la violencia y la injusticia patriarcal. El feminismo, y la mayoría de la sociedad por extensión, amnistío a la víctima de la “manada” (al tiempo que a todas las mujeres víctimas de las violaciones y del terrorismo machista). Así, señalaba a los represores y sus formas de protegerse entre ellos.
El día 8 de Marzo pasado, el feminismo señalo que el modelo de vida dominante está caduco y que sigue viviendo dando zarpazos. Las mujeres mostraron que en la nueva sociedad que queremos, y en las luchas por conseguirla, ellas no serán objetos secundarios. Estos días donde las mujeres han tomado las calles, de feminización de las conciencias, el sentido de justicia social se podía oler y palpar por que inundaba el ambiente.
Una vez más, y de manera clara, es el pueblo/pueblos quien dictaminaba (sin ser juez ni tribunal y sin aplicar “leyes legales”) que las víctimas eran inocentes y que lo delictivo es el comportamiento de quienes legislan y ejecutan amparados en los resortes del poder.
También es el pueblo quién ayuda a las personas que vienen de otros países, porque sólo el pueblo salva al pueblo y hace justicia en las fronteras, en el Mediterráneo. El pueblo no monta CIE’s ni hace leyes de extranjería para personas empobrecidas y violentadas por nuestros ejércitos y nuestras multinacionales instaladas en sus tierras. Otra cosa es que los medios de desinformación se encarguen de poner el acento en la expresiones derechistas y racistas, infundiendo miedos prefabricados. Pero las iniciativas solidarias y de respuesta al fascismo crecen por doquier y hacen una función de socorro y de denuncia inmensa, que los estados se niegan hacer aunque eso destape su cara patológicamente cruel.
Desde estos ejemplos, y desde un ángulo diferente, esta faceta la podríamos considerar una manera distinta de entender la Amnistía Social. Sería el pueblo el que hace desaparecer el supuesto delito de resistirse a la injusticia, el que borra el estigma de la pena que nos imponen, el que restituye la dignidad que las leyes quieren usurpar a las personas. Y eso es tan importante, sino más, qué una posible Ley de Amnistía Social (por lo tanto política y sindical) que habría que arrancársela a base de muchas luchas. Insensibles, seguirán castigándonos con sus “leyes para roba gallinas”, al tiempo que protegerán su poderoso status. Será difícil que comprendan.
Mientras tanto la Amnistía Social la iremos ejerciendo con la solidaridad y el apoyo mutuo; son la fuerza de la razón frente a la razón de la fuerza. Lo importante es que no permanezcamos indiferentes o asustad@s y encontremos en nuestras luchas lo que desde el poder se nos niega; la dignidad.
Nos organizaremos en grupos de apoyo (familia, amistades, colectivos, barrios, centros de trabajo, etc) a personas represaliadas que no debemos dejar solas nunca. No contaremos con que nos amnistíen desde su justicia (de momento) pero si con que lo hagan nuestros vecinos, nuestros pueblos…y esa sociedad más justa que estamos construyendo, pese a quién pese. Y ya sabemos a quienes les pesa que seamos libres.
La Amnistía Social es una propuesta viva por encima de la formalidad y la solemnidad de las leyes que tienen que dictar los poderes institucionalizados. Tiene otras dimensiones que se les escapan y que nos pertenecen. No esperaremos una ley para que se reconozca la justicia de nuestras demandas y lo injusto de sus políticas. No esperaremos para que las víctimas de la represión cuenten con nuestra absolución total, no de nuestro perdón, sino del reconocimiento de que era necesario saltarse la legalidad porque nos declararon una guerra al pueblo y por lo tanto no cometieron delito aunque lo diga la ley.
Ellos rompieron las reglas que ellos mismos establecieron en pro de la mal llamada “paz social”. Que recuerden…”cuando la injusticia se hace ley…resistirse a ella es una obligación”.
Así que, con ley o sin ley…¡¡¡AMNISTIA SOCIAL YA!!!
J.Arteaga. “Jipy” ( Grupo de trabajo Amnistía Social-Valencia)