Juan López. Revista Polémica.
Siempre hemos dicho que el 18 de julio es hijo de un compuesto de claudicaciones y de imprevisiones. Algunas de estas, encarnadas en la persona de gobernadores frívolos y cobardes que, los antecedentes de su gestión en el primer bienio republicano, los había calificado como hombres incapaces de realizar una política de firmeza y de comprensión del proceso revolucionario de España.
En Valencia teníamos un gobernador que encarnaba la incapacidad y la política frívola. Tanta era su incapacidad que, pocos días antes del estallido militar fascista, con motivo de la muerte de Calvo Sotelo, y ante rumores alarmantes que denotaban la movilización de los sublevados, afirmaba que por parte de las autoridades de Valencia y su guarnición no existía la menor duda acerca de la fidelidad de éstas fuerzas al régimen.
La CNT declara la huelga general
Las primeras noticias de la sublevación corrieron por Valencia el 18 de julio, durante la mañana, en forma de rumores vagos. Estos rumores fueron adquiriendo volumen a medida que avanzaba el día, hasta confirmarse en las primeras horas de la noche. Toda la noche del 18 de julio se pasó en Valencia oyendo las noticias contradictorias que se daban a través de las emisoras de Unión Radio, controladas por el Gobierno, y las emisoras facciosas. Todo Levante se puso en pie bajo la iniciativa de la CNT, de la UGT y de los partidos del Frente Popular. En la tarde del día 19, domingo, la Federación Local de Sindicatos Únicos de Valencia decretaba la huelga general revolucionaria, que dio comienzo a las doce en punto de la noche del día 19. Se nombró un Comité de Huelga con la misión de dirigir el movimiento y ponerse de acuerdo con la central sindical hermana, la UGT, para la acción conjunta. En las primeras horas de la noche del domingo se produjo un ligero tiroteo con motivo de haber sido asaltado el convento de los Dominicos por un grupo de trabajadores del Sindicato de la Construcción. Esta noticia se puso en conocimiento del gobernador por un miembro del Comité de Huelga.
EI gobernador contestó a este aviso exhortándonos a la serenidad «para que la fuerza pública no tuviera que enfrentarse con ninguna clase de desmán». Vivía aún bajo la influencia de una política de salón.
Se constituye el Comité Revolucionario
Los partidos del Frente Popular convencidos de la debilidad e incapacidad que concurrían en la persona del gobernador, habían decidido sustituir la autoridad de éste por un Comité Revolucionario nombrado al efecto. En la mañana del día 20, este Comité se constituyó en uno de los despachos del Gobierno Civil. El Comité de Huelga nombrado por la Federación Local de Sindicatos de la CNT, se hallaba reunido en el domicilio de la misma, cuando corrió por Valencia la noticia de que la guarnición militar se había sublevado y empezaba a salir de los cuarteles. Esta noticia que respondía a una patraña de los fascistas que actuaban en la calle y los militares complicados, hizo que el Comité de Huelga tomara inmediatamente la determinación de personarse en el Gobierno Civil para terminar de una vez la vacilación de la autoridad gubernativa.
Representaron a la CNT en esta comisión del Comité de Huelga los compañeros Candel, Artiáñez, Domingo Torres, José Pros y Juan López. En aquella dependencia reinaba la confusión. Y en medio de esa confusión se agitaba un hombre leal a la República: el capitán Uribarri. Allí había militantes de todas las organizaciones antifascistas que acudían con un solo objetivo: pedir armas y ponerse a disposición de quienes estuvieran dispuestos a plantar cara a los militares sublevados.
El Comité Revolucionario del Frente Popular, que se había constituido para recabar la dirección de la lucha que no había sido capaz de preparar el gobernador, se hallaba reunido.
Dándonos cuenta los representantes de la CNT de que allí se estaba bajo los efectos de una peligrosa vacilación, decidimos cambiar impresiones aparte, antes de decidir nuestra intervención en el Comité Ejecutivo del Frente Popular.
Como base para nuestra incorporación al mismo y debidamente condicionada, se planteó la necesidad de que se adoptaran las siguientes medidas:
PRIMERA. Disponer que fueran tomados con fuerzas de Asalto y el doble de individuos en cada grupo, de militantes afectos a las organizaciones antifascistas, los centros de Teléfonos, Correos, Telégrafos y la emisora Unión Radio.
