La Veranda de Rafa Rius
Donde hay miseria hay carroña y donde hay carroña aparecen sin que nadie los llame los buitres, carroñeros de pro.
Desde hace un tiempo, andan los empresarios de la cúpula patronal y los políticos de orden, dando la murga con la necesidad de desregular la contratación y flexibilizar el mercado laboral –léase sin necios eufemismos: despido libre y absoluta libertad salarial. Y es que en el fondo tienen razón: si alguien desea, en uso de su libre albedrío, sin que nadie le obligue, trabajar cincuenta horas semanales por trescientos euros al mes, por qué vamos a impedírselo, no sería democrático, no señor.
En esta línea, el nuevo chiste sin gracia que se nos viene encima es el de los minicontratos a tiempo parcial para que los miniparados que no encuentren otro trabajo puedan echarse al menos unos minieurillos al bolsillo y así disfruten del lujo de minicomer todos los días.
En Merkelemania, espejo donde se miran todos los capitalistas que en Europa son y ejemplo de cómo salir de este embrollo sin perder la compostura, ya existen al parecer (suplemento de economía del diario El País 18/12/11) unos siete millones (7. 000.000) de estos fastuosos minisalarios de un máximo –los hay más bajos- de cuatrocientos euros (400€), con el corolario de que los empresarios-empleadores-filántropos, aprovechan la coyuntura y ya que están en su minipuesto de trabajo, los hacen quedarse unas cuantas minihoras más en negro. Visto lo cual y habida cuenta de que nuestros benefactores patronos son mu bien mandaos y hacen los deberes que les marcan sus maestros con ecuanimidad y diligencia, ya mismito tenemos aquí la versión ibérica de la macroestafa de los miniempleos.
Si todos los trabajadores masacrados en más de doscientos años de luchas obreras por su dignidad levantaran la cabeza, volverían a morirse de rabia y vergüenza.
Y entretanto, los autoproclamados sindicatos mayoritarios, oséase, Concesiones Obreras y la Unión General de Trapicheadores, hipotecados hasta las cejas por prebendas y subvenciones, reconvertidos en estructuras mafiosas que sólo defienden sus propios intereses, al estilo de los sindicatos amarillos de EEUU, están esperando que los llamen a capítulo para pactar la paz social –A ver, ¿Dónde hay que firmar?
Cautiva y desarmada la que en tiempos remotos era conocida como clase obrera, quieren vendernos la burra de que vivimos otros tiempos y la dicotomía explotadores-explotados es un anacronismo.
Pues no, mientras cada minisalario suponga una macroplusvalía para el que contrata, a eso le seguiremos llamando explotación.
Mientras en tiempos de una socialdemocracia a la que se suponía redistributiva, el diferencial entre ricos y pobres ha llegado a ser el más alto de nuestra historia reciente y es de suponer que con los nuevos lacayos seguirá creciendo, habrá que seguir llamando a las cosas por su nombre.
Los que creemos que la única vida que nos espera es ésta, la terrenal, y que por tanto, la máxima aspiración humana no puede ser sino vivirla con la mayor dignidad y felicidad posibles, tendremos que seguir luchando contra cada nueva forma de colonización del lenguaje (minisalarios???!!!) y a través de él de nuestra existencia. Tanto los políticos como los que detentan el poder real, nunca nos van a hablar claro. Nunca nos van a decir: “En las actuales circunstancias lleváis las de perder, así que, trabajáis con nuestras condiciones o ya podéis ir pensando en comer de vuestra propia mierda”
Sería deseable que fueran así de claros pero jamás lo harán: son buitres considerados. Mientras nos devoran las entrañas un poco cada día como a Prometeo, nos entretienen con su retórica vacía para mantener con ella el tinglado de la antigua farsa.
Así las cosas, sólo nos quedan dos caminos: la acción directa o la paciencia.