Abel Ortiz
Decía Heidegger que…..bueno, ahora no me acuerdo pero era muy importante, esencial, aunque pueda parecer una nadería. Lo decía en alemán que es una lengua muy dada a la filosofía y a juntar consonantes como si se fueran a acabar, con lo que complica eso los conceptos, especialmente a la hora de pronunciarlos.
La escuela de Frankfurt, por ejemplo, decía otra cosa diferente. Para que queremos más. Ya está liada. Por no hablar de la dialéctica, que para alguno es como mentarle a la madre. Otros, cuando oyen la palabra discurso echan mano al corte epistemológico.
Hay que reconocer que la modernidad capitalista, con el indispensable disfraz de la blanquitud, ha montado un pollo que no hay quien lo desenladrille (Baudrillard). Esto viene ya de cuando entonces, y en eso coinciden todas las escuelas historiográficas por muy relativistas que sean (Wikipedia).
Que lo importante es la praxis ya lo decía mi abuela, acarreando la bombona de butano, despreciando ostensiblemente la semiótica. “Ni Maquiavelo, ni Maquiavela, tira pallá” era otra de las consignas que acompañaba de pescozones, inocuos pero degradantes, despejando la mesa de la cocina. Era constructivista, creo.
A mí me (ego, yo, ver Jung) gusta el pensamiento débil, casi pusilánime; el fuerte me repite, me hace eco en el cerebro y se me hace un lío el valor de uso. Ya lo decía Váttimo….o a lo mejor era Balotelli….algo sobre autogestionar el catenaccio o la crítica a la dicotomía entre el derecho y el arbitraje.
Lo que no podemos obviar es lo evidente salvo que queramos evidenciar lo obvio, o viceversa, dependiendo del observador. Las cosas claras, esa es, en conciencia, la verdad de la blanquitud. Se pongan como se pongan Feuerbach o el coro de Santo Tomas de Leipzig.
Imaginarse una modernidad no capitalista; datis decuestion (del latín Dato, Eduardo) lo demás es macanear. Bolivar Echeverría, clave.
El imperio tertuliano, ethos realista, disecciona la realidad catódica como si les fuera el salario en ello. El plusvalor se lo queda la empresa.
Burgos pasa, en un salto histórico, del tirón, desde gótico al barroco, ante la atónita mirada de sociólogos, antropólogos y mendezpozólogos.
Cosas veredes, mío Cid que farán fablar las piedras….dijo Alfonso VI antes de ser imputado.
(El sepulcro del Cid lo cerraron con siete llaves, siete, y luego lo volvieron a abrir al público para hacer un aparcamiento)