SEGUNDA. Movilizar al pueblo de Valencia para acordonar los cuarteles de la guarnición, tomando estratégicamente todas las posiciones para un bloqueo de las mismas.
TERCERA. Una vez tomadas estas dos medidas, comunicar a los mandos militares la decisión de las autoridades antifascistas de que se entregaran armas al pueblo para que este fuese la salvaguardia de la situación.
CUARTA. En caso de negarse a entregar las armas al pueblo, proceder inmediatamente al asalto de los cuarteles.
QUINTA. La representación de la CNT aceptaba, bajo estas condiciones, su participación en el seno del Comité Ejecutivo del Frente Popular con carácter de asesoramiento, interín no se realizaran en su totalidad las medidas propuestas por nosotros.
Nuestra actuación, empero, desde aquel momento, se produjo con un carácter ejecutivo, ya que nuestras proposiciones fueron aceptadas.
El pueblo no abandona su actitud vigilante
El pueblo tenía la sensación de que era hostilizado desde los cuarteles. El general Monje dio muestras de adhesión a la causa republicana. Pero pretendía que se diera la orden de cese de la huelga general. Se le hizo ver que aquel movimiento era un acto de fidelidad a la República y de vigilancia para impedir cualquier intentona fascista. El general Monje redactó una nota de adhesión al Gobierno, que fue repetida muchas veces por Unión Radio Valencia. Pero el 20 de julio terminó bajo la impresión de que la guarnición militar estaba discutiendo si se sumaba o no a los militares sublevados.
Intentos para frenar la acción de los trabajadores
En el Gobierno Civil se cobijaban algunos sectores que querían dirigir y actuaban de verdaderos bomberos. En una dependencia se reunía el Comité Ejecutivo, el verdadero poder de la provincia de Valencia. Pero en otras dependencias, junto con el gobernador que carecía de toda autoridad, se reunían los diputados del Frente Popular, el alcalde y otras personalidades políticas. De cuando en cuando se permitían hacer sugerencias al Comité, para que contuviera los «desmanes de las masas». Y es que el martes, día 21, Valencia se encendía como una llama: ardían las iglesias.
El Comité había tomado muchos acuerdos, encaminados a poner en juego la fuerza de la acción de las masas. En la mañana del lunes el Comité con el fin de proveer de armas a los hombres de confianza de los partidos antifascistas, requirió al Gobernador para decirle: «señor Gobernador, el Comité tiene conocimiento de que en la Comandancia de la Guardia Civil hay gran cantidad de armas procedentes de una orden del Gobierno de hace días para desarmar a los facciosos. Comunique usted inmediatamente al comandante jefe de dicho cuerpo que le haga entrega al momento de las mismas».
El gobernador, respondió: «Sí, sí; perfectamente. Ahora mismo voy a dar la orden». Pasó la mañana, la tarde, la noche del lunes y la mañana del martes. La orden estaba en el camino. Las armas no llegaban.
El Gobierno pretende disolver el Comité Ejecutivo
La Junta Delegada del Gobierno, compuesta por Martínez Barrio, Ruiz Funes, Echevarría y Carlos Esplá, había llegado a Valencia. El gobernador nos llamó para celebrar una reunión entre dicha delegación y el Comité Ejecutivo. Esplá dejó entrever la idea de que convenía levantar la huelga general. La CNT no desestimó la idea, pero hizo patente que el movimiento no podía levantarse hasta que el pueblo no viera despejada la situación. El delegado del Gobierno, aseguraba que la guarnición permanecía leal a la República. Pero lo cierto es que los cuarteles permanecían cerrados y dentro de ellos seguía el forcejeo entre los que querían y los que no querían echarse a la calle… Las gestiones de Esplá dieron resultado. La noche del jueves el Comité Ejecutivo se reunía a iniciativa de éste. Esplá expuso que había decidido proceder a la disolución del Comité Ejecutivo. Ello, agregó, no significaba que se desestimara la colaboración de todos los sectores que lo componían. En lo sucesivo, cada partido y organización designaría un representante para estar en contacto con él, que desde ese momento se hacía cargo del Gobierno Civil. La CNT, hizo saber que aquel acuerdo debía entenderse como una medida sospechosa y peligrosa contra la cual era obligado ponerse en guardia.
