Abel Ortiz
Petros Markaris, antes de inventarse al comisario ateniense Kostas Jaritos y dedicar su vida a la literatura, estudió economía en Grecia, Turquía, Alemania y Austria. Algo sabrá. Hace diez años, 2001, Markaris anduvo por aquí, en la semana Negra de Gijón, (esa que se quieren cargar los casquistas y algunos más que amartillan la chequera contra todo lo que huela a socialista), dando charlas y haciendo entrevistas.
Corto y pego, la pregunta del periodista y la respuesta del escritor-economista-griego:
¿Qué niveles de corrupción existen hoy en Grecia?
“La corrupción es un poco el problema en todos los países, no solamente en Grecia. Y también, el gran problema yo creo… Es que al mismo tiempo que la globalización de la economía se desarrolla, hay una globalización del crimen… Del mundo criminal. Eso plantea un problema para todos los países europeos… Para todos los países del mundo, pero en mayor medida para los países europeos. No es solo en Grecia que eso ocurre. Las sumas que mueven esas actividades ilegales, son importes enormes. Tenemos que hablar de negocios ilegales y no de actos ilegales. Una gran parte de esos enormes capitales, ruedan dentro del sistema económico legal, y creo que en cierta medida son los causantes de la dureza…digamos si prefiere, de la fuerza de la economía legal. Hay una expansión de esos capitales, y creo que en un momento dado esas sumas invertidas en la economía normal serán tan importantes, que ningún gobierno en el mundo será capaz de expulsarlas del sistema sin crear una crisis económica terrible.
Las fronteras entre la legalidad y la ilegalidad en lo que concierne a los negocios mundiales, son verdaderamente oscuras.”
Eureka. Et voila. Ni más, ni menos. Hace diez años, para que luego digan. Los delincuentes en el poder económico. Enormes capitales mafiosos exigiendo a los países que paguen la extorsión. Amenazando. Al frente Merkel, Sarkozy, Barroso…
Hoy, ahora, octubre del 2011, Markaris dice: “Los griegos han perdido el control de su sistema político, están secuestrados por un sistema al que no se pueden enfrentar y no pueden cambiar. Están en estado de choque y en la más absoluta desesperación. El camino que tienen que recorrer es larguísimo, un camino pavimentado con 30 años de terribles mentiras. Y lo que más me indigna es que aún ahora nos dicen mentiras o medias verdades»
Cornelius Castoriadis, turco de nacimiento, griego de familia y formación, libertario internacionalista, se refería, en los noventa, al modo de producción capitalista y a su universo de explotación no como “encarnaciones degeneradas de una buena teoría del mercado, sino como creaciones imaginarias y reales que acabarán por hundirse”. Y no tuvo que consultar hígados de pato, asesores de Goldman Sachs, ni agencias de rating.
La Lógica, señoras y señores, la inventaron los griegos antes, incluso, de que Friedman y Nixon sustituyeran a Bing Crosby y Bob Hope, en el imaginario colectivo estadounidense como pareja cómico-terrorífica de moda.
Takis Fotopoulos, también griego, economista, ya es mala suerte, escribió, en 1997, un sorprendente texto: Hacia una democracia inclusiva. Pone en manos de las asambleas de ciudadanos la propiedad, el control de los recursos y de los medios de producción. Habla de autogestión en los centros de trabajo, de asambleas confederadas; democracia directa sin representación. ¿Les suena?
Hay más economistas en Grecia, dicen. Resalta uno: Lucas Papademos, una lumbrera del MIT (Instituto tecnológico de Massachussets). Su currículo ha sido borrado de la página del Banco Central Europeo, del que es subdirector desde 2002 después de haber dirigido el banco de Grecia. Para este, y otros como este, George Provopoulos, por ejemplo, actual Mafo griego y consejero general del banco central europeo, todo es fácil; a pagar y a callar, los griegos, a cobrar por asesorar, ellos.
Se hará, o no, un referéndum. Grecia dejará de ser Europa para ser la Polinesia, o no. A saber. Ahora, que los griegos no son tontos ya lo sabíamos.
Nos lo enseñó, entre otros, Kavafis:
VELAS
Los días del futuro están delante de nosotros
como una hilera de velas encendidas
-velas doradas, cálidas, y vivas.
Quedan atrás los días ya pasados,
una triste línea de veles apagadas;
las más cercanas aún despiden humo,
velas frías, derretidas, y dobladas.
No quiero verlas; sus formas me apenan,
y me apena recordar su luz primera.
Miro adelante mis velas encendidas.
No quiero volverme, para no verlas y temblar,
cuán rápido la línea oscura crece,
cuán rápido aumentan las velas apagadas.
Revelador como la luz de una vela en un escenario de la antigua Grecia.
Artículo extraordinario y clarificador, me alegra muchisimo el volver a oirte en radio klara, pues sin desmerecer al resto de contertulios , tus comentarios son certeros y directos, aunque yo no sea libertario.