Abel Ortiz
Cuando Doña Esperanza Aguirre Gil, condesa de Murillo y grande de España consorte, habla, por llamar de alguna manera convencional a eso que hace con el aparato fonador, de agitadores profesionales, y no se refiere a los camareros que preparan sus cócteles, descubre una nueva profesión en auge de prometedor futuro y sólido presente.
Los empresarios emprendedores, incluidos los lapones y ucranianos, demandan técnicos de este ramo y cada vez los quieren más cualificados. Las cadenas de televisión y radio, los periódicos, las delegaciones del gobierno, ministerios, altos cargos policiales, gobiernos autónomos y seminarios desiertos, todos buscan profesionales que se ajusten al perfil descrito por la condesa de Murillo y grande de España. Formar agitadores profesionales en colegios del opus dei, o de los kikos, ha sido, queda demostrado tras el asalto al estado, un gran negocio para la familia, esa sagrada célula de la sociedad.
La condesa de Murillo y grande de España, y sus agitadores profesionales de cámara y recámara, una larga nómina, nos descubren, a pesar de nuestra necedad y obcecación, las grandes verdades universales. Los estudiantes, al quemar un contenedor o romper un cristal, provocan la desconfianza de los mercados y son, lógicamente y en última instancia, quienes tienen la responsabilidad de los recortes, las privatizaciones fantasmagóricas, el paro y la corrupción.
La condesa de Murillo y grande de España, nos explica, a los ciudadanos menos listos, que se lo agradecemos sin acritud, la gran semilla del mal que plantan los violentos. Miles de alborotadores de la izquierda resentida, armados hasta los dientes, tras duras operaciones de combate que duran días, consiguen sus últimos objetivos militares desestabilizadores; quemar un contenedor y romper dos cristales. Salvajes.
La condesa de Murillo y grande de España, látigo inmisericorde de las hordas bolcheviques, nos ha abierto los ojos, tercamente cerrados, ante el lujo esplendoroso en el que viven los sindicalistas mientras los dirigentes y compañeros de Doña Esperanza Aguirre y Gil, en el proletario partido popular, esperan aterrorizados el desahucio de sus inhóspitos palacios, la llamada de un funcionario del juzgado a la puerta de sus sencillos, a la par que elegantes, chalés de la Moraleja.
La condesa de Murillo y grande de España, referencia inexcusable del antifranquismo y las luchas obreras, intelectual de primer orden, a quien no nos merecemos, no irá al cielo a pesar de que es muy capaz, si se lo propone, de pasar por el ojo de una aguja, acompañada de sus escoltas y las alegres juventudes del PP. No irá al cielo a pesar de ser la luminaria del cristofascismo vintage, por pura humildad.
La condesa de Murillo y grande de España, reza, trabaja, sufre y pena por nosotros, pecadores desagradecidos. Que San Cucufato nos coja confesados.
cucufato,los cojones te ato y lo que busco,que aparezca dentro de un rato.