La Veranda de Rafa Rius
Ahora que algún parlamentario europeo de los que ocupan “la centralidad del tablero” aplaude con fervor al Papa de Roma, quizás sería pertinente hacer notar que hay mucho ruido mediático y pocas nueces. La Santa Madre Iglesia lleva dos mil años modernizándose, acomodándose a los tiempos cambiantes, retornando a las esencias de los primitivos cristianos y, en definitiva -no en balde le pilla cerca- adoptando la consigna del Príncipe de Salina: cambiar algo de lo accesorio para que lo fundamental permanezca intacto. Ahora le ha tocado el turno de salir a escena a Su Santidad Francisco I. El papado ha abandonado por fin la vieja Europa y se ha ido a buscar su referente icónico a las lejanas tierras americanas del Cono Sur. Y con él, al parecer, ha llegado el escándalo a las momias amojamadas de la curia romana y de las distintas conferencias episcopales. Su sempiterna forma de vida, sus privilegios y sus corruptelas, se ven amenazados, corren peligro. Pues no, que no pasen apuro alguno, que duerman tranquilos que esto se diría que no es lo que parece a primera vista.
A primera vista aparece lo accesorio: el Papa paseando en papamóvil descubierto, besando -castamente- a cuantos niños sacan a su paso, yéndose a vivir a unos austeros apartamentos fuera de la pompa vaticana, lavando los pies de huérfanos y marginados y concelebrando ceremonias ecuménicas con popes ortodoxos y clérigos islámicos… Pura y dura campaña de imagen.
Dejando aparte la entelequia de la “Iglesia de los pobres” que ya no se creen ni los pocos curas obreros que van quedando, dos cuestiones centran las preocupaciones de los gestores del milenario invento. De una parte, la economía y de otra la mala imagen ofrecida por una pederastia que no cesa.
Por lo que se refiere a las finanzas de su Miniestado -y visto como acabó el atrevimiento de su antecesor Juan Pablo I- el actual Papa se ha limitado a cambiar a los responsables del Instituto de Obras de la Iglesia (Banca Vaticana) poniendo gente de su confianza pero manteniendo sus paquetes accionariales en empresas de más que dudosa obediencia evangélica. En conclusión, continuismo y más de lo mismo, que con las cosas de comer no se juega. ¿Para cuando el repartir sus inmensas riquezas siguiendo el mandato del Nuevo Testamento?: “Una cosa te falta: vende todo lo que tienes y reparte entre los pobres y tendrás tesoro en el cielo” (Marcos 10:21) Pues no, se ve que eso no interesa, tampoco hay que exagerar con lo de la interpretación literal del Evangelio.
Desde que en 1929 el Papa Pio XI firmara con Mussolini el Tratado de Letrán y recibiera del dictador fascista una cuantiosa compensación económica, la historia de las finanzas vaticanas ha sido un verdadero thriller salpicado de historias truculentas y nombres de gestores como los de Nogara, Sindona o Marcinkus, siempre metidos en oscuros negocios y siempre en estrechas relaciones con los capos mafiosos del momento. La nómina de empresas que han pasado por manos vaticanas es impresionante: Aseguradoras, petroquímicas, mineras, inmobiliarias, armamentísticas, bancarias… y hasta cinematográficas (Paramount Pictures)
Desde principios de 2014, el nuevo Papa está intentando poner orden con la creación de una Secretaría y un Consejo de Economía que serán vigilados desde fuera por la consultora Ernst&Young, porque parece que no se acaba de fiar, veremos en que acaba la cosa.
Por lo que se refiere al continuado escándalo de la pederastia, las buenas intenciones papales chocan con una estructura obispal esclerotizada y poco proclive a tomar cartas en el asunto. Por citar sólo el caso más reciente, hemos tenido ocasión de asistir a la vergonzosa actuación del arzobispo de Granada, que ha puesto sobre aviso a los presuntos pederastas para que tuvieran tiempo de destruir todas las pruebas incriminatorias, para luego echarse arzobispalmente por los suelos de la catedral y aparecer en todos los medios oficiando una ceremonia de perdón fariseo y sobreactuado que sólo sirve para aumentar el ridículo de la situación.
En cualquier caso, de momento, la pretendida revolución Franciscana permanece en el nebuloso ámbito de las formas y los indicios. El fondo de la cuestión sigue intacto. Y es que la podredumbre que arrastra la vieja Iglesia después de dos mil años de miedo y de sangre, pesa demasiado.
En reglas generales habrá que decir que pertenecer a la Iglesia Católica ya de entrada viene siendo como pertenecer a alguna organización que dejara muchísimo que desear en tantos y tantísimos ámbitos y, al mismo tiempo, pretender que uno está totalmente al margen de esos reconocibles defectillos de la Iglesia Católica.
Pues hombre, no sé, se podrían poner aquí multitud de paralelismos, metáforas, comparaciones, ejemplos, etc., pero en fin, la cosilla queda clara.
Ya, por concluir con una charlotada, unas risas o directamente un descojone de carcajadas, diremos que la Iglesia Católica es al mensaje/s de Jesucristo lo mismo que el Vigente Capitalismo es al Respeto de los Derechos Humanos Para Todos los Seres Humanos.