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Opinió

¡Queremos decidirlo todo!

Emili Cortavitarte. El Salto.

Es evidente que en las dos últimas semanas la perspectiva sobre el llamado conflicto catalán ha sufrido una significativa variación en función de dos hechos fundamentales: el despliegue y posterior intervención violenta del 75% de los efectivos de antidisturbios de la Guardia Civil y Policía Nacional en el referéndum (1 de octubre) y la huelga general (3 de octubre). Y se ha modificado a nivel del Estado español y también en Catalunya; y en el seno de la izquierda social, política y sindical.

En el primero de los hechos, porque ha habido una plasmación neta de la cerrazón del Estado español y sus estructuras de dominación, con respecto a la unidad territorial y a la recentralización, por la vía del ejercicio de la violencia física (que poca gente de buena voluntad preveía); que se suma a la aplicación de facto del artículo 155 de la Constitución, mediante actuaciones judiciales, políticas y económicas.

En el segundo, porque ha irrumpido en el conflicto de manera diáfana el sindicalismo alternativo ejercitando una de sus tácticas fundamentales como es la huelga general, para defender las libertades y los derechos sociales y laborales.

En no pocas ocasiones hemos oído o hemos leído la típica y tópica referencia al conflicto entre burguesías y oligarquías centrales y periféricas. Bien, debería revisarse profundamente. Ni Fomento Nacional del Trabajo (que agrupa a la gran patronal), ni el Círculo de Economía, ni la gran banca (CaixaBank, Sabadell… que en estos días radican sus sedes sociales fuera de Catalunya) defienden el ejercicio del derecho a la autodeterminación ni, por supuesto, la independencia.

El denominado Procés implica a sectores de la clase política y funcionarial, propietarios de pequeñas y medianas empresas, autónomos, profesionales liberales y centenares de miles de personas que clases “medias” (esa es su consideración de sí mismos) y populares implicadas a través de organizaciones de la sociedad civil (Assemblea Nacional de Catalunya, Ómnium Cultural), de determinadas organizaciones políticas y sindicales o a título personal.

Sus élites tratan de conducir un movimiento multiclasista o interclasista coincidente en el “derecho a decidir” y/o la independencia de Catalunya, pero plural y, en determinados aspectos, muy divergente en cuanto al modelo de sociedad. Pero también, en conflicto con una visión estática y sagrada del statu quo surgido de la Transición (transacción entre poderes económicos, aparatos de Estado y partidos y sindicatos del nuevo régimen).

El frentismo mediático y político entre quienes se consideran representantes absolutos de España o de Catalunya no ayuda, a nivel general, a que las posiciones y los debates superen el alto nivel del ruido y las aseveraciones totalitarizadoras. Es necesario salir de esta perspectiva para entender la realidad y bajar a lo concreto, para analizar con mayor y mejor conocimiento de causa determinadas actuaciones.

Mucha gente de los movimientos sociales ha participado en los Comités de Defensa del Referéndum que se han creado en los barrios y en los pueblos. Y lo han hecho, no porque compartan necesariamente la “hoja de ruta” del Procés, ni porque se les haya obnubilado su visión crítica del cuerpo de Mossos d’Esquadra, ni porque les parezca que el Govern de Junts pel Sí es la máxima expresión de las políticas sociales y de los cambios posibles para asumir una democracia radical. En estas mismas semanas, hemos seguido asistiendo solidariamente a juicios contra activistas sociales y sindicales o hemos recordado el cuarto aniversario de la muerte de Juan Andrés Benítez, en los cuales de una u otra manera tienen responsabilidades las instituciones anteriormente mencionadas.

Tampoco las declaraciones de diferentes organizaciones anarcosindicalistas (CGT de Catalunya, CNT de Catalunya i Balears, Solidaridad Obrera) y de diversas organizaciones y colectivos anarquistas (Embat, Federació Anarquista de Catalunya, Heura Negra, Negres Tempestes, Oca Negra…) defendiendo el derecho a la autodeterminación, con sus matices y estilos, estaban dictadas por algún extraño espejismo. Ni la convocatoria de huelga general de la CGT, ni el apoyo activo y combativo de la CNT y Solidaridad Obrera.

En la declaración conjunta Triem lluitar (Elegimos luchar), de todas las organizaciones mencionadas en el párrafo anterior, se expresan posiciones tan diáfanas como: ligar la defensa de la autodeterminación de los pueblos a la eliminación del capitalismo porque si no “las condiciones de vida de la clase trabajadora seguirán siendo aplastadas por las oligarquías española y catalana que van siempre de la mano para imponer reformas laborales y recortes de derechos sociales”; denunciar la militarización y represión del Estado español pero también la naturaleza represiva de la Generalitat y de sus Mossos (desalojo de Plaza de Catalunya, detención y denuncia de sindicalistas y activistas sociales, casos Pandora, Parlament, Esther Quintana…); y, ampliar la autodeterminación y la emancipación a “la socialización de los medios de producción, de la riqueza y la eliminación de todas las formas de opresión, como el heteropatriarcado…, la más amplia libertad de decisión a través de la acción directa y la autogestión”.

La Taula per la democràcia (integrada, entre otros, por el PEdCAT, ERC, CCOO, UGT, ANC, Ómnium Cultural…) se apresuró, en la tarde del 1 de octubre, a lanzar una Aturada de país (Paro de país) para no dejar en manos de los sindicatos alternativos convocantes de la huelga del 3 (CGT, IAC, COS, I-CSC) la responsabilidad de ofrecer un cauce de expresión al rechazo a la violencia policial, a la defensa de las libertades y los derechos y a las reformas laborales. Solo la CUP mostró su apoyo a la huelga general.

Este “eufemismo”, con rebaja de contenidos y de consecuencias, de la Taula per la democràcia provocó no pocos equívocos entre la gente y problemas al sindicalismo ético y combativo, a pesar de lo cual la huelga fue un éxito y las concentraciones y manifestaciones multitudinarias, como no recordábamos desde la guerra de Irak. No contentos con el confusionismo sobre huelga o paro, con descuento salarial o sin él, quienes nos bombardean cada día con que somos un solo pueblo programaron otro punto de salida para su manifestación e hicieron continuos llamamientos a abandonar cuanto antes las calles, en clara falta de sintonía con uno de los lemas más coreados: els carrers serán sempre nostres! (¡las calles serán siempre nuestras!).

En fin, que las situaciones y acontecimientos sociales son los que son y se dan en las circunstancias que se dan. Los escenarios ideales no existen y si hubiera alguna oportunidad los poderosos procurarían destrozarlos. Salvando la imposible comparación de la situación actual con la fortaleza de la CNT y del movimiento libertario del momento, ¿quién les iba a decir que la revolución social del 36 se llevaría a cabo como reacción a un golpe de Estado militar?

En Catalunya, una parte significativa de los movimientos sociales y populares, de las organizaciones alternativas y de las libertarias nos hemos decantado por formar parte activa de unos acontecimientos, que tienen más de una lectura, porque pretendemos que muchos de los objetivos expresados en el comunicado Triem lluitar formen parte del debate sobre la autodeterminación y la soberanía popular, ¡porque queremos decidirlo todo!

1 COMENTARIO

  1. Una Huelga general es y será siempre una huelga GENERAL. hacer un paro laboral, manque sea generalizado y querer llamarlo «Huelga general» es un vulgar eufemismo, además de estar lejos de ser una demostración de fuerza, es solo hecharle un pulsito a algo o a alguien…

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