La Veranda de Rafa Rius
¿Por qué la gente que vota, vota lo que vota? He ahí la pregunta del millón que, tras muchos resultados electorales aparentemente insólitos, echa por tierra tantas veces y contradice sin piedad los más sesudos análisis demoscópicos previos. Y, por otra parte, ¿Qué importancia tiene en la práctica el que la gente que vota, vote lo que vota? He ahí la segunda pregunta que, siguiendo una secuencia lógica nos llevaría al premio de los dos millones, por lo menos.
En referencia a la primera cuestión, y hablando de las recientes elecciones estadounidenses -de resultado menos sorprendente de lo que algunos piensan- cabría señalar que muy probablemente resulte estéril el intentar dilucidar por qué tantos millones de minorías étnicas o mujeres, tan denodada y gravemente insultadas por el candidato, lo han apoyado con su voto ( ¿Women for Trump cuando saben de su confianza en que con su dinero ”les puede tocar el coño a las que quiera, cuando quiera”? , ¿Chicanos for Trump cuando los quiere echar a patadas?) Las razones últimas del apoyo electoral van mucho más allá de la lógica más elemental y se adentran en los inciertos campos de lo aleatorio, de lo difícilmente explicable con argumentos al uso. Pero, como de algo han de vivir los analistas políticos, se enzarzan en tan prolijas como inútiles disquisiciones acerca de las razones últimas de lo inexplicable. En una sociedad tan compleja como la estadounidense, los motivos son presumiblemente tan diversos y de tan difícil catalogación y verificación que sería perderse en especulaciones gratuitas el intentar desentrañarlos. Así que, seguramente sería preferible dar por buena la evidencia incontestable y pasar a la segunda cuestión que es la que en realidad nos implica.
¿A los ciudadanos de Estados Unidos y a nosotros como fieles súbditos del Imperio, en qué nos afecta la victoria electoral de Donald Trump? Se ha repetido en incontables ocasiones que Trump es un outsider , una rara avis, una extraña especie de millonario friqui, alguien situado en los aledaños del sistema que ha llegado a presidente contando con la oposición no sólo del partido rival sino de buena parte de su propio partido. No diría yo tanto. El Sistema, en ocasiones escribe recto con renglones torcidos.
Dejando a un lado el hecho de que, muy probablemente, una buena parte de sus promesas preelectorales, apoyadas en falsedades insostenibles, acaben diluyéndose como azucarillo en café, no podemos olvidar que la línea roja de sus políticas se encuentra en el mismo punto que las del resto del mundo mundial. Dicho de otra manera: en los intereses de quienes detentan el poder real. Un ejemplo bastará: Trump ha repetido en diversas ocasiones su intención de que EEUU abandone la OTAN para hacer la guerra por su cuenta; pues bien, si al lobby de la todopoderosa y multimillonaria industria del armamento no le salen las cuentas, es altamente improbable que le permitan la deserción atlántica. De igual modo, las enormes reservas de capital especulativo globalizado que pastan en las bolsas de Nueva York o Chicago, seguirán haciendo de su capa un sayo y, si Obama ha fracasado en su control, no será Trump quien vaya a poner coto a sus desmanes.
La superestructura capitalista lo tiene todo atado y bien atado y no será un millonario friqui quien la vaya a poner en peligro. Y entretanto nosotros seguiremos donde solíamos, currando en el día a día para luchar por nuestra dignidad y nuestros derechos. A Donald y a Hillary ¡Que les den!