El Vaivén de Rafael Cid
“La democracia puede verse amenazada por ejércitos de obreros en paro capitaneados por millonarios que reciten el Sermón dela Montaña”
(George Orwell)
A efectos prácticos, Podemos es como la Santísima Trinidad. Ni carne ni pescado, pero está en todas partes. Desde el PP sostienen que es la marca blanca de peligrosos comunistas. Los del PSOE afirman que se trata de un grupo de impostores que quieren robarles el legado de la socialdemocracia. Y en la casa IU los tachan de aprovechados que copian sus mejores ideas. Pero entre tanto fuego cruzado los de Pablo Iglesias no dejan de crecer en expectativa electoral. Porque han sabido situarse en el ojo del huracán, que como muchos desconocen es el punto más tranquilo del zafarrancho. En la cofradía del círculo violeta rechazan el sambenito de izquierda, baldío de contenido por las fechorías de sus tradicionales titulares (significantes vacíos), para remplazarlo por el más global de partido de los de abajo. Pero el Espíritu Santo solo existe en la cabeza de posesos en busca de exorcistas.
Esprintando desde la izquierda ciudadanista, Podemos ha ido colocando el piloto para instalarse en el centro de la pista. Por imperativo legal, si queremos niquelarlo así, pero bajando su vitola de corredor de fondo. O sea, acercándose dónde está el mayor granero de votos. Que no es entre los sectores más comprometidos socialmente. Sino, por el contrario, en su lado más conformista y gris. Al fin y al cabo, la votocracia, esa degeneración de la democracia competitiva, se rige por “la ley del número”, como explicara hace algo más de un siglo el libertario gallego Ricardo Mella en su famoso ensayo. La mayoría silenciosa, lo es en parte porque suele hacer pensamiento único de la obediencia debida. ¡La cantidad, imbéciles, la cantidad!
Llevado al tablero político esto significa que la formación que lidera Pablo Iglesias ha reseteado su GPS respecto a las coordenadas que habitualmente posicionaban a las formaciones progresistas. Lo habitual era que el eje horizontal, abscisas, resultara el bastidor ideológicamente diferenciador, en un recorrido de izquierda-derecha o de derecha-izquierda, según los tramos recorridos fueran de adelante-atrás o de atrás-adelante. El eje vertical, de ordenadas, menos identitario, solía servir para enriquecer ese registro con categorías de índole económico-material, sobre todo en forma de igualdad de oportunidades (servicios sociales eficientes y universales, mayor equidad en la distribución de la renta, mejora de la progresividad fiscal o maximización del empleo). Que no es moco de pavo, ni mucho menos. Aunque objetivamente tampoco conlleva estímulos éticos para generar una nueva conciencia capaz de ser alternativa real al modelo dominante.
El éxito de Podemos consiste en haber modificado la percepción de los códigos clásicos de la izquierda dando un volantazo para primar la ordenadas sobre las abscisas, lo vertical sobre lo horizontal. Una rectificación que le ha permitido convertirse en referente de amplios segmentos de la clase media baja expropiada por la crisis, que hasta hace poco se mimetizaban con el Estado de Bienestar, a costa de relegar atributos de inequívoco corte izquierdista-rupturista. Este sorpasso no se habría producido sin descabalgar aquel inicial regeneracionismo radical que reivindicaba la renta básica, el derecho de autodeterminación o el impago de la deuda odiosa, entre otros compromisos. Al empatizar con ese ingente electorado low-cost, Podemos se ha garantizado una larga presencia en el cuadrilátero parlamentario, porque la “revolución capitalista” (Warren Buffett dixit) no parece tener enmienda, salvo que colapse el sistema. La OIT acaba de pronosticar que el desempleo en España no bajará del 21% hasta al menos el año 2020.
La formación que jalea a los Chikos del Maíz puede honestamente autodefinirse como el “partido de la gente decente”. Pocas cosas más urgentes e importantes que empoderar a las personas que sufren víctimas de políticas mafiosas, estadistas desaprensivos y sicarios financieros. Lo cual no significa necesariamente que Podemos anuncie algo nuevo, entendiendo por tal un cambio sustancial en el modelo “capitalista” y “autoritario”, con más y mejor dignidad, democracia, justicia, igualdad, libertad, laicismo, diversidad, pensamiento crítico, amén de otro modelo productivo sostenible y decrecentista. Su proyecto para refundar la socialdemocracia después de muerta forma parte de esa fecunda contradicción en que mueve la formación. Podemos es el partido de “los de abajo” gestionado monitorizado desde “arriba”. Su proyecto representa una nueva “ejemonía” respecto a la “hegemonía” de izquierdas teorizada por Gramsci.
Considerar que “las ideologías sirven poco” y que “el juego de izquierda y derecha es de trileros” (Pablo Iglesias. El País, 18/01/15) imprime carácter. Está bien que desde sensibilidades de izquierda se abra el númerus clausus del obrerismo como clase explotada a otros sectores sociales cruelmente despeñados por el sistema-régimen. De suyo, ese sectarismo canónico ha sido históricamente una de las taras que ha fosilizado al socialismo nominalista. Carencia que se plasmaba en su etiquetado tozudamente productivista, y la casi ausencia de reivindicaciones emancipadoramente finalistas. En olvido flagrante de lo proclamado en los postulados de la Primera Internacional.
