La Veranda de Rafa Rius
En las últimas semanas un nuevo eufemismo recorre los medios a lo largo y ancho de ese territorio al que llaman España. Nos acabamos de enterar de que aquí ya no hay multimillonarios. Ese palabro ha quedado demodé. Los dueños del diccionario se han inventado un nuevo término. Ahora lo que hay son ultraricos. Como el lenguaje en este caso, como en tantos otros, es cualquier cosa menos inocente, el neologismo comienza su andadura travestido en eufemismo que disfraza y enmascara una determinada realidad.
Veamos: el vocablo se ha creado para dar la noticia de que desde el comienzo de la estafa a la que algunos siguen llamando crisis, el número de ultraricos -¡Oh sorpresa!- se ha multiplicado por tres. Los que llevan la máscara de progresistas aprovechan para apuntar que en España ha aumentado notablemente la brecha de la desigualdad social y bla, bla, bla.
Lo que en casi ningún caso ponen de relieve es la nítida relación causa – efecto en una proporción sencilla de establecer: si hay más ultraricos es a costa de que haya más ultrapobres. Perogrullo dixit. A los millonarios, tal parece que todos estos años el dinero les haya caído del cielo cual maná, debido a su carácter osado y “emprendedor”. Pero las rentas, como la energía, ni se crean ni se destruyen, simplemente cambian de manos. Con buena parte de las plusvalías generadas por las rentas del trabajo, se hace un pase mágico y ¡vualá! acaban en poder de los que detentan el poder financiero.
No se trata de dar de nuevo la tabarra sobre la sumisión de la política a la economía en un contexto de mercado ultraliberal, pero sí poner de manifiesto – a izquierda y derecha- la inoperancia interesada y el colaboracionismo de unos políticos que ni siquiera exploran el posibilismo de una socialdemocracia que repartiera de manera algo más justa las rentas de las que dispone Estado.
Cuando ventean la cercanía de un periodo preelectoral, comienzan a lanzar globos sonda sobre la posibilidad de aumentar las cargas fiscales de las grandes fortunas o sobre los desorbitados beneficios bancarios. Humo de paja. Jamás en cuarenta años de supuesta democracia se ha tomado por parte de ninguno de los Gobiernos, ninguna medida destinada a paliar esta tragedia social. Mientras la población lumpen y precarizada aumenta exponencialmente. Mientras la explotación laboral es cada vez mas agobiante y descarada ante la mirada cómplice de Gobierno y Sindicatos del Regimen. . . Las marcas de productos de lujo hacen su agosto entre su selecta clientela mientras aumenta imparable la desnutrición infantil en esta suciedad del bienestar…
Que se dejen de neologismos. Los ultraricos proceden de donde siempre y ya no engañan a nadie que no quiera dejarse engañar.
La cuestión del problema no está en los que engañan y los que se dejan engañar. Lo sustantivo de ese problema de las gentes desahuciadas y abandonadas a su suerte, la solución a sus problemas reales está en ellos mismos, no está al margen de ellos, no va a estar en esas lloronas rentas de las iguales. El hablar de la democracia como quien habla del bálsamo de Fierabrás es hablar de Quimeras. La Democracía es un invento de la revolución francesa que dio su juego, pero que a día de hoy está más que agotada. La solución de los desheredados no sólo la tendrán que encontrar ellos mismos, sino que la tendrán que ajustar a la realidad y a su necesidad. Los partidos, sindicatos de todo pelaje son solo un muro de contención a las necesidades de los menesterosos.
En cuanto a los nacionalismos catalán y vasco la solución a sus pretensiones es bien sencilla: Es de necesidad la convocatoria de un referéndum en el país , excluyendo a estas dos supuestas nacionalidades, en donde se preguntara a la ciudadanía la expulsión del país a Catalunya y el País Vasco. Que se amparen en Europa. España tiene la absoluta legitimidad para hacerlo, sin necesidad de recurrir a ejércitos o golpes de estado. Y de la clase trabajadora en general bien haría en replantearse sus prácticas inoperantes y torpes, hacer revisión de los resultados habidos en tantos años de falsas tácticas. El haber de las reivindicaciones de la clase trabajadora es más negativo que otra cosa, no renovarse es morir…
Emili Justicia