La Veranda de Rafa Rius
No hay última frontera. Bajo los oscuros cielos de enero iban de ninguna parte a ningún lugar. Bajo los claros cielos de julio van de ningún lugar a ninguna parte. Nunca llegarán a casa porque no tienen casa. La que tenían la derribaron los efectos colaterales, la que anhelan se esconde en un futuro sin futuro. Atraviesan una frontera tras otra hasta quedar varados en lo que se conoce como tierra de nadie. Aunque así la llamen, no es cierto que la tierra que pisan sea de nadie. Siempre aseguran que es de alguien y ese alguien no los quiere. Para ellos el hogar no es sino una ficción amarga e hipócrita, el recuerdo perdido entre las nieblas de la memoria, borrado por un tiempo sin medida. Un paréntesis permanentemente abierto, de tránsito incierto, arrastrados por un oscuro viento poblado de amenazas y sin que puedan vislumbrar un final previsible que no sea la muerte o la locura.
Entre bosques de alambradas el deseo de vivir acaba por olvidarse. Imaginemos las vidas sofocadas y asfixiantes de los niños que han nacido ya prisioneros. Los afectos no están hechos para vivir en cautiverio. Sólo permanece la inercia de seguir vivo a pesar de tantos pesares, sólo queda un enorme ámbito frío colmado de una fatiga sin horizontes. Todos los implicados en la masacre tienen sus razones así que, sólo cabe ser enemigo de todas las espurias razones de la Historia. Es difícil habitar el reino del deseo cuando ya no se desea casi nada; tan sólo, tal vez, permanece latente un oscuro anhelo de tranquilidad, de calma, de quietud…
En nosotros, tan sólo un puñado de imágenes desvaídas; tal vez la tenue memoria de una madre en cuclillas junto a la alambrada acariciando la cabeza de su hijo, tal vez el leve recuerdo de unos niños jugando entre el barro o haciendo equilibrio sobre los raíles de una vía muerta. Los refugiados han desaparecido de nuestros Medios de Sumisión, luego ya no existe problema alguno… Políticos indignos y despiadados que incumplen sistemáticamente sus promesas de acogida; elecciones, pactos y componendas, rebajas con artículos a mitad de precio, increíbles ofertas de viajes soñados… demasiadas fruslerías ocupan nuestra mente ahora como para encima preocuparnos por los avatares de unas personas ajenas a nuestras vidas que deambulan sonámbulas siempre demasiado lejos de nuestro sofá.
Quizás no deberíamos olvidar que la indiferencia también mata.
Bastante