Pero la semaforación instada por la cúpula de Podemos entraña riesgos de reproducción del modelo que se pretende superar, al relegar a segundo plano los valores fundamentales para inculcar una nueva mentalidad. Que es tanto como socializar las renuncias y privatizar las adhesiones. La perfecta metonimia política. Reconstruir el discurso de Podemos en las coordenadas del tablero político supone reconocer que el eje arriba-abajo, en clave populista, implica un ajuste estructural y asume recortes sobre los activos transformadores respecto al eje izquierda-derecha. Porque con “desde abajo” no basta. Es condición necesaria pero no suficiente. Necesita incluir inalienables principios democráticos, que es lo que daba sentido tradicionalmente a la izquierda progresista frente a la derecha conservadora. Sin ese referente ético, las masas pueden votar “soberanamente” la pena de muerte (desde abajo se han recogido 2,5 millones de firmas para reinstaurar la cadena perpetua), movilizarse contra el aborto, secundar la xenofobia (Pegida en Alemania) o encumbrar a partidos ultranacionalistas (desde el Frente Nacional francés de Marine Le Pen al UKIK británico de Nigel Farage).
Además ese arbitrismo sobrevenido hace extraños compañeros de cama. Cuando Iglesias y Errejón se reúnen en secreto con “los señores Zapatero y Bono” establecen una clamorosa excepción en sus ataques a la casta para tomar el té de los cinco con sus principales capos. Lo mismo sucede al retractarse de la crítica a la Semana Santa sevillana o al exhibir su patriótico ardor guerrero. Si Azaña quisiera reeditar hoy aquel “España ha dejado de ser católica”, que inauguró simbólicamente la Segunda República, podría ser repudiado por el “pablismo”. Por cierto, me pica la curiosidad: el choteo a Pedro Sánchez en el mitin sevillano de Iglesias – esa coña de Perdidos- y el sucesivo obús de Susana Díaz contra Ferraz en forma de adelanto electoral, ¿no es un plano-secuencia?
Mi recordado y sabio amigo Victor Alba publicó en el año 1982, arranque de la etapa felipista, un libro titulado “¿Dónde está la izquierda? para alertar sobre los mitos, clichés, fetiches y panaceas que han bloqueado secularmente a la izquierda y cuya perpetuación explicaría sus continuos y baldíos vaivenes. “Es concebible que la derecha acierte y pueda poner parches al sistema capitalista. Es también concebible que los errores de la derecha lleven a la victoria de la izquierda y que esta cometa errores que conviertan en derrota su triunfo”, escribió. Un retrato al carbón de la encrucijada actual, con una izquierda que puede llegar al poder por los horrores-errores de la derecha y no por sus propios aciertos, y que al mismo tiempo es capaz de hacer que esa victoria incube una nueva derrota. Si no significa un cambio de calado. Si se resigna, por mantener el fervor electoral cosechado de abajo-arriba, a gestionar los destrozos del capitalismo con el viejo manual de la socialdemocracia, de arriba-abajo. Pocos de los nuevos redentores hablan de ya del carácter sistémico de la crisis, porque sería como mentar la soga en casa del ahorcado: que solo con el parcheado de un recambio electoral no se resuelve nada en profundidad.
Moraleja. Cuando Podemos opone el eje abajo-arriba al eje izquierda-derecha fabrica una aporía. Lo que está haciendo no es un cambio de paradigma, sino cebar un sofisticado artefacto de clientelismo populista. Porque de toda la vida de Dios, la ideología de izquierdas solo cabe entenderse como rotunda expresión de iniciativas favorables a los de abajo, a los más necesitados y numerosos. En democracia el humus es el demos. El contenido económico-material-asistencial es su suelo, nunca su techo. De ahí que el electorado de la izquierda suela ser menos tolerante con la corrupción que el de la derecha. Todavía. Las políticas más avanzadas y progresistas en todos los órdenes llegaron a España de la mano de un plantel de liberales acomodados, bastante ilustrados, escasamente rojos y orgullosamente republicanos un 14 de abril de 1931. Y esa primera democracia burguesa, en su visión de conjunto, aún no ha sido superada.
(Nota. Según se ha sabido, la reunión entre la cúpula de Podemos (Iglesias-Errejón) y los representantes de la casta socialista (Zapatero-Bono) contó con un quinto pata negra: Emiliano García-Page, alcalde de Toledo, secretario general del PSOE de Castilla-La Mancha y, ante todo, hombre de absoluta confianza de José Bono. Este acercamiento entre zapateristas y pablistas se ha producido cuando antiguos fichajes del anterior presidente del Congreso, como Manuel Jesús Arias Martín, ex Jefe de la Secretaría de Bono, y Ana María Herrera, secretaria personal de su antiguo Jefe de Gabinete, se postulaban al Consejo Ciudadano Podemos en la ciudad del Tajo en la candidatura oficialista Claro que Podemos).
Buen artículo.
Buena frase inicial de George Orwell, siempre tan atinado.
Diré yo otra frase, que ahora no recuerdo su autor: «LA EXPERIENCIA ES EL MAESTRO DE LOS NECIOS».
Ya se verá si:
a) Se perpetran los mismos o casi idénticos crímenes contra la mayoría (esa mayoría silenciosa, esa ley del número).
b) Se aprende y se remedia antes de experimentar esos crímenes en carnes propias.