Desde la franja de Mieres. Abel Ortiz.
Hay que ser muy facha para alegrarse del triunfo de Capriles, la cara electoral de las guarimbas. Si en este país, se llame como se llame, se hubiera montado semejante jaleo la solución habría sido fácil; todo es ETA. Talego para todos, multas astronómicas y unanimidad en la prensa sobre vándalos, anarquistas y perroflautas antisistema.
Maduro era muy malo, totalitario y chandalero, sin el glamour de un Rato o el savoir faire de un Margallo. Tan malo era, tan malo, que es mejor Capriles. Todavía huele a azufre en Caracas. También huele a champán, hay fiesta. Hay fiesta porque han sido liberados de la tiranía.
Ahora Capriles construirá una Venezuela más democrática, redistribuirá mejor la riqueza. Levantará escuelas y hospitales públicos a esgaya, mejorará el PIB, la renta per capita, las tasas de criminalidad, las desigualdades sociales y las discriminaciones por sexo, religión, raza o cualquier otro motivo. Por supuesto será implacable con la corrupción. Y mi picha un futbolín.
La mayoría que ha dado el triunfo a Capriles es tan pueblo, suponiendo que exista tal cosa, como la minoría bolivariana. No, los venezolanos no se equivocan. Son una democracia, tienen una constitución, tribunal supremo, parlamento, libertad de expresión, más que aquí, y saben contar votos. El gobierno después de casi dos décadas pierde las elecciones; lo normal en las dictaduras.
Se acabaron los populistas, tan zafios, oscuritos y vocingleros. Se abrirán al fin las tenebrosas prisiones del régimen siniestro y saldrán las cuerdas de presos famélicos y torturados por los que tanto se han preocupado en el barrio de Salamanca, todavía adormecidos por los cuentos de Foxá.
Afortunadamente el séptimo de caballería llega a tiempo. Esos malditos indios con la llave del petroleo. La blanquitud al rescate. Chavez, el hombre de color canela, cantaba y hablaba por la televisión pública sin que le interrumpieran los anuncios de wolkswagen o del BBVA y podía expropiar un banco en directo, sin plasma. Atacaba los nervios ultrasensibles de los registradores de la propiedad, directores de periódicos carlistas, emprendedores transatlánticos o simplemente followers de Aznar o Escrivá, el otro San José María.
Un heredero de Stalin que da cobijo a terroristas. Un cacique bananero risible.
Eso nos decían Esperanza Aguirre, Felipe González, Nacho Villa, Bárcenas, Soria, Trillo, Rivera, y una lista interminable de personajes ejemplares palmeados por toda la caterva del papel impreso y las armas catódicas de destrucción mental.
Hasta los animosos chicos de la complutense desertaron; no les salía a cuenta. Era una batalla perdida con precio electoral. Nadie da nada gratis. Pocas definiciones más certeras del neoliberalismo. Paracuellos. Vete a Cuba. Achantando que es gerundio. Ni media hostia.
El mundo mejora ante nuestras narices. Todo son conquistas de la democracia, victorias sobre el totalitarismo, pasos hacia un mundo nuevo. Acabamos con Sadam Husseín un populista árabe, tirano y dictador. La libertad duradera llegó a Bagdad y a todas las ciudades y pueblos de una de las culturas más antiguas del mundo. Un país laico con etiqueta de socialista. Inadmisible. Ha pasado una década. El argumento era el mismo de siempre. Sadam era tan malo que un imperativo moral se imponía; acudir en ayuda de sus víctimas. Lo ahorcamos.
Ahora Irak es una democracia consolidada, el nivel de vida no ha dejado de crecer y los derechos y libertades son máximos. El pueblo soberano es dueño de sus recursos y han desaparecido cárceles y torturas. No se equivocaron quienes señalaban a Sadam. Era su trabajo. Sabían que sus argumentos eran falsos. Nada personal, son solo negocios. Cadáveres oscuros.
