La Veranda de Rafa Rius
Cuando Giuseppe Tomasi di Lampedusa narra en El Gatopardo la llegada de los camisas rojas de Garibaldi a Sicilia y el fin del régimen aristocrático imperante en la isla, parece que toda una forma de vida se derrumba y es cuando pone en boca del oportunista y trepa Tancredi la frase famosa: «Si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie».
Pues bien, una vez más, la dichosa frase se manifiesta sumamente extrapolable. En este caso se podría aplicar con notable pertinencia a lo ocurrido en las últimas elecciones andaluzas, especialmente en lo que se refiere a la irrupción de VOX. Los más conspicuos y variopintos analistas políticos, se han apresurado a señalar el profundo cambio que representa el retroceso de las autoproclamadas izquierdas y el ascenso de la derecha en general, hasta el punto de permitirle gobernar en coalición, así como el peligro que para la convivencia pacífica representa la llegada de la extrema derecha al parlamento. En apariencia así es, pero si lo analizamos con detenimiento quizás no sea del todo tal cual parece. Entre otras cosa porque los verdaderos amos del tinglao no están porque nada perturbe sus expectativas de negocio que, de momento, consideran mejor guardadas en una democracia formal y fulera como la que disfrutamos.
En un territorio como el andaluz, en su conjunto uno de los más pobres de Europa, con una de las mayores tasas de desempleo especialmente entre los jóvenes, con un abismo de desigualdad social estremecedor, donde mientras el señorito pasea a caballo por su latifundio, muchos miles de trabajadores malviven con las míseras prestaciones del Plan de Empleo Rural…
Cuarenta años de feudalismo clientelar de un partido que se autodenomina socialista y obrero, no sólo no han servido para revertir o al menos paliar la situación sino que progresivamente la brecha de desigualdad y los índices de precariedad han ido aumentando considerablemente. Todo ello aderezado con casos de corrupción institucionalizada. Así las cosas, no es de extrañar que, al igual que en tantos barrios marginales de Europa, el fascismo haya entrado con fuerza. Quizás no nos hayamos planteado que si se ha instalado con tanta fuerza es porque ya estaba allí.
El lenguaje suele ofrecer un notable margen de ambigüedad y polisemia. Cada cual se puede colgar la etiqueta que prefiera, lo cual no significa que ello tenga la más mínima relación con la realidad de los hechos. A veces olvidamos que el partido con el que Hitler subió al poder, derrotando a los socialdemócratas de la República de Weimar, se denominaba “Nazional Socialista” y que Mussolini, hasta 1914, fue un miembro destacado del Partido Socialista Italiano. Salvando las considerables distancias, el PSOE andaluz ha patrimonializado durante 40 años la política andaluza sin que se haya podido observar, dentro del estricto marco del sistema capitalista, ningún indicio de un mejor reparto de la riqueza como sería propio de un gobierno socialdemócrata. Han tirado por la borda 40 años de gestión con múltiples posibilidades de actuación desperdiciadas y ahora dicen no entenderlo mientras eluden cualquier sombra de autocrítica.
En la otra parte, el cabreo, la ausencia de cualquier rastro de análisis personal de la situación junto a la aceptación acrítica de todo tipo de mensajes demagógicos con los que nos bombardean los medios de manipulación de masas, hace que muchos votantes se echen en brazos de VOX (o de Ciudadanos o el PP, tanto da)
No importa, si de buscar culpables a la debacle de la izquierda se trata, siempre se puede recurrir a los independentistas catalanes o a los abstencionistas. Tienen poco que ver en el asunto que nos ocupa, pero, dado que el culpable siempre es el otro, y como no se plantean ni por asomo que haya quien no vote porque no está de acuerdo con el sistema parlamentario vigente o simplemente porque no encuentre ningún partido que merezca su confianza, pues, como chivos expiatorios en quien descargar los pecados de la tribu, pueden servir.
En cualquier caso, cuando más parece cambiar, más de lo mismo.
Un ácrata en camiseta
El gran problema todavía sin resolver es que de la tribu se pasa automáticamente al Estado. Primero es la ciudad Estado y cuando las murallas de la ciudad no puede ya contener a quienes la habita, surge la imperiosa necesidad de expandir el territorio, normalmente por la violencia, la conquista de otras ciudades o el sometimiento de otros pueblos bajo el pretexto de sus costumbres bárbaras. El expandir las fronteras es una regla sin excepción alguna, en que la humanidad se ha desenvuelto a través de su belicosa historia. Nadie puede negar este hecho innegable que ha sido la génesis de todas las naciones, sería mentir el sostener lo contrario. La construcción de las naciones y de los Imperios se han basado en estas dinámicas históricas. No solamente las clases dominantes han sido las responsables de los atropellos de terceros en sus políticas expansivas, si no hubiesen tenido a su lado a su pueblo de manera incondicional y entregada. La humanidad es como es, para lo bueno y para lo malo. Los imperios antiguos en sus ansias de conquista, aunque ellos no tuviesen más conciencia que sus deseos de rapiña, sin pretenderlo, hacían una política de fusión cultural y de mezcla de sangre. Claro, que en estos hechos la violencia tenía siempre un protagonismo destacado.
Entre esta vorágine enloquecida de la construcción de tantas naciones e Imperios aparecieron «Las revoluciones» y el germen de todo este proceso estaba ya depositado en la tribu primigenia. No es gratuito que la tribu tenga conflicto con otras tribus vecinas, es una ley inapelable de la territorialidad. Si a todo eso añadimos un concepto del mundo ideal, (semos lo mehorez, semos la ostia en verso) Ahí aparece el Comunismo, el Nazional – Socialismo y el «amigo» Benito Mussolini, inventor del Estado Total.
VOX y Podemos no van muy lejos de estos planteamientos anteriormente expuestos, de igual manera ocurre otro tanto con los nacionalismos excluyentes, todos dicen tener la verdad, cuando la Verdad es una Puta infectada de gonorrea. Sus sueños son «tocar el Cielo», pero eso sí, siempre a costa de los demás.
Todo esto anteriormente expuesto empezó con el concepto de Tribu.
Se me olvidó firmar…
Emili Justicia