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Opinió

Vileza

La Veranda de Rafa Rius

veranda20Las flaquezas humanas son innumerables. Entre las más miserables, entre las más imperdonables, se encuentra sin duda la delación. En las más diversas culturas, en los tiempos más distantes, el chivatazo siempre ha sido denigrado y considerado entre las prácticas sociales más execrables. Su rechazo ha sido unánime no sólo entre los perjudicados sino incluso entre los supuestos beneficiarios de la información.

Sin embargo, desde que el cónsul romano Quinto Servilio Cipión mandó ejecutar a los asesinos de Viriato pronunciando la famosa y seguramente apócrifa frase “Roma no paga traidores” hasta ahora mismo con nuestro bienamado ministro Montoro y su lucha denodada por dignificar la hacienda pública, las cosas han cambiado significativamente. Hasta no hace mucho, la revelación de secretos ajenos era socialmente considerada como una práctica repugnante y vergonzosa. Ahora, en cambio, tal parece que no. En el año 2014 el Ministerio de Hacienda recibió hasta 5 000 denuncias de particulares referidas a presuntos delitos fiscales de las que se derivaron 1000 sanciones. Huelga decir que entre los sancionados no se encontraba ninguna de las grandes constructoras benefactoras del PP, empresas del IBEX 35 o propietarios de SICAV.

¿Cómo hemos evolucionado desde el asco y el rechazo más absoluto a la aquiescencia y la “comprensión”? En otros tiempos los delatores solían contar con una coartada en términos de beneficio económico o de poder. En nuestros días en cambio, basta apelar a los sentimientos de buen ciudadano y fiel servidor del Estado, en aras de un concepto tan tramposo como el de “el bien común”. Y aún tiene más mérito si consideramos que, a pesar de que el Ministerio llega a premiar en efectivo a los chivatos, en muchos casos el soplón no sólo lo hace a cambio de nada (¡Y lo hago de gratis, oyes!) sino que llegado el momento, el propio delator sabe que será pagado con la misma moneda. Para que no nos sintamos solos en la vileza, por su parte el Gobierno griego ha implementado un plan para contratar “amas de casa” y estudiantes como “inspectores”, para denunciar a todos aquellos que pretendan sisar el IVA en sus pequeñas chapuzas de supervivencia. Entretanto, los armadores navales y la Iglesia Ortodoxa, dos de los principales grupos económicos helenos, se acogen a una legislación especial y no cotizan ni un euro. Como vemos, en lo tocante a esta vileza, da igual Siriza que el PP.

Cuando una sociedad ha llegado a tal grado de descomposición que ha logrado que sus ciudadanos se denuncien unos a otros, es porque el fascismo cotidiano ha conseguido implantar tan sutil y profundamente sus raíces, que lo más indigno se nos presenta no sólo como algo “normal” sino hasta deseable. Y esto no ha hecho más que empezar.

Estoy por proponerle a Montoro una campaña publicitaria para el Ministerio de Hacienda con un eslogan que diga algo así como: “Disfrute de los placeres del masoquismo. Denuncie a su vecino y así se sentirá como un perfecto miserable».

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