Los talibanes obligaron a la comunidad internacional a intervenir en defensa de la libertad de las mujeres, del patrimonio cultural, de los valores del humanismo. Muyahidines que ahorcaron al presidente comunista cuando se fueron los soviéticos. Gente de confianza. Primera linea de combate contra el comunismo internacional. Freedom fighters. Claro, claro; El gulag, Stalin, Solzhenitsyn.
Afganistán ha mejorado mucho desde que Najibulá, laico y comunista, pendía de una farola hace casi tres décadas. La situación de la mujer es ahora envidiable.
La reconstrucción del país ha sido un éxito y el futuro se presenta esplendoroso gracias a la intervención de occidente que ha conseguido instalar, también en Pakistán, las costumbres y usos de la civilización democratacristiana.
Gadafi era un terrorista. Hubo que matarlo. No quedaba otra opción. También era oscuro y masacraba a su pueblo. Laico y, formalmente, socialista. Sobra decir que desde su muerte el paraíso se ha instalado en Libia, por todas partes florece la vida y las fuentes manan café con leche y miel.
El que era todavía peor, laico y prorruso, aunque parezca increíble, el presidente ucraniano, necesitó, para salir por patas, un golpe de estado aplaudido con las orejas por los demócratas a régimen, y transmutar pacíficos manifestantes, organizados por la oficina de Mcaín, en paramilitares fascistas armados.
Un truquito bueno en prime time. Fueron respaldados por los mismos occidentales que tienen los santos cojones de decir que Rusia invade Crimea sin que se les caigan los palos del sombrajo. Rueda de molino de dimensiones intragables, a Chejov pongo por testigo.
Ucrania ya, liberada del yugo de Moscú, democratacristianizada, es el pasmo del mundo. No hay paro, las pensiones están garantizadas, los sueldos suben sin parar, los ciudadanos disfrutan de libertades y derechos desconocidos y la policía cruza a las ancianas por los pasos de cebra. El libre comercio crea riqueza sin parar. Las privatizaciones llegan a punto para el tratado de libre comercio y la deuda se multiplica. La culpa es de Putin.
El Assad es igual de malo que los otros y habría que buscarle un árbol. Masacra a su pueblo, es laico y se relaciona con los rusos. La oposición reprimida es el punto de partida, otra vez y van….cienes y cienes. Cuando Assad se vaya volverán las golondrinas democratacristianas. La población agradecerá la intervención internacional que ha destruido su país. Los refugiados se alegrarán de saber que tienen alguien a quien ahorcar.
El anticomunismo, el antisocialismo, es, palabro de moda, transversal. Se apunta cualquiera desde que sale gratis. Incluso anarquistas. Teóricos claro.
Los anarquistas prácticos, gitanos, sin papeles, parados sin ingresos, jornaleros, supervivientes en general, están a otra película. Saben quienes son.
Saben distinguir a un facha al primer golpe de vista, al oír el primer argumento. Saben quien estaba, y está, en la trinchera de enfrente. Saben quien está en la suya. Saben con quienes compartieron cárceles y exilios, revoluciones, guerras y gobiernos. Saben quienes se sentaban a su lado en las playas francesas, en los barcos en cuarentena de Argelia. Saben quienes murieron a su lado en piquetes de ejecución, con quienes compartieron el banquillo de los acusados, la miseria de la posguerra, el páramo franquista y las cunetas.
Y saben, lo tienen grabado a fuego y miedo, quienes eran los jueces, los torturadores, los gobernadores civiles, las monjas que se hacían cargo de los hijos de los vencidos, los caciques azul mahón.
Se puede ser esto, lo otro o lo de más allá. Es necesario ser crítico. Pero si en todos y cada uno de los conflictos que estamos viendo desde que abrimos los ojos al mundo tu posición coincide con la fox, las televisiones de Berlusconi, los intereses de la OTAN y la postura de la faes, puede que, por mucho que repitas consignas libertarias, por mucho que busques en Kropotkin o en Malatesta, no seas más que un anarcofacha. Y como son palabras incompatibles puede que solo seas un facha disfrazado de anarquista. O a lo mejor soy yo que me he confundido de piso. En ese caso disculpen las molestias.
Eres genial Abel.