La Veranda de Rafa Rius
Hace ya meses que se vienen oyendo voces diversas que desde distintos ámbitos resaltan lo imprescindible que resulta, en estos momentos quizás más que nunca, la generosidad, en todos aquellos grupos que se postulan de izquierdas. El dejar de mirarse el ombligo y consensuar entre todos un programa de mínimos que permita presentarse a las dichosas elecciones con una sola papeleta. Como era de temer y de esperar, una vez más no va a poder ser.
Y cuando digo todos, quiero decir todos. No valen explicaciones que suenan a excusas acerca de lo enriquecedor de la diversidad o de lo negativo de formar parte de una sopa de letras. Eso podemos dejarlo para más adelante. Si de lo que se trata es de neutralizar las políticas depredadoras de la derecha mediante unas elecciones, sólo vale la unidad total.
Es evidente que el contexto de 1936 tenía poco que ver con el actual, salvo en una cosa: la situación de emergencia social. Pero si el Frente Popular (o Front d’Esquerres en Catalunya y València) fue capaz de unir en un solo propósito a propuestas diversas y en muchas ocasiones enfrentadas, que iban desde la Izquierda Republicana a la CNT, pasando por los partidos socialistas y comunistas, ahora, en una situación de emergencia social similar, no vale ponerse de perfil y elaborar excusas vanas.
El actual sistema electoral, con su tan famosa como desconocida Ley d’Hondt, consagra los grandes grupos y perjudica tan grave como injustamente a los pequeños. La derecha, desde el fin de la UCD, siempre se ha presentado unida (y si aparece algún partido emergente como Ciudadanos, pronto se reconduce para convertirlo en una “marca blanca” del PP que pacte donde sea menester). La izquierda en cambio, siempre se ha dedicado a practicar el cainismo de manera entusiasta y, salvo el PSOE, cuya adscripción a la izquierda es más nominal que real, a juzgar por sus políticas mientras ha estado en el poder, el resto de partidos se han presentado tan fragmentados que difícilmente han conseguido una mínima y efectiva representatividad.
Así las cosas, una de dos, o pasan de una vez de las malditas elecciones y se dedican a trabajar desde la base por una auténtica transformación de las anquilosadas estructuras sociales, autogestionándose y actuando al margen del Estado y sus instituciones o, si siguen empecinados en acudir a cuantos comicios les pongan por delante, que al menos se dejen de lamentos postelectorales (-esta vez algo ha fallado, pero la próxima, ¡Ay la próxima!, esa sí que sí…) y así, ad nauseam… Cada cuatro años, una y otra vez abonados al fracaso como una vieja y recurrente maldición.
O se dejan de pamplinas y zarandajas y se presentan en una sola lista, todos -absolutamente todos- los grupos que se proclaman de izquierdas, o, sin ser un futurólogo, no es difícil augurarles un escenario en el que cosecharán derrota tras derrota hasta la derrota final.
Al menos ese es mi análisis. Ojalá esta vez me equivoque.
Compromís + EUPV + Podemos, con Mònica Oltra de candidata a la presidencia por su trayectoria durante los últimos siete años, sería suficiente para derrotar al PPSOE. Cada vez se escuchan más voces partidarias de esa opción dentro de los mismos partidos de izquierdas, pero aún hay muchas barreras que superar para que llegue ese día… además, integrar a grupos políticos minoritarios como ERPV, CUP, UCE, etc… es mucho más difícil todavía debido a su fuerte carácter cotestatario. La izquierda, especialmente en el País Valenciano, siente una especial inclinación al enfrentamiento mutuo, tal vez, con el tiempo, con el cambio generacional, la cosa cambie, pero por ahora, lo veo crudo.