La Veranda de Rafa Rius

Good times are coming
I hear everywhere I go
Good times are coming
But they’re sure coming slow
NEIL YOUNG

Están llegando los buenos tiempos, escuchamos decir por doquier, pero parece que vienen muy despacio… Desde diferentes estamentos gubernamentales y patronales e incluso desde gentes de a pie optimistas y bienpensantes, la mayoría devastadas por lo que hay, se empeñan en el discurso único de que la desoladora situación por la que estamos atravesando, está en claras vías de solución.

Enternecedora ilusión la suya. Desde una perspectiva ahistórica, ignorando los datos empíricos que su realidad más cercana les suministra, se obstinan en creer que el dios de la economía de mercado, si le son fieles y le rezan con suficiente fe, los sacará del atolladero.

Que el poder financiero y sus lacayos políticos en el gobierno intenten llevarnos al huerto con sus cuentos de paraísos prometidos y eternamente aplazados, entra dentro de la lógica previsible, aunque sólo sea por aquello del valor de verdad generado por una mentira cien veces repetida. Que entre los perpetuos damnificados de la Historia, haya tantos que estén dispuestos a creer sus embustes, es lo que resulta desolador.

Sin pararse a pensar el abismo que separa la macro de la micro economía, basta que hagan correr la voz de que han contratado cuatro camatas en un chiringuito de playa para la temporada de verano (eso sí, por un salario de mierda y trabajando muchas más horas de las cobradas: ¡Ay, es lo que hay!) para que entonen cantos de agradecidas albricias por la vuelta de tan escaso bien como es el trabajo asalariado.

Desde el punto de vista de la macroeconomía que es el pantano en el que navegan viento en popa quienes han diseñado y llevado a cabo la estrategia de esta crisis-estafa, nunca ha habido que salir de ningún túnel porque ellos jamás han entrado. Lejos de ello, todos los indicadores confirman que, como no podía ser de otra manera, sus márgenes de beneficio han aumentado de manera escandalosa. Sus vasallos en el Gobierno, mientras esperan la puerta giratoria que en pago a sus serviles servicios los conducirá a sus bien merecidas prebendas, se dedican a marear la perdiz, tergiversando como hábiles trileros los datos macro y micro para que acabemos creyendo que en el fondo todo es lo mismo y que todos vamos en el mismo barco. Pero, contra ese discurso fulero, la realidad es obstinada y nos suministra a diario datos amargos y devastadores para todas aquellas personas que no se empecinen en ignorar lo que tienen ante sus ojos.

Visto lo cual, llegamos a la misma conclusión de siempre que habrá que repetir como una letanía, aun a fuer de ser cansinos: el verdadero problema de fondo que nos impide luchar por liberarnos de nuestra condición de esclavos agradecidos, no es otro que la servidumbre voluntaria, la aceptación tácita y sumisa de que lo que hay es el único modo de vida posible. ¿Cómo procesar si no, el hecho de que la inmensa mayoría de votantes del partido en el Gobierno se cuenten entre los más perjudicados por sus políticas, y lo que es peor, que sea más que previsible que buena parte de ellos vuelva a votarlo en las próximas elecciones?

Si son capaces de creer más allá de toda duda en el discurso embustero de los líderes de su partido del alma cuando aseguran, juran y perjuran, que ellos son los taumaturgos que nos sacaran de la crisis. Si son capaces de pensar, contra toda evidencia, que los buenos tiempos están a la vuelta de la esquina, mientras hacen cola en un comedor social o son arrastrados por la calle tras su desahucio, habrá que seguir insistiendo en lo obvio mientras el cuerpo aguante.