Las relaciones entre la CNT y la UGT
Valencia era teatro de un verdadero desbordamiento de la masa popular. Seguía en pie la huelga general revolucionaria. Comenzaban a sentirse los efectos de la huelga y del formidable desorden producido por las manifestaciones espontáneas. El problema del abastecimiento se presentaba amenazante. La primera reunión conjunta del Comité de Huelga CNT-UGT se celebró a mitad de semana y en esta primera reunión se trató a fondo el problema que se había creado en Valencia. El plan de normalización de la vida de la ciudad y del trabajo había de realizarse inmediatamente, levantando la huelga de aquellos gremios pertenecientes al ramo de la alimentación. El Comité de Huelga vio desde aquel momento el carácter del movimiento producido por los militares y fijó su criterio para hacer frente al mismo con esta fórmula: desarrollar hasta el máximo las potencias económicas de la producción y unificar de una manera positiva todas las actividades económicas a fin de contar con las reservas necesarias para el abastecimiento de los frentes y de la población civil.
Incapacidad para el abastecimiento de los organismos oficiales
Mientras en Valencia aumentaba la preocupación sobre la sospechosa actitud de los militares, en los pueblos de la región, las bases obreras y los elementos antifascistas se habían puesto en pie, montando espontáneamente la guardia y vigilancia de caminos y carreteras. La presencia en el puerto del primer buque de guerra leal, fue otro de los factores que contribuyeron a contener en los cuarteles la sublevación. Los obreros del Grao, que desde los primeros instantes se adueñaron de todo, estableciendo un control absoluto sobre el tráfico del muelle, confraternizaron con los marinos, poniéndose en contacto permanente con ellos. De Barcelona comenzaron a llegar los primeros fusiles y pistolas. Muy pocos, desde luego. Pero a la vista de aquellas armas, el entusiasmo popular se crecía.
Sigue la incertidumbre sobre la actitud de la guarnición
Terminaba la semana y los cuarteles permanecían cerrados. La sublevación, sorda, constituía ya un verdadero peligro. El comité ejecutivo visitó a los comandantes de los dos buques de guerra, anclados en el puerto de Valencia, para informarles de la situación y de su propósito de terminar con la actitud de rebeldía de la guarnición de Valencia. Y al mismo tiempo que esta determinación iba a ser comunicada a Martínez Barrios, planteándole el dilema de que, o se terminaba en un plazo breve con aquella situación, o el Comité Ejecutivo asumía bajo su responsabilidad el mando y requería a la Junta Delegada que se ausentase de Valencia.
Una expedición desgraciada y los acontecimientos de la región
Las relaciones del Comité Ejecutivo con la Junta Delegada del Gobierno se mantenían con mucha tirantez. Significaban dos autoridades y dos orientaciones contradictorias. Algún día cuando la historia pueda dar su fallo se comprobará de parte de quién estaba la razón. En los primeros días de la segunda semana se fue aclarando la situación. La guarnición de Játiva, de Alcoy y de Alicante se puso de nuestro lado. El sargento Fabra, del regimiento de Ingenieros de Paterna, al frente de los soldados de dicho regimiento, se enfrentó contra los mandos, reduciéndolos y poniéndose todo el regimiento aliado del Gobierno. Pero la guarnición de Valencia seguía encerrada en sus cuarteles.
Al fin, la única salida: el asalto a los cuarteles
El Comité de Huelga había acordado el reintegro al trabajo, a excepción de los servicios de taxis y de tranvías. Pero los trabajadores se negaron a entrar al trabajo mientras no se despejara la situación de los cuarteles. La historia de la conducta de los militares de la guarnición se escribirá en su día. Pero no dejaremos de decir hoy que al frente de todos los militares leales nosotros colocamos las figuras del capitán Uribarri, Sierra, Miralles, el sargento Fabra, el coronel Arín y al organizador del frente de Teruel: José Benedicto.
Después de asaltar los cuarteles, a los quince días de producirse el movimiento, Valencia y la región pudo respirar.
Quedaban atrás quince días de confusionismo, de vacilaciones, de desesperación, de forcejeos por ir o no al asalto de los cuarteles, Quince días de luchas donde se daban la mano el heroísmo y la temeridad, con la claudicación y el contubernio.
Publicado en Polémica, n.º 22-25, julio 1986
Juan López
*Juan López (1900-1972), obrero de la construcción y miembro de la CNT, formó parte del grupo anarquista Solidaridad y fue secretario del Comité Nacional de la CNT en 1930. Durante la Guerra Civil fue uno de los cuatro ministros de la CNT en el gobierno de Largo Caballero.