La Veranda de Rafa Rius
El domingo 21 de noviembre de 2015, aparecía en portada del periódico Levante – EMV, una foto en la que posaba un grupo de personas del Centro Islámico de Torrent portando carteles alusivos a la masacre de París (NO AL TERRORISMO, NO EN MI NOMBRE, etc.) Mientras, en primera fila podíamos observar a un niño de unos diez años que también alzaba su brazo mostrando orgulloso su mensaje: un Chupa-Chups de fresa.
En ocasiones, los aparentes sinsentidos nos devuelven el sentido. Frente al absurdo de una cotidianeidad que desborda nuestra capacidad de comprenderla, la respuesta que mejor la retrata y le proporciona algún significado, por muy incierto o críptico que nos resulte, nos llega a menudo de aquello más paradójico o disparatado. Y la cosa viene de lejos.
En la Inglaterra victoriana de la segunda mitad del S. XIX, una sociedad marcada por las contradicciones entre una aparente paz social y una profunda desigualdad que condenaba a gran parte de la población a unas condiciones de vida miserables en medio de la hipocresía puritana de las clases dirigentes, triunfaban los limericks absurdos de Edward Lear y los delirantes paisajes tras el espejo de Lewis Carroll.
Ya en el Siglo XX, ante los tan terribles como oscuros desastres de la 1ª Guerra Mundial, nacía Dadá postulando la vuelta a los primeros balbuceos; posteriormente el surrealismo publicaba su manifiesto, reivindicando el lenguaje a menudo inefable del inconsciente. Entretanto, Kafka situaba a su Josef K. ante un proceso en el que era detenido, juzgado y condenado sin que llegase a saber en ningún momento de que se le acusaba. Más tarde, Samuel Beckett dejaba en el escenario a Vladimir y Estragón, al borde de un camino en el que esperaban a un incierto Godot que “hoy no vendrá pero quizá mañana sí…”
Siempre que vivimos un momento histórico en el que pintan bastos, surgen como por ensalmo, voces que intentan dar cuenta de lo que hay desde una perspectiva que puede parecer disparatada pero que seguramente resulta muy cercana a la realidad, sea ella lo que fuere. Es muy posible que sólo se pueda dar cuenta del absurdo desde el absurdo.
Ignorando esto, incontables gurús de lo racional pontifican banalidades de manera incontestable desde los más diversos púlpitos y nos explican con lógica impecable sus convicciones, mientras nos aseguran más allá de toda duda, estar en posesión de la correcta interpretación de lo que está pasando… Para que poco tiempo después, la realidad que es muy suya y muy terca, se encargue de echar por tierra todos sus silogismos.
Ante la falta de respuestas coherentes frente a tantos sinsentidos trágicos como nos ofrece la vida a diario, frente a lo ocurrido en París, frente a lo que sigue ocurriendo en Siria, en Irak, en Afganistán, en tantos y tantos lugares de todo el ancho mundo… ¿Quién no se ha sentido alguna vez solo y atónito, como un niño enarbolando un Chupa-Chups?
Ya digo, los perros de la luna ladran a un cielo de aceituna.