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Baby Doc vuelve a Haiti

El regreso del muerto viviente

por Abelardo Muñoz para Radio Klara Lliure i Llibertaria

Papa y Baby Doc
Papa y Baby Doc

El dictador, matón, expoliador de su pueblo y cínico vividor Baby Doc, derrocado en 1986 y desde entonces protegido por Francia en su exilio dorado, ha regresado al escenario del crimen y nadie, con excepción de la siempre vigilante Amnistía Internacional, que exige su detención por crímenes contra la Humanidad, ha dicho ni mú.

Incluso los medios europeos se preparan para ofrecer una visión positiva de la ciudadanía haitiana sobre el regreso de su antiguo verdugo. Ya he leído a una corresponsal que titula la desesperación de los haitianos les hace añorar a Duvalier ( es como decir, los católicos españoles desean el regreso de la Santa Inquisición).

Esa reportera no tiene ni idea de historia americana o está a sueldo del Pentágono o el Elíseo parisino.. Ni la pesadilla más horrenda del rito vudú podría deparar una noticia política tan obscena como esa para los demócratas de esa parte Oriental de La Española. Es algo tan surrealista como si el fantasma de Fulgencio Batista se presentara de pronto en Ciudad Habana o el bueno de Mladik se acercase por Sevrenika a acariciar las cabezas de los niños musulmanes.

Pero el orbe, aterrado por la recesión económica y las catástrofes que envía el Altísimo para castigar a los hombres, mantiene silencio cómplice ante la barbarie.

Escribe José María Ridao en El País que el silencio de la UE ante lo que acontece en Túnez es un mal presagio para los demócratas del Magreb. No digamos el mal fario que supone la aparición de un zombie político como Jean Claude junior en Puerto Príncipe. El sarcasmo capitalista no tiene fronteras y uno de sus principales representantes son la llamada UNPROFOR, las a menudo inútiles y pasivas fuerzas de la ONU que no hacen más que depredar los escenarios que teóricamente protegen.

Hace unos años, en un viaje a París, conocí a un joven legionario español que regresaba licenciado de Bosnia. Contaba que las fuerzas internacionales lo único que hacían era buscar juerga y beneficio fácil. “Hacíamos las patrullas dentro de los blindados, ciegos como cerdos. Trapicheábamos de todo. Cada nacionalidad tenía su especialidad. Los turcos la heroína, los rusos el alcohol, los españoles el chocolate, los americanos la cocaína. Nos lo pasábamos de miedo. Y las tías yugoeslavas se nos ofrecían por una chocolatina. Encima cobrábamos”.

¿Qué hacen ahora los chicos del casco azul en la tierra de los zombies y el vudú? ¿Cómo se ha permitido que se expanda de manera dantesca el cólera entre la gente? La República de Haití es el culo del mundo, considerada un narcoestado por la DEA pues toneladas de cocaína de los carteles mexicanos pasan sin pegas el estrecho de Winward que separa a un tiro de piedra Cuba de Haiti. El país es un parque de atracciones de miseria para el turismo yanqui. En La Habana los dealers de cocaína contaban que el material lo conseguían gratis repescando los fardos de droga que los traficantes lanzan al mar cuando son acosados por las patrulleras yanquis.

Yo amo a Haití. Lo visité en el lejano año 1981 y aun no había huido del país Baby Doc así que los matones del régimen, los ton-ton macoutes, campaban por sus respetos. He publicado en numerosos artículos detalles de lo que ví porque jamás se puede olvidar un país así. Es un trozo de África pues posee todos los elementos de su miseria y explotación. Caos urbano, brutalidad policial, hambre, mugre, nada que comprar, proteínas cero, delincuencia contra la mujer, hoteles repletos de agentes policiales yanquis y narcos sin disimulo.

A inicios de los años ochenta, cuando el continente sudamericano era un mar de sangre y la carnicería anticomunista lograba su zénit en Guatemala, El Salvador, Nicaragua y otros pobres países del patio trasero norteamericano, Puerto Príncipe era como un pozo de mierda. En los viajes por el territorio, en autobús sobre todo, un ejército mal vestido y peor armado, funcionaba en los cruces de caminos como partidas de bandidos que exigían un peaje a los pasajeros para seguir viaje.

Las carreteras que llevaban al norte del país, no se podían llamar tales y en las numerosas revueltas entre desfiladeros, los pasajeros aplaudían cada vez que el conductor salvaba una curva sin precipitar el vehículo al abismo.

Vi mujeres agonizando en las cunetas, secas como pellejos; vi taxistas armados con metralletas por el centro de la ciudad, vi locales de cómida rápida americana tipo Kentucky Chiken en medio de una ciudad que sólo comía malanga y caldos infectos.

Por entonces quedaban bosques, hoy en día el país está desforestado por completo y no puedo ni imaginar el calor y el agobio que se debe vivir en esas tierras. Lo que más me indignó de lo que ví entonces fue observar la criminal satisfacción de los turistas norteamericanos que paseaban por el país como si fuese suyo. Ajenos por completo al pálpito diario de un sufrimiento sin límites. Y el zombie hinchado que ahora regresa como un niño bueno no salía de l merengue blanco que tenía como palacio en el centro de la ciudad más miserable que me ha sido dado ver en mis viajes por el mundo. Un palacio que imita a la Casa Blanca yanqui y muy cerca del cual mataron a un periodista español.

¿Cuál es la razón por la que América desprecie tanto a Haití? ¿Lula, Castro, Evo, Chaves, todos hablan de socialismo y bolivarianismo pero nadie se juega un centavo por los ciudadanos de Haiti. En la República Dominicana, su vecino occidental los tratan como bestias y ni siquiera el gobierno cubano que lo tiene tan cerca ha movido un dedo por esa tierra calcinada.

Ha sido, y sigue siendo, la primera república negra de las Antillas. Sin blancos. Pienso que será por eso, son negratas, incultos, salvajes. No se saben gobernar. Les gusta el caos, les excita el hambre y la miseria. Son felices con el vudú. Es un país de zombies, como nos enseñó el gran cineasta Jackes Tourneur en su obra maestra Paseo con un zombie. Graham Greene, autor de Los comediantes, sobre la barbarie antillana, también alucinaría por un tubo si viera lo que pasa. Pues el también amó Haití y fue expulsado del país por el papá del baby que ha llegado a Puerto Prínipe. Un Caribe poco amable. Por eso nadie dice nada cuando un carnicero y ladrón como baby Doc regresa como un muerto viviente al escenario del crimen.

Es más que probable que en las próximas semanas los medios nos informen que el regreso de los muertos vivientes es un hecho en La Española. Miles de zombies, convocados por los sacerdotes negros del vudú, millares de asesinados, violados, apaleados por la saga maldita de los Duvalier (sostenida como al resto de Frankensteins de Latinoamérica-Batista, Videla, Pinochet, Trujillo, Noriega, Fujimori- por los EE UU) emergerán de la tierra roja caribeña para saldar cuentas. Y no será una película de Romero.

Abelardo Muñoz

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